Nuevas formulaciones, viejos modelos
Considera el autor que la nueva filosof¨ªa ambiental es positiva, pero que sigue sin cambiar la vieja apuesta desarrollista.
Cuando en 1987 las Naciones Unidas aprobaron, en el conocido Informe Brundland, la formulaci¨®n de que la satisfacci¨®n de las necesidades de la presente generaci¨®n no deb¨ªa de hacerse a expensas de las futuras generaciones, se produjo un hito altamente significativo en el ¨¢mbito del pensamiento ambiental. La formulaci¨®n del concepto de desarrollo sostenible implicaba el reconocimiento de que las solas fuerzas del mercado dejadas a su libre din¨¢mica no garantizan la no destrucci¨®n de los recursos naturales y del medio ambiente, tanto en un ¨¢mbito local-regional como global. Supon¨ªa aceptar el hecho de que el sistema econ¨®mico de mercado carece de mecanismos internos autoreguladores que le eviten conducir a la sociedad hacia el colapso ambiental.
No se sacan las debidas conclusiones de que el Gran Bilbao es una de las ¨¢reas europeas m¨¢s alteradas por el hombre
Una estrategia ambiental es condici¨®n necesaria, pero no suficiente, para avanzar hacia un desarrollo sostenible
As¨ª, al igual que en su d¨ªa se asumi¨® que los temas de equidad necesitaban pol¨ªticas redistributivas de la renta -el sistema de mercado pod¨ªa ser eficiente pero no justo-, a finales de los a?os ochenta qued¨® internacionalmente aceptada la idea de que la preservaci¨®n de los sistemas naturales necesitaba pol¨ªticas ambientales. Es decir, era imprescindible la implicaci¨®n activa de las instituciones pol¨ªticas para preservar el bien com¨²n de la presente y futuras generaciones.
No fue casualidad que el concepto de sostenibilidad ambiental surgiese en un momento hist¨®rico en el que la experiencia de la segunda mitad del siglo XX mostraba n¨ªtidamente que las din¨¢mica interna del sistema econ¨®mico global estaba conduciendo al mundo a una crisis ambiental generalizada. La destrucci¨®n de la capa de ozono, la p¨¦rdida acelerada de diversidad biol¨®gica, el cambio clim¨¢tico, la creciente desertizaci¨®n etc., eran algunos de los s¨ªntomas inquietantes de que algo importante iba mal. La sociedad necesitada despertar del sue?o de aquel optimismo ingenuo, t¨ªpico de los a?os cincuenta, sesenta y principios de los setenta, en el que se asum¨ªa que el desarrollo tecnol¨®gico podr¨ªa superar cualquier reto y que era algo natural e indiscutible que el mundo iba a ir siempre 'a mejor'. En ese sentido, el concepto de desarrollo sostenible era una contribuci¨®n importante hacia una comprensi¨®n m¨¢s realista de la manera en que la sociedad se estaba relacionando con la biosfera.
Pocos a?os despu¨¦s de aprobarse el mencionado informe, se celebraba en 1992 en la ciudad brasile?a de R¨ªo de Janeiro la Cumbre de la Tierra. En ella, se alcanzaron importantes acuerdos para ir haciendo realidad el camino hacia la sostenibilidad ambiental -Convenio sobre el Cambio Clim¨¢tico, Convenio sobre Diversidad Biol¨®gica, Programa de Acci¨®n Agenda 2-. Sin embargo, cuando la comunidad internacional haga el balance ambiental de la ¨²ltima d¨¦cada en la cumbre de Johannesburgo, que va a celebrarse en septiembre de 2002, las sombras van a seguir siendo, desgraciadamente, numerosas, densas y alargadas. La d¨¦cada transcurrida entre ambas cumbres ha puesto de manifiesto que modificar las poderosas inercias que existen en el sistema econ¨®mico, en el institucional y en el social es extraordinariamente dif¨ªcil. Nos encontramos, as¨ª, en un momento hist¨®rico caracterizado por una creciente informaci¨®n y preocupaci¨®n sobre la crisis ambiental, que, sin embargo, encuentra grandes obst¨¢culos para traducirse en acciones de cambio realmente significativas.
