Mediocridad
Cuando acab¨® la obertura se present¨ªa ya que el Mozart de la orquesta del Liceu no llegar¨ªa al podio. Porque no hab¨ªa transparencia, ni creatividad en el fraseo, ni atenci¨®n a las l¨ªneas estructurales. Se le¨ªa todo con ajuste entre las secciones, y poco m¨¢s. La calidad t¨ªmbrica permanec¨ªa en el l¨ªmite de lo correcto. Sin sobrepasarlo nunca. Y, en conjunto, se configuraba un acompa?amiento orquestal mediocre. Mediocridad orquestal que, en las versiones de concierto resulta peligrosa: el oyente, al carecer del factor esc¨¦nico, concentra su inter¨¦s en los elementos musicales.
La diferencia entre los h¨¢bitos que genera el foso oper¨ªstico y un auditorio con la ac¨²stica del Palau quitar¨ªa algo de hierro al hecho de que se tapara a los solistas tantas veces. Pero la din¨¢mica centrada en un sempiterno mezzo-forte, la impresi¨®n de que 'nunca pasa nada', y la escasa capacidad para iluminar el universo mozartiano permit¨ªan cuestionarse el acierto de Bertrand de Billy en la direcci¨®n de estas p¨¢ginas.
La clemenza di Tito (versi¨®n de concierto)
De Mozart. Solistas: Deon van der Walt, Julia Varady, Montserrat Mart¨ª, Jennifer Larmore, Heidi Brunner, Sim¨®n Orfila. Coro y Orquesta del Gran Teatre del Liceu. Director: Bertrand de Billy. Palau de la M¨²sica. Valencia, 5 de marzo.
No se dio completa, por otra parte, La clemenza di Tito. Tal como rezaba el libreto, los cortes se deb¨ªan tambi¨¦n a indicaciones del director. Es bien sabido que el argumento y los personajes de esta ¨®pera son tan esquem¨¢ticos que ni el mism¨ªsimo Mozart pudo hacerlos cre¨ªbles, pero aunque ello ayude a tolerar los tijeretazos, no los justifica en t¨¦rminos absolutos.
Julia Varady encarn¨® a Vitellia demostrando buena escuela -como no pod¨ªa ser menos, trat¨¢ndose de la esposa de Fischer-Dieskau- y, a pesar de que la voz tiene ya poco esmalte en los graves, gust¨® en el famoso 'non pi¨´ di fiori'. Sesto, cuya parte fue escrita para un castrato, estuvo a cargo de Jennifer Larmore, quien puso algo de calor en la fr¨ªa atm¨®sfera interpretativa. Su emisi¨®n, sin embargo, no siempre cuadraba con las espec¨ªficas exigencias del canto mozartiano, y le cost¨® convencer del todo en el dif¨ªcil recitativo de Oh Dei, che smania ¨¨ questa. Antes de la representaci¨®n se anunci¨® que Deon van der Walt (Tito) se encontraba indispuesto, pero que cantar¨ªa a pesar de todo. Sobra por tanto, en este caso, cualquier consideraci¨®n cr¨ªtica. En cuanto a Montserrat Mart¨ª (hija de Caball¨¦), Heidi Brumer y Sim¨®n Orfila (a quien vimos hace poco, con Rostrop¨®vich, en el Requiem de Verdi), lucieron voces j¨®venes que serv¨ªan con acierto las partes encomendadas. El d¨²o de Servilia y Annio, en la escena V, result¨® transparente y bien fraseado. Aqu¨ª, l¨®gicamente, se lamentaron los cortes. Heidi Brunner supo traer a escena resonancias del mejor Mozart en la escena VII del segundo acto, y los n¨²meros de conjunto se hicieron con afinaci¨®n y ajuste, a pesar de que la orquesta, en varias ocasiones, parec¨ªa interesada en taparlos. Tambi¨¦n el coro del Liceu se decant¨® hacia el fortissimo, sobre todo en la ¨²ltima escena.
Fue, en definitiva, una sesi¨®n que no quedar¨¢ para el recuerdo. Y es una l¨¢stima, porque cabr¨ªa esperar algo m¨¢s de las formaciones residentes en el teatro de ¨®pera con m¨¢s solera de todo el Estado.
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