Cumbres borrascosas
Vivimos de nuevo una fase de la historia dominada por una creciente histeria. Y en vez de atemperarla, nuestros gobiernos parecen dejarse llevar tambi¨¦n por ella. Y en ocasiones hasta la fomentan. ?Qu¨¦ sentido tiene organizar cumbres pol¨ªticas, como la de Barcelona esta semana, que provoquen una alteraci¨®n tan profunda de la vida cotidiana? ?C¨®mo entender si no las alambradas, el cierre de la entrada sur de la Diagonal y el control de personas en esa zona? Al parecer se lleg¨® a pensar en el control de fronteras. En todo caso, ?por qu¨¦ no se organizan las cumbres en lugares de f¨¢cil protecci¨®n policial y que no generen estas limitaciones? Para comprender ad¨®nde pueden conducir la limitaci¨®n de la libertad de movimientos de las personas, la reducci¨®n del derecho a la libertad y el odio -al menos, el temor- al extra?o, recomiendo vivamente a nuestros pol¨ªticos la lectura de la maravillosa biograf¨ªa de Stefan Zweig, El mundo de ayer. Memorias de un europeo.
?A qui¨¦n temen? Al movimiento antiglobalizaci¨®n y a los grupos radicales que a su amparo pueden provocar violencia callejera. Conviene separar los grupos violentos de los que defienden una globalizaci¨®n alternativa. Este movimiento es una de las cosas m¨¢s honestas y pol¨ªticamente interesantes que ha tenido lugar en los ¨²ltimas d¨¦cadas. Es el retorno de la historia. Me recuerda al movimiento de derechos civiles de los a?os sesenta. Si el lema entonces fue Sed realistas: pedid lo imposible, ahora es Otro mundo es posible, con el que reivindican los derechos econ¨®micos y sociales de los marginados por la globalizaci¨®n. Acusarlos de falta de legitimidad pol¨ªtica y de no tener un mandato de los electores es no comprender los caminos del cambio y de la historia. No ponen en cuesti¨®n la legitimidad democr¨¢tica de nuestros gobiernos. Intentan sencillamente que la agenda de las cumbres incluya problemas como la desigualdad, la pobreza y el medio ambiente. Est¨¢n en su derecho.
Si los lobbies empresariales representados en Bruselas y Washington pueden influir en las pol¨ªticas de los gobiernos -como est¨¢ poniendo de manifiesto el caso de Enron con la pol¨ªtica energ¨¦tica de Bush-, ?por qu¨¦ no pueden hacerlo los defensores de otro mundo posible? Unos utilizan los despachos oficiales, otros las calles. Pero no se les puede demonizar ni criminalizar por este motivo. Las medidas de Tony Blair o de Silvio Berlusconi no deber¨ªan ser imitadas por nuestro Gobierno. Hay que recordar que la criminalizaci¨®n del movimiento de derechos civiles de finales de los sesenta foment¨® el IRA y otros grupos radicales violentos en Europa. Nuestras autoridades parecen estar experimentando ahora con las leyes de la f¨ªsica. Con su acci¨®n pueden estar provocando una reacci¨®n igual y en sentido contrario.
La cumbre de Barcelona, liderada por el tridente formado por Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, Tony Blair y Silvio Berlusconi, se propone abordar la liberalizaci¨®n de los mercados de la energ¨ªa y el trabajo. Creo que en Europa hay que avanzar en ese camino. Pero, en todo caso, no hay que perder de vista el hecho de que los economistas y muchos pol¨ªticos liberales tienen un excesivo gusto por lo moralmente chocante. Un ejemplo es la idea de que la liberalizaci¨®n y los mercados por s¨ª solos pueden conseguir una sociedad justa e igualitaria. Esto no tiene fundamento hist¨®rico ni emp¨ªrico. El mercado, para funcionar bien, necesita dosis bastantes elevadas de benevolencia y moralidad. Esto est¨¢ hoy bastante claro a partir de la experiencia de la lucha contra la inflaci¨®n de los a?os ochenta y del capitalismo gansteril que se ha desarrollado en algunos pa¨ªses con la privatizaci¨®n y la liberalizaci¨®n. Por eso, economistas y pol¨ªticos deber¨ªan abandonar definitivamente la postura amoral que propici¨®, al menos en La riqueza de las naciones, el ilustre fundador de la ciencia econ¨®mica, Adam Smith, al afirmar que la b¨²squeda del propio inter¨¦s por parte de cada individuo a trav¨¦s de los mercados conduce al mayor beneficio social para todos. En todo caso, los defensores m¨¢s ac¨¦rrimos del mercado y la libertad deber¨ªan recordar que el genial escoc¨¦s, presionado por Malthus, apostill¨® su afirmaci¨®n de que cada cual deber¨ªa ser libre para perseguir su propio inter¨¦s agregando la condici¨®n 'mientras no se vulneren las leyes de la justicia'.
El mundo es cada vez m¨¢s rico, pero tambi¨¦n m¨¢s desigual e injusto. Por eso, junto con la liberalizaci¨®n y la ampliaci¨®n de los mercados, las cumbres europeas e internacionales deben incorporar objetivos relacionados con la reducci¨®n de la desigualdad y la pobreza. De lo contrario, ser¨¢n cumbres cada vez m¨¢s borrascosas.
Ant¨®n Costas es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica de la Universidad de Barcelona.
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