El arte de la agudeza
Nunca he visto nada menos definible que un aforismo. El t¨¦rmino griego, aparte de 'ofrenda' y 'oblaci¨®n', con el tiempo ha dado en significar 'definici¨®n, dicho o sentencia concisa'. As¨ª son los aforismos de Hip¨®crates. Seg¨²n Zingarelli, por tanto, el aforismo es una 'breve m¨¢xima que expresa una norma de vida o una sentencia filos¨®fica'.
?Qu¨¦ distingue a un aforismo de una m¨¢xima? Nada, de no ser la brevedad.
'Poco nos consuela porque poco nos aflige'. (Pascal, Pensamientos).
'Si no tuvi¨¦ramos defectos no sentir¨ªamos tanto placer descubriendo los ajenos'. (La Rochefoucauld, M¨¢ximas).
'La memoria es el diario que todo el mundo lleva consigo'. (Oscar Wilde).
He aqu¨ª, pues, m¨¢ximas que son tambi¨¦n aforismos, mientras que las siguientes, aunque m¨¢ximas, son demasiado extensas como para ser aforismos:
'Qu¨¦ ventajosa no ser¨¢ la nobleza, que encumbra al hombre de dieciocho a?os y le granjea fama y respeto como otro abr¨ªa tardado cincuenta a?os en merecer. Son treinta a?os logrados sin esfuerzo'. (Pascal).
'Ning¨²n artista tiene inclinaciones ¨¦ticas. En un artista, una inclinaci¨®n ¨¦tica es un amaneramiento estil¨ªstico imperdonable'. (Oscar Wilde).
Alex Falzon, al editar los Aforismos y paradojas de Wilde, define el aforismo como una m¨¢xima en la que no s¨®lo cuenta la brevedad formal, sino tambi¨¦n su agudeza. Con ello sigue la tendencia actual, por la que en el aforismo prima la gracia o ingenio, a costa de la aceptabilidad del aserto en t¨¦rminos de verosimilitud. Como es natural, en lo referente a m¨¢ximas y aforismos, el concepto de 'verosimilitud' depende de las intenciones del aforista: decir que un aforismo contiene una verdad significa que procura expresar no s¨®lo lo que el autor entiende por ver¨ªdico, sino lo que pretende hacer pasar como tal. Pero, en general, la m¨¢xima o aforismo no pretende necesariamente tener gracia, ni mucho menos ofender a la opini¨®n p¨²blica: m¨¢s bien trata de profundizar en un tema sobre el que la opini¨®n p¨²blica se muestra superficial.
He aqu¨ª ahora una m¨¢xima de Chamfort: 'El m¨¢s rico de los hombres es el econ¨®mico; el m¨¢s pobre, el avaro' (M¨¢ximas y pensamientos). La gracia estriba en el hecho de que la opini¨®n p¨²blica tiende a considerar al hombre econ¨®mico como una persona que no derrocha sus escasos recursos o, para el caso, que hace frente con parsimonia a sus necesidades, mientras que el avaro ser¨ªa alguien que atesora recursos superiores a sus necesidades. As¨ª pues, la m¨¢xima se opone a la opini¨®n p¨²blica; salvo que se acepte que, mientras la 'riqueza' s¨®lo puede asociarse a recursos, la 'pobreza' tiene un sentido moral. Muy claro el juego ret¨®rico: la m¨¢xima no s¨®lo ya no ir¨ªa contra la opini¨®n general, sino que la corroborar¨ªa.
En cambio, cuando el aforismo se opone a la opini¨®n p¨²blica, de modo que a primera vista parece falso e inaceptable, y s¨®lo tras una sesuda reducci¨®n de su forma hiperb¨®lica se muestra portador de alguna verdad, a duras penas aceptable, entonces tenemos la paradoja.
Etimol¨®gicamente, paradoxos es lo que par¨¤ ten doxan, lo que va en contra de la opini¨®n p¨²blica. De ah¨ª que el t¨¦rmino designara originalmente una afirmaci¨®n alejada de la creencia general: extra?a, estramb¨®tica, inesperada, y en ese sentido lo encontramos tambi¨¦n en Isidoro de Sevilla. Me parece, sin embargo, que la idea de que esta clase de afirmaci¨®n inesperada pueda encerrar una verdad es de las que se abren camino poco a poco. En Shakespeare, una paradoja es falsa en un momento dado pero con el tiempo se torna verdadera. V¨¦ase Hamlet:
'Ofelia. ?Qu¨¦ quer¨¦is decir, mi se?or?
