Alternativas
La ley del botell¨®n no puede aplicarse -dicen- sin dar antes a los j¨®venes una alternativa. No acierta uno a saber qu¨¦ significa la proposici¨®n: si es que toma a los j¨®venes por tontos de baba o es que los j¨®venes de las actuales generaciones efectivamente lo son. La llamada ley del botell¨®n prohibir¨¢ el consumo callejero de alcohol y que lo beban los menores de 18 a?os, seg¨²n ocurre ahora los fines de semana en Madrid. Masas de j¨®venes se re¨²nen llegada la noche en diversas calles y plazas para consumir enormes cantidades de mezclas alcoh¨®licas, arman un ruido que perturba al vecindario y dejan al irse un asco de basuras, vomitonas y orines. No parece muy edificante todo eso, pero resulta que no se debe prohibir -dicen- si no se les da a estos j¨®venes una alternativa. O sea, que los j¨®venes, seg¨²n la propuesta, o se emborrachan y gamberrean de madrugada o no saben qu¨¦ hacer.
Pues vaya juventud, oiga.
Hay algunos testimonios reveladores. Las televisiones han acudido a recogerlos estos d¨ªas atr¨¢s y pudieron o¨ªrse quejas de esta juventud tolerante, solidaria y progresista que tenemos (dicen, no como la de antes, que estaba en la inopia). Lo normal era que, si la c¨¢mara tomaba m¨¢s de dos o tres, salieran armando bulla y mostrando los vasos de a litro que se apresuraban a beber. Un chaval apareci¨® en otro plano aportando su punto de vista: 'La verdad es que me va el tenis, pero como sale caro me tomo unas copas que es m¨¢s barato'. Qued¨® claro: si a las dos de la madrugada estuvieras jugando al tenis no te emborrachar¨ªas.
Lo de las alternativas a un servidor le ha causado sorpresa. Se ve que ya va dejando de ser joven servidor. Un servidor siempre dio por supuesto que a los j¨®venes lo que precisamente les sobraba eran alternativas; es decir, perspectivas, ambiciones, ideas para ligar (por ejemplo) y pas¨¢rselo lo mejor posible.
Cuando uno era joven estrujaba el mag¨ªn para sacarle el partido posible a la vida, y ni se le pasaba por la imaginaci¨®n que esas alternativas de ocio se las buscara el Estado. Lo que, en cambio, ni uno ni nadie de la pandilla de amigos ten¨ªamos en la juventud era un duro. Si alguno de nosotros hubi¨¦ramos dispuesto de lo que hoy se gastan los j¨®venes en el botell¨®n, nos habr¨ªamos cre¨ªdo Rostchild (un ciudadano con posibles de la ¨¦poca).
A veces cog¨ªamos cogorzas. Normalmente cuando lo de ligar. Fum¨¢bamos imitando el estilo de Humphrey Bogart, nos ech¨¢bamos al coleto chatos de vino poniendo la cara de Clark Gable (m¨¢s o menos) para impresionar a la chica, y a la media docena ya hab¨ªamos agarrado una turca de zapatero.
Contado en l¨ªquido, el total de aquellos chatos llegar¨ªa si acaso a la mitad de las litronas que los del botell¨®n se meten en el cuerpo s¨®lo para empezar. Y aqu¨ª, quiz¨¢, est¨¦ lo peor: que se haya estado permitiendo a verdaderos ni?os coger unas borracheras cuyas consecuencias para su salud pueden ser ya irreparables.
Lo de los chatos colaterales al ligamiento presunto no supon¨ªa lo m¨¢s importante del ocio alternativo: ¨ªbamos al cine (a gallinero), a los toros (a andanada), al teatro (a claque, que ya ni existe), al f¨²tbol (intentando colarnos); ¨ªbamos a guateques o, sencillamente, nos d¨¢bamos paseos higi¨¦nicos discutiendo tendencias literarias o contando chistes o rivalizando en concurso de pedos, seg¨²n. Y luego estaba la televisi¨®n. Y leer (le¨ªamos), y escribir (escrib¨ªamos), y abrir tertulia poniendo a caer de un burro al dictador, al Gabinete y me cagondiez. Y echar un partido de f¨²tbol en un solar, y jugar a las chapas, y aguantarse... Sobre todo aguantarse, porque a veces nada sal¨ªa a derechas y entonces en aguantarse, que tampoco es mal deporte, estaba la soluci¨®n.
Probablemente la juventud actual tiene sus alternativas y no quiere que nadie se las busque, menos a¨²n se las imponga. Mientras entre los del botell¨®n est¨¢n los que lo quieren todo hecho y no pasan de constituir minor¨ªa, s¨®lo que abusiva e incivil. Claro que con asistencia de una caterva de impresentables, responsables de la sublimaci¨®n de la demagogia y la incultura, que van de intelectuales progresistas y no pasan de analfabetos caraduras. Y han contribuido a que aqu¨ª se asiente la desfachatez y la ignorancia, y esto sea una confusi¨®n y un desmadre.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.