Una reflexi¨®n sobre el fascismo
Con frecuencia escuchamos el ep¨ªteto de 'fascista' dirigido indiscriminadamente contra cualquier comportamiento que tienda a reprimir o controlar actitudes, sea un profesor, un padre, un polic¨ªa o un superior laboral. Sobre todo cuando esta actuaci¨®n parece chocar con libertades individuales que se presumen irrestrictas. Bienvenido sea el enriquecimiento del l¨¦xico aunque sea por pura impregnaci¨®n verbal, dada la frecuente ausencia de contextualizaci¨®n hist¨®rica con que se utiliza el vocablo como ¨²ltima raz¨®n argumentativa.
Con m¨¢s directa relaci¨®n pol¨ªtica me viene a mientes esta situaci¨®n a prop¨®sito de las ¨²ltimas declaraciones de Zaplana y de su cancerbero parlamentario, el pantos¨®fico y l¨ªrico galeno Font de Mora. El primero se despachaba aconsejando a Zapatero que 'tuviera cuidado al elegir su lugar de veraneo, porque los ¨¢nimos est¨¢n muy caldeados'. El segundo, amenazando a la eurodiputada socialista Maruja Sornosa, y de paso a todo el PSPV, con ser declarados personas non gratas por cuestionar el Plan Hidrol¨®gico Nacional en la versi¨®n dictatorial parlamentaria -no son t¨¦rminos incongruentes- del PP.
Hace ya algunos a?os se interrogaba Eco acerca de por qu¨¦ el t¨¦rmino 'fascista' ha llegado a convertirse en una sin¨¦cdoque, en una denominaci¨®n pars pro toto, polivalente para actitudes totalitarias -y la del PP a menudo lo es- y variopintas. Posiblemente por la misma heterogeneidad del fascismo, por su car¨¢cter fuzzy, difuso, impreciso. Porque cualquiera o varias de sus caracter¨ªsticas -pongamos por caso el imperialismo, la liturgia militar o el culto a la tradici¨®n- se puede eliminar y seguimos reconoci¨¦ndolo como fascismo. Porque, a diferencia del nazismo en el cual, por ejemplo, hay un s¨®lo arte y una sola arquitectura, y si estaba Albert Speer no cab¨ªa Mies van der Rohe, en el fascismo no s¨®lo no hay quintaesencias sino tan siquiera una sola esencia. Marinetti, Farinacci y Bottai, D'Annunzio o Pound pod¨ªan convivir en un colage de diferentes ideas art¨ªsticas e incluso filos¨®ficas. Pero no nos confundamos con la est¨¦tica: la tolerancia pol¨ªtica fue cosa diferente, a muchos les cost¨® la muerte, la c¨¢rcel o el exilio. El poder legislativo se convirti¨® -?a que esto ya suena m¨¢s pr¨®ximo?- en mera ficci¨®n por reflejar s¨®lo una mayor¨ªa mec¨¢nica e inamovible. Cualquier oposici¨®n parlamentaria era primero silenciada como traici¨®n a la patria, a los perennes intereses que s¨®lo los providenciales dirigentes encarnan y pueden definir. Por ¨²ltimo se la suprime. Respecto al llamado poder judicial nunca ha sido, hist¨®ricamente, basti¨®n alguno frente a las dictaduras, parlamentarias o no.
?Cu¨¢les son los delitos por los que Zaplana y su corifeo amenazan a Zapatero, a Sornosa y, por ende, a todos los socialistas valencianos, con no estar seguros en nuestros domicilios o lugares de veraneo? Discrepar, en p¨²blico, en el parlamento, acerca de que el PHN impuesto por el PP sea el m¨¢s conveniente para los intereses generales de los valencianos.
De todos los valencianos hablamos, tambi¨¦n de quienes desde el campo o la ciudad desean un desarrollo sostenible, un paisaje sin cicatrices, unas zonas h¨²medas rebosantes de vida. No s¨®lo de quienes ven en el agua una mercanc¨ªa m¨¢s, un motivo de especulaci¨®n urbana, de negocio tur¨ªstico o tambi¨¦n un comprensible recurso necesario para su actividad agr¨ªcola, que puede satisfacerse por otros medios alternativos sin necesidad de cortar en dos nuestra geograf¨ªa con una monstruosa obra. Que, por otra parte, no es m¨¢s que una quimera, porque nadie en su sano juicio puede esperar verla concluida -la canalizaci¨®n y las presas necesarias- sin un pacto pol¨ªtico amplio y un consenso social que hoy por hoy no existe. Por no recordar que, quienes han sido incapaces en cuatro a?os de solucionar el problema estival del agua en D¨¦nia o X¨¤bia o el trasvase J¨²car-Vinalop¨®, son unos incompetentes que no merecen cr¨¦dito alguno.
