Gangrena
Aunque Azurmendi tuviera raz¨®n y el multiculturalismo fuera la gangrena de la democracia, el presidente del Foro para la Inmigraci¨®n deber¨ªa tener un poco m¨¢s de tacto en sus declaraciones y matizar sus observaciones sobre un asunto tan conflictivo. Que mi abuela no sea escrupulosa cuando habla de multiculturalismo, que no explique qu¨¦ entiende por ese concepto y cu¨¢les son sus diferentes acepciones es comprensible. La falta de precisi¨®n y sutileza es m¨¢s llamativa en un doctor que ha le¨ªdo con provecho a los fil¨®sofos del siglo XX y que sabe que el lenguaje es un terrible enemigo, y que continuamente hay que librar batallas contra ¨¦l para someterlo a nuestra voluntad, para hacerlo transparente y para convertirlo en una simple herramienta de nuestro pensamiento. Tarea imposible, por cierto: el lenguaje siempre termina hablando por nosotros, y, como Mari Carmen con sus mu?ecos, siempre nos hace decir lo que no queremos y delata nuestro verdadero pensamiento. Pero ¨¦sta es otra historia.
Aunque fuera verdad esa deliberada imprecisi¨®n que identifica multiculturalismo y gangrena, el presidente del Foro de la Inmigraci¨®n tendr¨ªa que pens¨¢rselo dos veces antes de abrir la boca, porque detr¨¢s de las monta?as hay hordas de salvajes aguardando su oportunidad. Est¨¢n esperando estas frases descarnadas de los intelectuales valientes (por favor, se?or corrector, con cursiva) para machacar todo tipo de culturas, m¨²ltiples o sencillas, en nombre de la democracia gangrenada. Y no s¨®lo hay que evitar que las bestias utilicen nuestros bienintencionados puntos de vista. En Espa?a tambi¨¦n hay gente menos preparada que Azurmendi, m¨¢s insegura en sus puntos de vista, hay j¨®venes que ven el telediario y que todav¨ªa no han fijado su manera de enfrentarse al mundo, personas que al o¨ªr la frase de Azurmendi quiz¨¢s empiecen a pensar en la inmigraci¨®n como en un fen¨®meno negativo. S¨®lo para evitar estos riesgos, hubiera merecido la pena callarse.
Tal y como est¨¢n aqu¨ª las cosas, que somos capaces de montar la de Dios por una toca como la que gasta mi susodicha abuela, lo ¨²ltimo que se espera del presidente de un foro con ese nombre es que sus palabras puedan ser utilizadas contra la inmigraci¨®n. Desde un cargo tan simb¨®lico y tan poco ejecutivo como el suyo, a lo ¨²nico que deber¨ªa aspirar Azurmendi es a que cada vez m¨¢s gente cayera en la cuenta de los beneficios econ¨®micos, culturales y gastron¨®micos que trae consigo la llegada de gente con otras costumbres. No conozco a nadie que sue?e con una sociedad dividida en grupos estancos, en la que los africanos puedan mutilar a sus mujeres, los espa?oles coserlas a pu?aladas delante de los hijos, y los musulmanes lapidarlas impunemente en nombre de una tradici¨®n ancestral. Atacar este est¨²pido multiculturalismo es buscarse un enemigo f¨¢cil e inexistente: un recurso ret¨®rico bien conocido. A lo que muchos aspiramos, se llame como se llame, es a vivir en un pa¨ªs donde cada uno pueda vestir como quiera, conservar sus bailes regionales, y comer en paz lo que le venga en gana. Y si alguien comete un delito, que sea individualmente castigado.
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