En este contexto, la Consejer¨ªa de Ordenaci¨®n del Territorio y de Medio Ambiente del Gobierno vasco acaba de presentar la estrategia ambiental vasca de desarrollo sostenible dentro del programa marco ambiental de la Comunidad Aut¨®nma del Pa¨ªs Vasco. Que el Gobierno presente un documento de estrategia ambiental es ya de por s¨ª una buena noticia. Que lo someta a debate de la sociedad, ofreciendo cauces para las aportaciones y sugerencias es todav¨ªa mejor. Y lo m¨¢s positivo, en mi opini¨®n, es el hecho de que la metodolog¨ªa del documento es acertada: la metodolog¨ªa conocida como causas motrices-presi¨®n-estado- respuesta, que la OCDE y, especialmente, la Agencia Europea del Medio Ambiente llevan a?os desarrollando. De hecho, esta agencia, brillantemente dirigida por Domingo Jim¨¦nez Beltr¨¢n desde su puesta en marcha en 1995, es la gran inspiradora del documento presentado por la vonsejer¨ªa de Medio Ambiente. Y ¨¦sa es una buena referencia.
Dicho lo cual, es el momento de plantear algunas dudas e insuficiencias. La primera es recordar que la existencia de una estrategia ambiental es condici¨®n necesaria, pero no suficiente, para avanzar de hecho hacia un desarrollo sostenible. Es un lugar com¨²n entre quienes estamos en estos temas decir que si se hubiesen cumplido las leyes, normas, planes y estrategias sobre medio ambiente que han sido aprobados en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas, tanto a nivel local-regional como internacional, los grupos conservacionistas y ecologistas habr¨ªan ido todos al paro por falta de trabajo. Todos sabemos que el papel lo aguanta todo. En ese sentido, una de las grandes asignaturas pendientes de la pol¨ªtica ambiental es dise?ar y aplicar mecanismos eficaces que obliguen de hecho, no en el papel, al resto de pol¨ªticas sectoriales -energ¨ªa, transporte, industria, agricultura, pesca, turismo... - a adecuarse a los condicionantes de la sostenibilidad.
La puesta en pr¨¢ctica de la mencionada estrategia por parte del Gobierno vasco tiene, en ese sentido, dos grandes obst¨¢culos que van a ser, de hecho, su prueba del algod¨®n: la primera, la aplicaci¨®n real de criterios ambientalmente sostenibles por los departamentos de energ¨ªa, transporte, industria, fomento... La segunda, la aplicaci¨®n real de esos mismos criterios por las diputaciones de los territorios hist¨®ricos y los ayuntamientos, entidades que son las que ejecutan la mayor¨ªa de las pol¨ªticas que inciden de hecho en el territorio. En mi opini¨®n, una manera de enfrentar en mejores condiciones ambos obst¨¢culos ser¨ªa avanzar en la creaci¨®n de una Agencia Vasca del Medio Ambiente dotada de los poderes adecuados -a partir de la actual sociedad p¨²blica Ihobe- y que fuese el instrumento operativo capaz de asegurar que, en el d¨ªa a d¨ªa, se vayan cumpliendo los objetivos de sostenibilidad ambiental en los diferentes ¨¢mbitos sectoriales y territoriales.
Un segundo aspecto es el papel que el citado documento asigna a la Administraci¨®n. 'A la Administraci¨®n le corresponde un nuevo papel como elemento motivador, sensibilizador y ejemplarizante', dice. Uno pensar¨ªa que se est¨¢ hablando de una ONG ambiental y no de las instituciones que una sociedad democr¨¢tica se dota a s¨ª misma para preservar el bien com¨²n. El papel de la Administraci¨®n -es decir el Parlamento, el Gobierno, las diputaciones y los ayuntamientos- en lo que se refiere al medio ambiente es organizar, dirigir y encauzar la manera en que se produce el desarrollo econ¨®mico de la sociedad, de manera que se preserve el capital natural para beneficio de la presente y futuras generaciones. Y eso, me temo, es mucho m¨¢s que 'motivar y sensibilizar'.
