EE UU se recupera, Europa espera
Las se?ales confirmando que lo peor de la recesi¨®n estadounidense ha pasado coinciden con las de signo contrario correspondientes a las principales econom¨ªas europeas. Apenas un d¨ªa despu¨¦s de la comparecencia del presidente de la Reserva Federal ante el Congreso estadounidense, la revisi¨®n del crecimiento de aquella econom¨ªa en el cuarto trimestre del pasado a?o ha avalado sobradamente los mensajes optimistas de Alan Greenspan. El crecimiento del 1,4% ha superado todas las expectativas que anticipaban una revisi¨®n al alza; junto a los indicadores posteriores, refuerzan la presunci¨®n de abandono de la recesi¨®n, la m¨¢s moderada de la historia. En esa r¨¢pida normalizaci¨®n del crecimiento estadounidense han resultado cruciales est¨ªmulos como la reducci¨®n por el banco central de los tipos de inter¨¦s, hasta situarlos en el nivel m¨¢s bajo de las ¨²ltimas cuatro d¨¦cadas, o las medidas fiscales concretadas tras los atentados del 11 de septiembre.
La emergencia de esos s¨ªntomas de mejor¨ªa no garantiza el retorno a ritmos de expansi¨®n en EE UU como los registrados durante la segunda mitad de los noventa; tampoco eliminan el riesgo de inflexiones adicionales en la senda de recuperaci¨®n, especialmente en la tasa de desempleo. El definitivo asentamiento de esas se?ales reactivadoras va a depender del comportamiento de la inversi¨®n empresarial, condicionada por el exceso de capacidad en el que se incurri¨® durante los a?os de bonanza y la relativa debilidad en que todav¨ªa se encuentran los beneficios. En ambos frentes, los efectos derivados del caso Enron pueden condicionar la normalizaci¨®n, as¨ª como la orientaci¨®n que la propia pol¨ªtica monetaria de EE UU mantenga en lo sucesivo.
La situaci¨®n anterior contrasta con la que exhiben las principales econom¨ªas europeas. Alemania, responsable de un 30% del PIB del ¨¢rea euro, ha sufrido una contracci¨®n en su ritmo de crecimiento en el ¨²ltimo trimestre de 2001, el peor registro en seis a?os. Francia tampoco ha conseguido despegar en el mismo periodo, y el PIB italiano confirma la contracci¨®n esperada en el trimestre final. Junto al estancamiento brit¨¢nico, componen para el conjunto de la Uni¨®n Europea, donde no es probable que el crecimiento supere significativamente el 1% a lo largo del a?o en curso, un panorama muy distante del ofrecido por Estados Unidos. Nuevamente, Europa ir¨¢ a la zaga, abandonando definitivamente esa capacidad para ejercer el liderazgo expansivo de la econom¨ªa mundial.
El contraste entre ambos bloques, EE UU y Europa, es igual de acusado en lo que al compromiso por la recuperaci¨®n se refiere. La orientaci¨®n de la pol¨ªtica monetaria del ¨¢rea euro sigue manteniendo unas cautelas antiinflacionistas dif¨ªcilmente justificables y poca sensibilidad por la creaci¨®n de empleo suficiente. A pesar del repunte generalizado en enero, las propias previsiones de inflaci¨®n del Banco Central Europeo para la eurozona conducen a una tasa por debajo del nivel considerado propio de la estabilidad, del 2% de promedio en los pr¨®ximos meses. De ser as¨ª, lo razonable hubiera sido que el BCE redujera los tipos de inter¨¦s para facilitar, entre otras cosas, el saneamiento financiero de las empresas, y con ello, un clima m¨¢s favorable a la inversi¨®n. En la mayor¨ªa de las econom¨ªas del ¨¢rea euro la inversi¨®n empresarial exhibe una manifiesta debilidad.
Es verdad que la aproximaci¨®n a los envidiables ritmos de eficiencia que manifiesta la econom¨ªa estadounidense no es s¨®lo cuesti¨®n de mejores condiciones de financiaci¨®n; la necesidad de reformas en los mercados y en algunos sectores sigue siendo requisito para que ese horizonte de convergencia en los niveles de prosperidad entre ambos lados del Atl¨¢ntico no se siga alejando, como ha ocurrido en los ¨²ltimos a?os. Pero una conducci¨®n adecuada de las pol¨ªticas monetaria y fiscal, que cuando menos no frenen las posibilidades de crecimiento, es un apoyo importante y no contradice los prop¨®sitos reformistas. De la insuficiencia de ambas herramientas sigue dando cuenta la cr¨®nica debilidad de la moneda europea frente al d¨®lar.
En ese mismo contexto hay que inscribir la aplicaci¨®n flexible de las restricciones presupuestarias asociadas a los pactos de estabilidad y crecimiento que rigen para las econom¨ªas europeas. Hacerlas compatibles con el segundo de los denominadores de esos compromisos es hoy tan importante como la concreci¨®n de los impulsos de reforma que sobrevuelan Europa desde la cumbre de Lisboa, y que la presidencia espa?ola trata ahora de renovar desde las insuficientes credenciales de una econom¨ªa incapaz de superar la posici¨®n de cola en la mayor¨ªa de los indicadores de eficiencia y convergencia real.
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