La muerte del creador
En un tiempo, el artista era Dios. Pose¨ªa, como los dioses, la facultad de la creaci¨®n. Pero hoy el artista ha pasado de creador a productor, de demiurgo a artesano y, en el mejor de los casos, de lo m¨¢gico a lo industrial, de la individualidad al quehacer cooperativo. En la actual edici¨®n de Arco, que se celebra estos d¨ªas en Madrid, puede observarse el antes, el despu¨¦s y el porvenir de un arte (net-art) que cambia el sentido de la creaci¨®n e inaugura con rotundidad la nueva forma de considerar al arte.
La fotograf¨ªa y el cine fueron los primeros en producir una obra original inseparable de sus copias, una obra originalmente multiplicada sin fin, pero ahora cualquier imagen o escritura puede ya seguir el mismo camino, y el net-art, el arte en la Red, es su expresi¨®n m¨¢s rotunda. En el net-art es absurdo preguntarse si lo que vemos es la obra o su reproducci¨®n: la obra est¨¢ exactamente en el lugar de su distribuci¨®n, en nuestra pantalla de ordenador -y en el cach¨¦ de su memoria- en el momento mismo en que la vemos. 'El net-art', dice Jos¨¦ Luis Brea, 'es literalmente ut¨®pico, no acontece en lugar alguno, y al mismo tiempo puede ser, siguiendo el ejemplo de Linux y las open sources, una creaci¨®n libre y abierta, expuesta a la modificaci¨®n de otros participantes'.
No existen 'obras de arte'. Existen un trabajo y unas pr¨¢cticas que podemos denominar art¨ªsticas. Tienen que ver con la producci¨®n significante, afectiva y cultural
La cuesti¨®n de la identidad del autor o su condici¨®n es una cuesti¨®n trasnochada. Nadie es autor: todo productor es una sociedad an¨®nima, el producto de una sociedad an¨®nima
Varios grupos como Mongrel, Critical Art Ensemble, IOD y La Soci¨¦t¨¦ Anonyme investigan y desarrollan experimentalmente las relaciones entre las nuevas pr¨¢cticas art¨ªsticas y el pensamiento cr¨ªtico. De este fen¨®meno con base en Internet he llegado a saber a trav¨¦s de Jos¨¦ Luis Brea, que me ha permitido conocer la direcci¨®n aleph-arts.org/lsa/, donde pueden visitarse algunas de las composiciones art¨ªsticas de la famosa 'sociedad an¨®nima', sociedad sin autor.
La direcci¨®n de la propia sociedad es aleph.arts.org/lsa/lsa47/ y en ella puede leerse el texto de un manifiesto revolucionario del que he entresacado, como dec¨¢logo, estos postulados:
1. No somos artistas; tampoco, por supuesto, 'cr¨ªticos'. Somos productores, gente que produce... No preexistimos (nadie preexiste) en punto alguno a esa producci¨®n. La cuesti¨®n de la identidad del autor o su condici¨®n es una cuesti¨®n definitivamente trasnochada. Nadie es autor: todo productor es una sociedad an¨®nima -incluso dir¨ªamos: el producto de una sociedad an¨®nima.
2. La figura del artista vive en tiempo prestado. Nutrida por fantas¨ªas e imaginarios pertenecientes a otros ordenamientos antropol¨®gicos. Quienquiera que se sit¨²e hoy por hoy bajo advocaciones semejantes, cae de lleno o en la ingenuidad m¨¢s culpable o en el cinismo m¨¢s hip¨®crita.
3. No existen 'obras de arte'. Existen un trabajo y unas pr¨¢cticas que podemos denominar art¨ªsticas. Tienen que ver con la producci¨®n significante, afectiva y cultural, y juegan papeles espec¨ªficos en relaci¨®n a los sujetos de experiencia.
4. Por m¨¢s de una raz¨®n deber¨ªamos asemejar el trabajo del arte al del sue?o. Esa producci¨®n nunca debe confundirse con objeto o forma alguna: es un operador que se introduce con eficacia en alg¨²n sistema dado, desestabilizando la ecuaci¨®n de equilibrio que lo gobierna. Pero tampoco conviene hacer mitolog¨ªa al respecto.
5. Describir a las actuales como 'sociedades del conocimiento' -o, todav¨ªa peor, como 'sociedades del capitalismo cultural'- parece olvidar hasta qu¨¦ punto su constituci¨®n se realiza precisamente sobre la consagraci¨®n exaltada de la estulticia y de la ignorancia.
6. El trabajo del arte ya no tiene que ver m¨¢s con la representaci¨®n. El trabajo del sue?o expresa una econom¨ªa de las fuerzas, una tensi¨®n de las energ¨ªas, una disposici¨®n de la distribuci¨®n diferencial: es una melod¨ªa del deseo, nunca su pintura; es presencia, nunca representaci¨®n.
7. No existen este mundo y el otro. El arte no puede seguir reivindicando habitar una esfera aut¨®noma, un dominio separado. Ni siquiera para argumentar la operaci¨®n 'superadora' de su estatuto escindido. La clase de los objetos es ¨²nica, todos ellos adolecen de la misma carencia 'objetiva' de fantasmalidad.
8. En las sociedades del siglo XXI, el arte no se expondr¨¢. Se difundir¨¢.
9. S¨®lo en tanto el modo caracter¨ªstico de la experiencia art¨ªstica es en las sociedades modernas asociado a una experiencia de objeto, la cuesti¨®n de la propiedad de dicho objeto se torna pertinente (cuando hablamos de artes pl¨¢sticas). No lo es ya, por ejemplo, si habl¨¢ramos de la experiencia de lo musical, lo teatral, lo literario o lo cinematogr¨¢fico -no es relevante en ellas qui¨¦n sea el propietario de una partitura o qui¨¦n de un gui¨®n.
10. En las sociedades del siglo XXI, el artista no percibir¨¢ sus ingresos de la plusval¨ªa que se asocie a la mercantilizaci¨®n de los objetos producto de su trabajo, sino que percibir¨¢ unos derechos asociados a la circulaci¨®n p¨²blica de las cantidades de concepto y afecto que su trabajo inmaterial genere.
En consecuencia, el artista ser¨¢ un generador de riqueza inmaterial, y la nueva econom¨ªa del arte no entender¨¢ m¨¢s al artista como productor de mercanc¨ªas espec¨ªficas destinadas a los circuitos del lujo en las econom¨ªas de la opulencia, sino como un generador de contenidos espec¨ªficos destinados a su difusi¨®n social. ?Podr¨¢ entonces seguir denomin¨¢ndole un autor en la acepci¨®n tradicional de demiurgo o, por el contrario, se tratar¨¢ de un productor social m¨¢s? La p¨¦rdida de la magia de la obra de arte, la p¨¦rdida del original, la p¨¦rdida de la mitolog¨ªa creadora, es la tendencia hacia la que conducen las nuevas tecnolog¨ªas, el mercado absoluto, la omnipresencia del capitalismo de ficci¨®n.
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