El tercer y ¨²ltimo aspecto es que en el diagn¨®stico que ha servido de base al documento se han identificado diferentes presiones que est¨¢n incidiendo en la salud ambiental del Pa¨ªs Vasco. Sobre ese tel¨®n de fondo se proponen 120 metas a alcanzar en diferentes plazos, en general, muy positivas. Sin embargo, en el diagn¨®stico se evita cuidadosamente caracterizar desde un punto de vista ecol¨®gico-ambiental el modelo de desarrollo econ¨®mico subyacente a esas presiones.
As¨ª, no se reflexiona y sacan las oportunas conclusiones ambientales de hechos como que el ¨¢rea metropolitana de Bilbao, en la que vive casi la mitad de la poblaci¨®n de Euskadi, es un conglomerado urbano que se ha configurado hist¨®ricamente como un espacio que acoge una de las concentraciones energ¨¦tico-industriales-infraestructurales m¨¢s densas de Europa Occidental. Se evita reflexionar sobre el hecho de que el Gran Bilbao es una de las ¨¢reas metropolitanas europeas donde la actuaci¨®n antr¨®pica ha tenido efectos m¨¢s contundentes y (casi) irreversibles desde los inicios de la industrializaci¨®n a gran escala de finales del siglo XIX.
Creo que no se han sacado las lecciones ambientales oportunas sobre el modelo econ¨®mico-energ¨¦tico-industrial que hizo crisis en los a?os setenta y que dej¨® un enorme pasivo ambiental del que todav¨ªa nuestra sociedad tardar¨¢ d¨¦cadas en recuperarse. En consecuencia, impl¨ªcitamente se sigue apostando por el viejo modelo hiperdesarrollista, basado en una intervenci¨®n radicalmente transformadora del territorio y de los recursos naturales, como ¨²nica forma de concebir la generaci¨®n de riqueza y prosperidad. En ese sentido, me temo que la estrategia ambiental aspira a actuar sobre los aspectos m¨¢s excesivos del modelo, pero no a cuestionar sus tendencias profundas m¨¢s problem¨¢ticas desde el punto de vista ambiental.Cuando en 1987 las Naciones Unidas aprobaron, en el conocido Informe Brundland, la formulaci¨®n de que la satisfacci¨®n de las necesidades de la presente generaci¨®n no deb¨ªa de hacerse a expensas de las futuras generaciones, se produjo un hito altamente significativo en el ¨¢mbito del pensamiento ambiental. La formulaci¨®n del concepto de desarrollo sostenible implicaba el reconocimiento de que las solas fuerzas del mercado dejadas a su libre din¨¢mica no garantizan la no destrucci¨®n de los recursos naturales y del medio ambiente, tanto en un ¨¢mbito local-regional como global. Supon¨ªa aceptar el hecho de que el sistema econ¨®mico de mercado carece de mecanismos internos autoreguladores que le eviten conducir a la sociedad hacia el colapso ambiental.
As¨ª, al igual que en su d¨ªa se asumi¨® que los temas de equidad necesitaban pol¨ªticas redistributivas de la renta -el sistema de mercado pod¨ªa ser eficiente pero no justo-, a finales de los a?os ochenta qued¨® internacionalmente aceptada la idea de que la preservaci¨®n de los sistemas naturales necesitaba pol¨ªticas ambientales. Es decir, era imprescindible la implicaci¨®n activa de las instituciones pol¨ªticas para preservar el bien com¨²n de la presente y futuras generaciones.
