El rostro del ¨¢ngel
Mereci¨® la pena asistir a la silenciosa pelea entre la actriz brit¨¢nica Judi Dench y la estadounidense Halle Berry para dilucidar qui¨¦n de ellas tiene m¨¢s posibilidades de llevarse el Oscar femenino. Judi Dench dio lecciones de oficio en Iris, pero Halle Berry tiene una tarea m¨¢s dif¨ªcil en Monster's ball, que no se resuelve s¨®lo con oficio, sino que requiere llenar de alma la piel.
Gan¨® Halle Berry y la luminosa actriz, a la que hemos visto casi siempre embarcada en personajes por debajo de s¨ª misma, comienza ahora, cuando algunos auguraban su curva de ca¨ªda, ya pasada la esquina de los 30 a?os y en roce con la edad de la plenitud, a echar fuera todo el fuego del talento que lleva dentro. Su trabajo en Monster's ball no es cine olvidable. El t¨² a t¨² de Halle Berry con Billy Bob Thorton en esta notable representaci¨®n de la violencia racista, por el joven cineasta suizo instalado en EE UU Marc Forster, merec¨ªa haber ocupado un lugar en la lista de premios, adem¨¢s del destinado a distinguir a la formidable actriz protagonista. Es la actuaci¨®n de Halle Berry, junto al sublime estilo de Ioselliani en Lundi matin, el pu?etazo de verdad que despide Domingo sangriento y el enfado de interpretaciones de Halbe Treppe y Minor mishaps, lo que quedar¨¢ de esta Berlinale. No es poco, si se tienen en cuenta las tremendas escaseces de arte cinematogr¨¢fico que hay en la masiva producci¨®n audiovisual de los ¨²ltimos tiempos. Buscar una buena pel¨ªcula se ha convertido en el viejo azar de la busca de una aguja en un pajar.
Indicios de cambio
No ha sido ¨¦sta una gran Berlinale. Pero, aunque no del todo convincente, hay en el primer paso, l¨®gicamente cauteloso, del nuevo equipo organizador que preside Dieter Kosslick, indicios de un cambio a mejor, buenas vibraciones alrededor de la sensaci¨®n de que, bajo los titubeos, se mueve una idea reformadora de un viejo festival que llevaba demasiados a?os necesitado de una transfusi¨®n de sangre.
Algo dr¨¢stico que le haga salir del callej¨®n sin salida en que estaba atrapado aquel falso discurso ritual de proclamacion de independencia, que la Berlinale no cumpl¨ªa, o cumplia a medias, pues era evidente que depend¨ªa, y no poco, de los telegramas de agradecimiento -a veces, de manera engorrosa, obscenamente p¨²blicos- de los portavoces de la MPAA, n¨²cleo de la red de los circuitos gremiales y financieros de Hollywood, que obviamente s¨®lo dan las gracias por los sevicios prestados.
Pero ahora, Dieter Kosci parece intentar que la Berlinale se embarque, siguiendo el ejemplo fundacional de su creador, Alfred Bauer, en la moral del riesgo, en el magn¨ªfico berenjenal de la busca, entre tanta morralla que se dedica a hacer pel¨ªculas, de cineastas in¨¦ditos que merezcan verdaderamente la pena; y, sobre todo, en la adopci¨®n de la idea de diversidad esgrimida contra la presi¨®n creciente del rasero de la uniformidad de la ideolog¨ªa globalizadora. Que lo logre o no, tiempo al tiempo.
Babelia
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