Hamlet. Que si sois honesta y sois hermosa, ?por qu¨¦ tolera vuestra honestidad comercio con vuestra belleza?
Ofelia. Nunca, mi se?or, la belleza podr¨ªa tener trato mejor, sino con la honestidad.
Hamlet. Cierto, cierto, porque la belleza har¨¢ de Honestidad una alcahueta mucho antes de que la honestidad convierta a la belleza en su igual. Antes eso era paradoja, pero con el tiempo ha llegado a demostrarse'.
Las paradojas de la l¨®gica ocupan un lugar aparte; son afirmaciones autocontradictorias de las que no se puede probar ni que sean verdaderas ni que sean falsas; como ocurre, por ejemplo, con la paradoja del mentiroso. Pero poco a poco se abre paso tambi¨¦n el sentido pararret¨®rico, por lo que me atengo a Battaglia:
'Tesis, concepto, afirmaci¨®n, sentencia u ocurrencia formulada, como m¨ªnimo, en el seno de un discurso ¨¦tico o doctrinal, que se opone a la opini¨®n generalizada o universalmente aceptada, a la experiencia y el sentido com¨²n, al sistema de creencias aludido o a los principios y conocimientos que se dan por supuestos (y que a menudo no posee valor de verdad, reduci¨¦ndose a ser un sofisma creado por mor de la excentricidad o por alardear de habilidad dial¨¦ctica; pero puede tambi¨¦n contener, bajo una forma aparentemente il¨®gica y desconcertante, un fondo de validez objetiva destinado a erigirse contra la ignorancia y credulidad de quien sigue la opini¨®n de la mayor¨ªa sin asomo de cr¨ªtica)'.
El aforismo, por tanto, ser¨ªa una m¨¢xima que pretende transmitir una verdad, aunque recurra a la agudeza, mientras que la paradoja ser¨ªa una m¨¢xima prima facie falsa que, s¨®lo tras una sesuda reflexi¨®n, parece expresar algo que el autor considera verdadero. Por ese motivo, su agudeza radica en el hiato entre la forma provocadora que adopta y lo que el p¨²blico espera.
La historia de la literatura abunda en aforismos, pero no tanto en paradojas. La afor¨ªstica es sencilla (tambi¨¦n son aforismos los refranes 'madre no hay m¨¢s que una' o 'perro ladrador, poco mordedor'), mientras que el arte de la paradoja es dif¨ªcil.
Hace tiempo que me ocupo de un maestro del aforismo como es Pitigrilli, por lo que incluyo aqu¨ª algunas de sus m¨¢ximas m¨¢s brillantes.:
'Gastr¨®nomo: un cocinero que ha hecho el bachillerato'.
'Gram¨¢tica: complicado instrumento que te ense?a la lengua pero te impide hablar'.
'Fragmentos. Un recurso providencial para los escritores que no saben reunir un libro entero'.
Otras, m¨¢s que expresar una presunta verdad, afirman una decisi¨®n ¨¦tica:
'Comprendo el beso al leproso, pero no el apret¨®n de manos al cretino. S¨¦ indulgente con quien te ha ofendido porque no sabes qu¨¦ te reservan los dem¨¢s'.
Sin embargo, en su Dizionario antiballistico (Sonzogno, Mil¨¢n, 1962), que recoge m¨¢ximas, dichos y aforismos propios y ajenos, Pitigrilli hace notar cu¨¢ndo el juego afor¨ªstico puede llegar a ser insidioso:
'Ya que estamos en confianza, reconozco que he promovido la briboner¨ªa al lector. Me explico: en la calle, cuando estalla un altercado u ocurre un accidente de circulaci¨®n, surge de improviso de las entra?as de la tierra un individuo que intenta atizarle un paraguazo a uno de los dos contendientes, que generalmente es el automovilista. El desconocido brib¨®n ha desfogado su rencor. Lo mismo ocurre con los libros: cuando el lector que no tiene ideas encuentra una frase pintoresca o fosforescente se enamora de ella, la adopta y la comenta con admiraci¨®n, con un '?bien!', con un '?justo, eso es!', como si siempre hubiese pensado as¨ª y esa frase fuese la quintaesencia de su forma de pensar'.