No fue casualidad que el concepto de sostenibilidad ambiental surgiese en un momento hist¨®rico en el que la experiencia de la segunda mitad del siglo XX mostraba n¨ªtidamente que las din¨¢mica interna del sistema econ¨®mico global estaba conduciendo al mundo a una crisis ambiental generalizada. La destrucci¨®n de la capa de ozono, la p¨¦rdida acelerada de diversidad biol¨®gica, el cambio clim¨¢tico, la creciente desertizaci¨®n etc., eran algunos de los s¨ªntomas inquietantes de que algo importante iba mal. La sociedad necesitada despertar del sue?o de aquel optimismo ingenuo, t¨ªpico de los a?os cincuenta, sesenta y principios de los setenta, en el que se asum¨ªa que el desarrollo tecnol¨®gico podr¨ªa superar cualquier reto y que era algo natural e indiscutible que el mundo iba a ir siempre 'a mejor'. En ese sentido, el concepto de desarrollo sostenible era una contribuci¨®n importante hacia una comprensi¨®n m¨¢s realista de la manera en que la sociedad se estaba relacionando con la biosfera.
Pocos a?os despu¨¦s de aprobarse el mencionado informe, se celebraba en 1992 en la ciudad brasile?a de R¨ªo de Janeiro la Cumbre de la Tierra. En ella, se alcanzaron importantes acuerdos para ir haciendo realidad el camino hacia la sostenibilidad ambiental -Convenio sobre el Cambio Clim¨¢tico, Convenio sobre Diversidad Biol¨®gica, Programa de Acci¨®n Agenda 2-. Sin embargo, cuando la comunidad internacional haga el balance ambiental de la ¨²ltima d¨¦cada en la cumbre de Johannesburgo, que va a celebrarse en septiembre de 2002, las sombras van a seguir siendo, desgraciadamente, numerosas, densas y alargadas. La d¨¦cada transcurrida entre ambas cumbres ha puesto de manifiesto que modificar las poderosas inercias que existen en el sistema econ¨®mico, en el institucional y en el social es extraordinariamente dif¨ªcil. Nos encontramos, as¨ª, en un momento hist¨®rico caracterizado por una creciente informaci¨®n y preocupaci¨®n sobre la crisis ambiental, que, sin embargo, encuentra grandes obst¨¢culos para traducirse en acciones de cambio realmente significativas.
En este contexto, la Consejer¨ªa de Ordenaci¨®n del Territorio y de Medio Ambiente del Gobierno vasco acaba de presentar la estrategia ambiental vasca de desarrollo sostenible dentro del programa marco ambiental de la Comunidad Aut¨®nma del Pa¨ªs Vasco. Que el Gobierno presente un documento de estrategia ambiental es ya de por s¨ª una buena noticia. Que lo someta a debate de la sociedad, ofreciendo cauces para las aportaciones y sugerencias es todav¨ªa mejor. Y lo m¨¢s positivo, en mi opini¨®n, es el hecho de que la metodolog¨ªa del documento es acertada: la metodolog¨ªa conocida como causas motrices-presi¨®n-estado- respuesta, que la OCDE y, especialmente, la Agencia Europea del Medio Ambiente llevan a?os desarrollando. De hecho, esta agencia, brillantemente dirigida por Domingo Jim¨¦nez Beltr¨¢n desde su puesta en marcha en 1995, es la gran inspiradora del documento presentado por la vonsejer¨ªa de Medio Ambiente. Y ¨¦sa es una buena referencia.
Dicho lo cual, es el momento de plantear algunas dudas e insuficiencias. La primera es recordar que la existencia de una estrategia ambiental es condici¨®n necesaria, pero no suficiente, para avanzar de hecho hacia un desarrollo sostenible. Es un lugar com¨²n entre quienes estamos en estos temas decir que si se hubiesen cumplido las leyes, normas, planes y estrategias sobre medio ambiente que han sido aprobados en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas, tanto a nivel local-regional como internacional, los grupos conservacionistas y ecologistas habr¨ªan ido todos al paro por falta de trabajo. Todos sabemos que el papel lo aguanta todo. En ese sentido, una de las grandes asignaturas pendientes de la pol¨ªtica ambiental es dise?ar y aplicar mecanismos eficaces que obliguen de hecho, no en el papel, al resto de pol¨ªticas sectoriales -energ¨ªa, transporte, industria, agricultura, pesca, turismo... - a adecuarse a los condicionantes de la sostenibilidad.
