El concierto que nunca existi¨®
El Ej¨¦rcito israel¨ª proh¨ªbe al pianista jud¨ªo Daniel Barenboim viajar a Ramala
Un ni?o, Tareq Abu Rahmeh, de 13 a?os, ocup¨® ayer durante unos minutos en Ramala el puesto que dej¨® vac¨ªo en el estrado el pianista y director de orquesta jud¨ªo Daniel Barenboim, quien se hab¨ªa comprometido a viajar hasta la ciudad asediada para dar una clase o un concierto, que conllevaba impl¨ªcito un mensaje en favor de la paz y el di¨¢logo entre israel¨ªes y palestinos. Tareq, estudiante de cuarto curso del Conservatorio de Ramala, sentado ante el piano, en una sala conmocionada, interpret¨® una parte min¨²scula, pero significativa, del concierto Ivan Sings del compositor Aram Khatchaturian.
Daniel Barenboim, de 59 a?os, se hab¨ªa quedado atr¨¢s, atrapado por la burocracia y las maniobras pol¨ªticas, al otro lado de la frontera que separa los territorios palestinos de los israel¨ªes. El concertista jud¨ªo, de nacionalidad israelo-argentina, que hab¨ªa proyectado con la ayuda de las organizaciones humanitarias y de defensa de derechos de los palestinos dar ayer a primera hora de la tarde el concierto en Ramala, se vio obligado a permanecer en Jerusal¨¦n. El Ej¨¦rcito le prohibi¨® viajar hasta la capital administrativa de Cisjordania, alegando como excusa que en esta situaci¨®n de tensi¨®n y violencia, no pod¨ªan comprometerse a garantizarle la protecci¨®n. Una llamada de su amigo y confidente, el ministro de Asuntos Exteriores, Sim¨®n Peres, recomend¨¢ndole que no efectuara el desplazamiento, fue la ¨²ltima gota de agua que provoc¨® la anulaci¨®n del concierto.
'Cuanto antes convivamos con los palestinos, ser¨¢ mejor', declara el c¨¦lebre m¨²sico
Ramala, sin embargo, no se qued¨® sin m¨²sica. El auditorio de la Escuela Friends Boys School, un colegio privado cuaquero en cuyas aulas coinciden desde hace 100 a?os a partes iguales ni?os musulmanes y cristianos, ofreci¨® un concierto. El enorme piano de cola negro, que la direcci¨®n de este centro hab¨ªa afinado convenientemente para Barenboim, fue ocupado por Tarek, uno de los alumnos m¨¢s jovenes y a la vez m¨¢s aventajados del Conservatorio de Ramala. Una treintena de espectadores escucharon con silencio y pasi¨®n el concierto de un muchacho palestino, casi un ni?o, que ocupaba el puesto de uno de los mayores concertistas del mundo, el jud¨ªo Barenboim.
Horas m¨¢s tarde, en los salones del hotel King David, de Jerusal¨¦n, el propio Daniel Barenboim, acompa?ado de los organizadores del concierto, explicaba a la prensa internacional las razones de aquel atasco. El concertista no quiso entrar en pol¨¦mica y confirm¨® de manera as¨¦ptica que el Ej¨¦rcito le hab¨ªa denegado el permiso de viajar a Ramala. Recalc¨® que su proyecto no quedaba cancelado, sino 'simplemente aplazado'. Es cierto, a?adi¨® Barenboim, que hubiera podido ir a Ramala ampar¨¢ndose con el pasaporte argentino -al que tiene derecho por ser ¨¦sta su primera nacionalidad-, pero a?adi¨® que el viaje s¨®lo ten¨ªa sentido y mensaje si lo hac¨ªa 'como ciudadano jud¨ªo e israel¨ª'.
'Un d¨ªa u otro ir¨¦ a Ramala. Ahora no quiero polemizar y provocar problemas que en su d¨ªa me supongan nuevas dificultades', a?adi¨® Barenboim a una prensa ¨¢vida de un enfrentamiento entre la cultura y el general Ariel Sharon. S¨®lo por un instante Barenboim repiti¨® lo que ha venido diciendo desde hace m¨¢s de 17 meses, cuando se inici¨® la Intifada: 'No hay ninguna soluci¨®n militar, m¨¢s tarde o m¨¢s temprano tendremos que convivir, y cuanto antes lo hagamos, mejor'.
El incidente Barenboim ha tenido lugar cuando apenas se han cumplido ocho meses de otro asunto de tono similar, protagonizado por el mismo concertista, que, contra la voluntad de un sector de la opini¨®n p¨²blica israel¨ª, se atrevi¨® a dirigir en el Festival de M¨²sica de Jerusal¨¦n una obra de Wagner, el m¨¢s odiado por el movimiento sionista jud¨ªo, que le considera s¨ªmbolo del nazismo. Barenboim dirigi¨® en aquella ocasi¨®n una pieza de Trist¨¢n e Isolda, con la misma valent¨ªa que ayer trat¨® de ir a Ramala, para llevar su mensaje de paz, a pesar de los gritos col¨¦ricos de un grupo de supervivientes del Holocausto. Los mismos que d¨ªas antes hab¨ªan conseguido que la Comisi¨®n de Cultura del Parlamento de Jerusal¨¦n considerara al pianista 'persona culturalmente non grata'.
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