Entre la ruptura de la tregua y la derrota electoral

El profundo malestar de decenas de cargos electos independientes que se acercaron a la izquierda abertzale al calor de la tregua de ETA y del Pacto de Lizarra no ha cesado desde que la organizaci¨®n terrorista rompi¨® el alto el fuego, en diciembre de 1999, seis meses despu¨¦s de las elecciones municipales, dando un golpe de estado para implantar la nueva l¨ªnea que hoy encarna Batasuna.

Los desastrosos resultados de las auton¨®micas del 13-M de 2001 ya demostraron ese mar de fondo en las filas radicales, siempre opacas, y reforzaron los argumentos de los descontentos. Desde entonces, alcaldes y ediles de EH han criticado en asambleas internas a ETA y han presionado con su abandono a la direcci¨®n de Batasuna para que se fuercen 'v¨ªas correctoras', neologismo de tregua.

Varios han anunciado ya su negativa a ser candidatos en los comicios municipales de 2003, en los que Batasuna se juega su supervivencia aprisionada entre dos fuegos: la fuga de votos ya iniciada hacia la coalici¨®n PNV-EA y la competencia que les ha salido con Aralar, partido escindido de Batasuna y liderado por Patxi Zabaleta.

El clima est¨¢ 'en ebullici¨®n', reconocen distintas fuentes internas, que tambi¨¦n admiten que el malestar no encuentra a¨²n 'v¨¢lvula de escape'. Esas fuentes reconocen que los resultados 'demoledores' del 13-M produjeron 'una convulsi¨®n y desorientaci¨®n' de tal calado que la direcci¨®n de Batasuna se encuentra a¨²n 'sin saber por d¨®nde tirar'. Todo ello agudiza la impresi¨®n, internamente extendida, de que todav¨ªa 'no se ha tocado fondo'.