La puesta en pr¨¢ctica de la mencionada estrategia por parte del Gobierno vasco tiene, en ese sentido, dos grandes obst¨¢culos que van a ser, de hecho, su prueba del algod¨®n: la primera, la aplicaci¨®n real de criterios ambientalmente sostenibles por los departamentos de energ¨ªa, transporte, industria, fomento... La segunda, la aplicaci¨®n real de esos mismos criterios por las diputaciones de los territorios hist¨®ricos y los ayuntamientos, entidades que son las que ejecutan la mayor¨ªa de las pol¨ªticas que inciden de hecho en el territorio. En mi opini¨®n, una manera de enfrentar en mejores condiciones ambos obst¨¢culos ser¨ªa avanzar en la creaci¨®n de una Agencia Vasca del Medio Ambiente dotada de los poderes adecuados -a partir de la actual sociedad p¨²blica Ihobe- y que fuese el instrumento operativo capaz de asegurar que, en el d¨ªa a d¨ªa, se vayan cumpliendo los objetivos de sostenibilidad ambiental en los diferentes ¨¢mbitos sectoriales y territoriales.
Un segundo aspecto es el papel que el citado documento asigna a la Administraci¨®n. 'A la Administraci¨®n le corresponde un nuevo papel como elemento motivador, sensibilizador y ejemplarizante', dice. Uno pensar¨ªa que se est¨¢ hablando de una ONG ambiental y no de las instituciones que una sociedad democr¨¢tica se dota a s¨ª misma para preservar el bien com¨²n. El papel de la Administraci¨®n -es decir el Parlamento, el Gobierno, las diputaciones y los ayuntamientos- en lo que se refiere al medio ambiente es organizar, dirigir y encauzar la manera en que se produce el desarrollo econ¨®mico de la sociedad, de manera que se preserve el capital natural para beneficio de la presente y futuras generaciones. Y eso, me temo, es mucho m¨¢s que 'motivar y sensibilizar'.
El tercer y ¨²ltimo aspecto es que en el diagn¨®stico que ha servido de base al documento se han identificado diferentes presiones que est¨¢n incidiendo en la salud ambiental del Pa¨ªs Vasco. Sobre ese tel¨®n de fondo se proponen 120 metas a alcanzar en diferentes plazos, en general, muy positivas. Sin embargo, en el diagn¨®stico se evita cuidadosamente caracterizar desde un punto de vista ecol¨®gico-ambiental el modelo de desarrollo econ¨®mico subyacente a esas presiones.
As¨ª, no se reflexiona y sacan las oportunas conclusiones ambientales de hechos como que el ¨¢rea metropolitana de Bilbao, en la que vive casi la mitad de la poblaci¨®n de Euskadi, es un conglomerado urbano que se ha configurado hist¨®ricamente como un espacio que acoge una de las concentraciones energ¨¦tico-industriales-infraestructurales m¨¢s densas de Europa Occidental. Se evita reflexionar sobre el hecho de que el Gran Bilbao es una de las ¨¢reas metropolitanas europeas donde la actuaci¨®n antr¨®pica ha tenido efectos m¨¢s contundentes y (casi) irreversibles desde los inicios de la industrializaci¨®n a gran escala de finales del siglo XIX.
Creo que no se han sacado las lecciones ambientales oportunas sobre el modelo econ¨®mico-energ¨¦tico-industrial que hizo crisis en los a?os setenta y que dej¨® un enorme pasivo ambiental del que todav¨ªa nuestra sociedad tardar¨¢ d¨¦cadas en recuperarse. En consecuencia, impl¨ªcitamente se sigue apostando por el viejo modelo hiperdesarrollista, basado en una intervenci¨®n radicalmente transformadora del territorio y de los recursos naturales, como ¨²nica forma de concebir la generaci¨®n de riqueza y prosperidad. En ese sentido, me temo que la estrategia ambiental aspira a actuar sobre los aspectos m¨¢s excesivos del modelo, pero no a cuestionar sus tendencias profundas m¨¢s problem¨¢ticas desde el punto de vista ambiental.
Antxon Olabe es economista y consultor ambiental.
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