Pero lo trascendente, m¨¢s all¨¢ del motivo, es la coacci¨®n en s¨ª misma. ?Resulta pertinente, a tenor de lo expuesto, calificar este matonismo histri¨®nico popular como algo asimilable, a¨²n tangencialmente, a comportamientos fascistas? Pues no s¨¦, ustedes mismos pueden decidir su juicio sobre estos personajes que amenazan a la oposici¨®n parlamentaria en t¨¦rminos tales que, desde mi lego acervo jur¨ªdico, considero que el fiscal jefe deber¨ªa ponderar de oficio que si la mera y -hablo por testimonios gr¨¢ficos- jocosa presencia de unos sindicalistas en las Cortes puede calificarse de ingerencia en un ¨®rgano soberano y como tal ser remitidos cual terroristas a la Audiencia Nacional ?qu¨¦ ocurre con las amenazas directas a depositarios de la soberan¨ªa popular, en el claro ejercicio de sus derechos y deberes constitucionales?
Pero Zaplana, nuestro presidente, cuya historia pol¨ªtica comienza para todos en Benidorm y Maruja S¨¢nchez, resulta ser un liberal hist¨®rico seg¨²n cuentan, ?o no? Y Font de Mora, el otrora l¨ªrico vate ahora atrabiliario mat¨®n parlamentario -con la impunidad que le proporciona esa desgracia democr¨¢tica llamada Marcela Mir¨®- consigui¨® po¨¦ticos laureles versificando en honor de Lennon y Dylan en tiempos y administraciones socialistas. ?Qu¨¦ les pasa? ?Por qu¨¦ empiezan ya tan descaradamente a ense?ar la patita y no precisamente blanqueada?
Pues por pura y exang¨¹e anemia pol¨ªtica. El PP, y Zaplana por antonomasia, tiene su anterior discurso, que era mim¨¦tico o vampirizado de otros ¨¢mbitos ideol¨®gicos, totalmente agotado. Aunque Blasco se saque cualquier tema escabroso, d¨ªa s¨ª d¨ªa no, de la chistera, con la silente anuencia de su eminencia, valga el pareado, Garc¨ªa Gasco. Porque los consellers del PP ni est¨¢n, ni se les espera, ni son conocidos excepto, posiblemente, en sus hogares. Porque su Estado de Obras -Terra M¨ªtica como preclaro ejemplo- no s¨®lo se acab¨® sino que est¨¢ en n¨²meros rojos. Como la sanidad privada con fondos p¨²blicos. Como la sanidad en general que -con permiso del gran exculpador del PP, P¨¦rez Benlloch- se desenvuelve entre el caos y el desastre. Como la educaci¨®n, universitaria y media, abocada al conflicto por la prepotente intransigencia popular. Aunque carezcan de alternativa universitaria, o de referente cultural o cient¨ªfico. Aunque hayan perdido las elecciones en la Universidad de Alicante, aunque hayan sido incapaces de presentar o siquiera alentar candidatura no ya pr¨®xima sino m¨ªnimamente af¨ªn en la de Valencia.
?D¨®nde est¨¢ la vanguardia, el liderazgo del mundo mundial que presum¨ªa ejercer Zaplana desde este entra?able pero modesto rinc¨®n europeo? ?D¨®nde est¨¢ el empleo indestructible, la modernidad, la investigaci¨®n, el desarrollo, la innovaci¨®n? ?D¨®nde las pol¨ªticas pioneras, el laboratorio de ideas? Ni exprimi¨¦ndoles sacas algo que no sea plagio, insulto o descalificaci¨®n (deslealtad, creo que es la ¨²ltima y manida consigna). S¨®lo ofrecen ya una imagen de resistencia, de nervios mal controlados, de crispaci¨®n, de aguantar como sea hasta que suene el gong. Y encima, lo que es m¨¢s grave, las amenazas directas. ?Ser¨¢ otra forma m¨¢s de promocionar la seguridad privada?
Segundo Bru es catedr¨¢tico de Econom¨ªa Pol¨ªtica y senador socialista por Valencia
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