La juventud jej¨¦, la juventud jaj¨¢
A M? ME ENCANTA cambiarme de casa. Cada dos a?os o as¨ª me entra la fiebre inmobiliaria. As¨ª que mi santo, cuando trae el peri¨®dico los viernes, antes de subir a casa lo peina previamente del suplemento de Propiedades. Me ha advertido, despu¨¦s de cinco traslados, que s¨®lo saldremos de esta casa con los pies por delante. ?l dice que es una declaraci¨®n de amor, pero a m¨ª me da como susto. Desde que me la solt¨®, hay noches que, cuando estamos en la cama, me da por pensar que nos parecemos a los amantes de Teruel. A m¨ª, como lo siento lo digo, cambiarme de casa me excita. Y el botell¨®n me lo pone a huevo, porque si nos hemos ido trasladando no s¨®lo es porque yo tenga culillo inquieto, sino porque cuando llegamos a un sitio todo siempre es ideal de la muerte, gente aburrida y trabajadora de la que no hace ruido; en fin, un co?azo, y de pronto, sistem¨¢ticamente, antes de los dos a?os se nos llena el portal de los simp¨¢ticos chicos del botell¨®n, de los que no tienen alternativas, los pobres, porque si por ellos fuera estar¨ªan a las cuatro de la madrugada haciendo deportes de riesgo en los polideportivos, o en el Museo del Prado, que es que hay que joderse, no abre por la noche, con lo que a muchos de ellos les gustar¨ªa visitar tipo afterhours la exposici¨®n de La imagen de la mujer en Goya, y, sin embargo, no les queda m¨¢s remedio que beber hasta la extenuaci¨®n, pero no porque quieran, cuidado, sino porque la sociedad, jobar, es la pera. Bueno, pues ya digo, no s¨¦ c¨®mo nos huelen estos muchachos, pero ayer, s¨¢bado, baj¨® mi santo a que mi perrito echara la meadilla nocturna y subi¨® con la palidez de un muerto (superamante de Teruel) y me dijo: 'Ya est¨¢n llegando, as¨ª empez¨® la otra vez'. Me asom¨¦ a la ventana, hab¨ªa s¨®lo tres muchachas aparentemente inofensivas compartiendo una bebida en un ?botell¨®n! de Coca Cola. No es que seamos paranoicos, pero dado que los muchachillos nos van desplazando de casa en casa hacia la carretera de A Coru?a, uno se plantea si no hay una conspiraci¨®n para, en un plazo de diez a?os, habernos colocado en la frontera, en Biarritz. Bueno, yo me adapto. Biarritz no ha perdido su antiguo encanto: no hace falta ir all¨ª para ver los ¨²ltimos tangos, pero es el sitio m¨¢s cercano donde una puede adquirir el Viagra femenino. Lo digo por verle el lado positivo (y porque mi ginec¨®loga me ha puesto al tanto).
Y ahora va Zapatero y dice, con ese car¨¢cter de Anna Magnani que est¨¢ sacando, que va abrir un Ministerio para la Juventud. Qu¨¦ guay. Zapatero, desde aqu¨ª te lo digo: si quieres abrirles un Ministerio, por favor te lo pido, ponlo al lado de tu casa o en una zona impracticable, como, por ejemplo, donde est¨¢ Arco, o sea, a tomar por culo. A m¨ª la plaza esa, des¨¦rtica, en la que hay un cabez¨®n mostrenco de Don Juan, me parece superapropiada para practicar botell¨®n. No molestar¨ªan a nadie y encima, con sus alegres meadillas, convertir¨ªan aquel erial en un vergel. Pero vamos, todo esto no es porque yo est¨¦ en contra del botell¨®n, no, no; yo he decidido estar a favor de todo. Voy a ser una firmadora de manifiestos compulsiva. Estar en contra no te compensa. Ni an¨ªmica ni econ¨®micamente. Ya le dije a mi director que deber¨ªa tener un plus de peligrosidad por toda esa gente que me llama pija, fr¨ªvola, golfa..., etc¨¦tera, pero el t¨ªo, nada, impert¨¦rrito. Me duele la boca de dec¨ªrtelo: Ceberio, s¨²beme el sueldo. Si no me lo subes me voy a sentir como la Juani, la presunta amante de Jesul¨ªn, que encima de que se expone y queda como una cualquiera tiene el cach¨¦ m¨¢s bajo de todas las que salen. Me identifico con la Juani.
Y hablando de Arco: mi santo me quiso llevar en metro. Qu¨¦ chiquillo, piensa que a¨²n me puede cambiar y hacerme usuaria de los transportes colectivos. Menos mal que nos pas¨® a recoger Teresa Alberti, la supersobrina del poeta, que trabaja en la galer¨ªa Almirante, porque si no a m¨ª en Arco no me ven el pelo. Dice Rosina (G¨®mez Baeza) que la feria se les ha puesto perdida de visitantes, que habr¨¢ que subir la entrada el a?o que viene (cuesta s¨®lo 5.000 pelas). Pues a ver si nos disuaden. A m¨ª me encantar¨ªa. Y dice Mar¨ªa (de Corral) que el coleccionista espa?ol no se compra project room. Perd¨®nales, Mar¨ªa, es que aqu¨ª estamos todav¨ªa en la horterada del cuadrito. Si yo no me compro un project room, Mar¨ªa, es porque para project room la habitaci¨®n de nuestros chiquillos los s¨¢bados por la ma?ana. Si el a?o que viene la buenaza de Teresa Alberti me contrata, le monto yo un project room que te cagas: le dejo a los cenutrios durmiendo una noche y por la ma?ana le tienen preparada una project room hiperradical. Con olor incorporado. Ol¨¦ mi sangre. Me llev¨¦ un dibujito precioso de Marcelo Fuentes y sal¨ª de Arco avergonzada por no haberme comprado un project room. Pero es que mi santo me tiene dicho que si vuelvo a casa con un project room me deja en la calle. Con los del botell¨®n. Claro que servidora, en vez de joven alternativa, parecer¨ªa una t¨ªa borracha. La edad, que no perdona. Me voy dando cuenta de que me hago mayor en que a mis amigos le est¨¢n empezando a operar de la pr¨®stata. Y conste que no lo digo por Rodr¨ªguez Rivero, que me tiene la pr¨®stata como un ni?o de pecho.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.