En este sentido, el aforismo expresa con brillantez un lugar com¨²n. Decir de un armonio que es 'un piano que, disgustado de la vida, se ha refugiado en la religi¨®n' no hace sino reformular de un modo ic¨¢stico algo que ya sab¨ªamos y cre¨ªamos: que el armonio es un instrumento de iglesia.
Cuando Pitigrilli (L'esperimento di Pott, Sonzogno) hace decir al protagonista que 'la inteligencia en la mujer es una anomal¨ªa que se encuentra excepcionalmente, como el albinismo, la zurdera, el hermafroditismo o la polidactilia', aunque sea en tono ingenioso, dice lo que los lectores de 1929 deseaban o¨ªr.
Pero, al criticar su vis afor¨ªstica, Pitigrilli nos dice algo m¨¢s; a saber, que muchos aforismos se pueden invertir sin perder fuerza. Veamos algunos ejemplos del propio Pitigrilli (Dizionario antiballistico):
'Muchos desprecian la riqueza, pero pocos la regalan. Muchos regalan riquezas, pero pocos las desprecian'.
'La historia no es m¨¢s que una aventura de la libertad. La libertad no es m¨¢s que una aventura de la historia'.
Adem¨¢s, Pitigrilli enumera m¨¢ximas de autores diversos, sin duda mutuamente contradictorias, y que sin embargo siempre parecen expresar una verdad establecida:
'S¨®lo por optimismo nos enga?amos (Hervieu). Es m¨¢s f¨¢cil enga?arse por desconfianza que por confianza (Rivarol)'.
'La gente ser¨ªa feliz si los reyes filosofasen y los fil¨®sofos reinasen (Plutarco). El d¨ªa que quiera castigar a una provincia, har¨¦ que la gobierne un fil¨®sofo (Federico II)'.
Voy a emplear el t¨¦rmino 'aforismo cancerizable' para referirme a esta clase de aforismos reversibles. El aforismo cancerizable es una enfermedad del ingenio; en otras palabras, es una m¨¢xima que, con tal de parecer ingeniosa, se desentiende del hecho de que su contraria es igualmente cierta. La paradoja es una aut¨¦ntica inversi¨®n del parecer general que presenta un mundo inaceptable, generando resistencia y rechazo, y que con todo, si hacemos el esfuerzo necesario para entenderla, nos da sabidur¨ªa; al fin y al cabo, si nos parece ingeniosa es porque tenemos que admitir que es cierta. El aforismo cancerizable encierra una verdad muy parcial y, a menudo, una vez que se ha cancerizado, revela que ninguna de las dos perspectivas que nos muestra es cierta.
La paradoja no es una variaci¨®n del topos cl¨¢sico del 'mundo al rev¨¦s'. ?ste es mec¨¢nico, prev¨¦ un universo en el que los animales hablan y las personas rugen; los peces vuelan y los p¨¢jaros nadan. Procede por adjunci¨®n de adynata o impossibilia sin l¨®gica ninguna. Es un juego carnavalesco.
La paradoja requiere que la inversi¨®n se atenga a una l¨®gica y que se circunscriba a una parte del universo. Un persa que llega a Par¨ªs describe Francia igual que un parisiense describir¨ªa Persia. El efecto es parad¨®jico porque obliga a ver las cosas m¨¢s all¨¢ de la opini¨®n establecida.
Una de las formas de distinguir una paradoja de un aforismo cancerizable es tratar de invertir la paradoja. Pitigrilli cita una definici¨®n de sionismo de Tristan Bernard, v¨¢lida antes de la constituci¨®n del Estado de Israel: 'Un hebreo que pide dinero a otro hebreo para enviar a un tercer hebreo a Palestina'. Pruebe a darle la vuelta: es imposible. Signo de que la forma correcta efectivamente encerraba una verdad, o lo que Bernard quer¨ªa que tom¨¢semos por tal.
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