M¨¦rida, un regalo de la historia
Monumentalidad romana en la antigua Augusta Em¨¦rita
Los americanos solemos visitar Extremadura en busca del rastro de los conquistadores, y yo lo hab¨ªa ido encontrando, sobre todo, en ciertas palabras. Guadalupe, por ejemplo, para m¨ª tan absolutamente mexicana, nos hab¨ªa llegado de all¨ª. De all¨ª nos lleg¨® tambi¨¦n Trujillo, tan tristemente dominicana. Y M¨¦rida. Esa palabra, ese esp¨ªritu, hab¨ªa anidado en una ciudad de Yucat¨¢n, M¨¦xico, pero yo la asociaba sobre todo a la M¨¦rida venezolana, levantada por extreme?os junto a las nubes, en plena cordillera de los Andes.
De modo que empec¨¦ a desandar por las calles de la M¨¦rida extreme?a buscando diferencias con la ciudad venezolana donde tanto me divert¨ª en mi juventud, cuando la visit¨¦ para asistir a un festival de cine. A bote pronto consegu¨ª anotar dos. Primera, la M¨¦rida venezolana es andina, pero al menos en mi memoria suena a sones del Caribe, mientras que la extreme?a suena de un modo, digamos, menos vivo. Segunda, el escenario de la de aqu¨ª es una planicie, mientras que el de la de all¨¢ es un gigantesco anfiteatro natural en medio de monta?as.
Consegu¨ª tambi¨¦n anotar una conmovedora semejanza, el habla. Los extreme?os hablan un espa?ol suave, cari?oso, dulce, en el que a mi entender se encuentra el origen de los modos americanos de hablar nuestra lengua com¨²n, tan distintos, por cierto, de la dureza del habla de Castilla.
Iba pensando en eso mientras caminaba por una humilde callecita llamada de Los Maestros, que muy bien hubiera podido estar en la M¨¦rida venezolana de mi memoria, cuando de pronto di con una enorme columnata romana de bases ¨¢ticas, fustes acanalados y capiteles de orden corintio que jam¨¢s hubiera podido encontrar en Am¨¦rica. Era el as¨ª llamado templo de Diana, uno de los orgullos de Augusta Em¨¦rita, capital de la provincia romana de Lusitania.
A partir de entonces empec¨¦ a viajar en el tiempo; a seguir las huellas que romanos, visigodos, ¨¢rabes y cristianos han ido dejando en Extremadura, y que tienen, entre otras virtudes, la de probar la fugacidad de nuestro tr¨¢nsito, el patetismo de la soberbia de nuestra civilizaci¨®n. As¨ª como en Granada la cima de esa fuga de culturas corresponde a los ¨¢rabes, en M¨¦rida ese m¨¦rito es de Roma. Y para comprobarlo basta con visitar el Museo de Arte Romano, obra de Rafael Moneo, un edificio extraordinariamente bien concebido, donde el presente est¨¢ a la altura del pasado.
Hubo en Augusta Em¨¦rita pan y circo -como hay ahora televisi¨®n y f¨²tbol-, y pese a todo conmueve asistir a los escenarios de esas justas. El anfiteatro, donde luchaban gladiadores y animales, y el circo propiamente dicho, que ten¨ªa capacidad para 30.000 espectadores, y donde se desarrollaban las carreras de carros de caballos, verdadera f¨®rmula 1 de la ¨¦poca.
Pero en Augusta Em¨¦rita hubo tambi¨¦n teatro, un espacio p¨²blico imprescindible en las ciudades griegas y poco com¨²n en los enclaves romanos. La ¨²til gu¨ªa gratuita M¨¦rida, patrimonio de la humanidad hace constar, refiri¨¦ndose al teatro: 'Estos edificios, construidos por intereses pol¨ªticos, no responden a los gustos del p¨²blico, que decant¨® sus preferencias por los espect¨¢culos de circo y anfiteatro'. Nada nuevo, dir¨ªamos hoy. La gu¨ªa a?ade: 'Desde el teatro, la autoridad realiza una eficiente propaganda de ella misma y del modo de vida romano, tanto a trav¨¦s del propio edificio -grandiosidad de su obra, ep¨ªgrafes e iconograf¨ªa- como por los mensajes que desde su escenario se pueden trasmitir'. Nada nuevo tampoco.
Pero por suerte ah¨ª est¨¢ el teatro, 'pr¨ªncipe de los monumentos emeritenses', seg¨²n Men¨¦ndez Pidal, que dirigi¨® su restauraci¨®n desde 1964. El resultado que se ofrece a la vista del viajero: grader¨ªo (cavea), coro (orchestra) y, sobre todo, escenario (pulpitum), es simplemente extraordinario. Desde mi punto de vista resulta superior, incluso, al famoso teatro griego de Taormina, en Sicilia. Y como aqu¨¦l, el de Augusta Em¨¦rita est¨¢ vivo, es la sede del Festival de Teatro Cl¨¢sico, al que me propongo asistir para disfrutar de una paradoja, la fugacidad y la permanencia de nuestras representaciones, de nuestros anhelos.
Abandon¨¦ Extremadura enamorado, con una ¨²ltima reflexi¨®n: la monumentalidad de la M¨¦rida venezolana est¨¢ dada por la geograf¨ªa; la de Augusta Em¨¦rita, en cambio, proviene de la historia.
GU?A PR?CTICA
- Hostal Nueva Espa?a (924 31 33 56). Extremadura, 6. La doble, 31 euros. - Hotel Cervantes (924 31 49 61). Camilo Jos¨¦ Cela, 8. La doble, 60 euros. - Restaurante Rufino (924 31 20 01). Plaza de Santa Clara, 2. Unos 24 euros.
- Ruinas romanas (924 31 20 24). Jos¨¦ Ram¨®n M¨¦lida, s/n. De lunes a domingo, de 9.30 a 13.45 y de 16.00 a 18.15. Entrada: 7,21 euros. - Museo Nacional de Arte Romano (924 31 16 90). Jos¨¦ Ram¨®n M¨¦lida, 2. De martes a domingo, de 10.00 a 14.00 y de 16.00 a 18.00. Precio: 2,40 euros. - Festival de Teatro Cl¨¢sico (924 30 41 71). Entre el 15 de julio y el 15 de agosto. Funciones de teatro cl¨¢sico grecolatino y conciertos.
- Oficina de Turismo de M¨¦rida (924 31 53 53). - www.turismoextremadura.com.
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