Monstruos
Me sorprende, por venir de quien viene, el regalo que EL PA?S ha comenzado a hacernos el domingo 17 de febrero: un coleccionable de Monstruos. Yo no s¨¦ qu¨¦ ideolog¨ªa, aunque barrunto que hay alguna, subyace a semejante monstruosidad. Tal vez es, una vez m¨¢s, una simple cuesti¨®n de dinero: una campa?a publicitaria a favor de esa pringue cretinizadora, de esa falsificaci¨®n de sentimientos que, la mayor¨ªa de las veces, sale de la factor¨ªa Disney. O, tal vez, en un giro sutil de la tuerca manipuladora, para que nos acostumbremos -para que se vayan acostumbrando nuestros hijos o nietos- a convivir con los monstruos en cuyas manos estamos, a familiarizarnos con la creciente monstruosidad de los verdaderos monstruos: esos personajes que demonizan a los otros, que dicen qui¨¦n es bueno y qui¨¦n es malo, que corrompen la libertad y que, efectivamente, si se miran al espejo, ni siquiera ven el ¨²nico ojo deforme de su deforme cerebro. Estamos, efectivamente, en manos de monstruos, de hip¨®critas dinosaurios reales.
Por favor, amigos de EL PA?S, ?no podr¨ªan ustedes dejar de colaborar en asustarnos, melosa y tontamente, desde chiquititos? No nos desconcierten con monstruos de papel, 'babosos, terror¨ªficos... pero entra?ables'. ?Qu¨¦ memez! Los verdaderos, los de carne y acero, son siempre enemigos de la vida, de la verdad, de toda esa serie de palabras que ya no se llevan. ?Por qu¨¦ los medios de comunicaci¨®n no hacen un coleccionable semanal de todos ellos y se preocupan un poco por decirnos, si es que son libres para saberlo, de qu¨¦ est¨¢n hechos estos monstruos con rostro semihumano, de qu¨¦ se alimentan, qu¨¦ persiguen y c¨®mo podr¨ªamos fumigarlos?
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