El racismo de Augusta
Charles Barkley dice que los rectores del club de golf han alargado el campo para evitar que Tiger Woods gane su tercer Masters
Cuando el golfista negro Jim Thorpe, que se llama as¨ª en homenaje al gran Jim Thorpe, el atleta indio despose¨ªdo de sus oros de los Juegos de 1924 acusado de profesionalismo, llegaba a un club de golf para participar en un torneo el guardia de seguridad siempre le preguntaba: ?a qui¨¦n le llevas la bolsa?
Eso era el golf hasta hace bien poco: los blancos jugaban, se divert¨ªan; los negros trabajaban, eran los caddies. Eso era el golf en los a?os 80, con apenas media docena de profesionales afroamericanos en el circuito, y eso era el golf sobre todo en el Augusta National Golf Club, el club m¨¢s selecto del profundo sur. All¨ª, en el coraz¨®n de Georgia, en el club creado por Bobby Jones en plena depresi¨®n, los ¨²nicos negros que entraban eran los caddies, todos negros vestidos con un mono blanco, los camareros y los cocineros. Hasta que lleg¨® Tiger Woods y bati¨® todos los r¨¦cords en el Masters de 1997; y luego fue el momento de otro negro, el indio Vijay Singh, y luego, el a?o pasado, repiti¨® Tiger Woods.
Algo hab¨ªa cambiado en el golf; mucho hab¨ªa cambiado en Augusta, un campo en el que los chicos que se dedican a recoger los papeles del suelo ya no son necesariamente negros, un club ya dispuesto a admitir el black power. O eso piensa la mayor¨ªa. No as¨ª Charles Barkley.
Barkley, bocazas, pol¨¦mico, explosivo ex jugador de la NBA, abogado del orgullo negro, salt¨® el otro d¨ªa, desencadenado, a la portada del Sports Illustrated, y voce¨®: 'Lo que le hace Augusta a Tiger Woods es evidente racismo'.
Todo viene porque los responsables de Augusta han decidido alargar el campo, un recorrido que se hab¨ªa quedado indefenso para los tiempos que corren, la edad de la nueva tecnolog¨ªa, de los palos y las bolas supers¨®nicos, el siglo en el que cualquier chavalillo bien alimentado, atl¨¦tico y entrenado le da 300 yardas con el driver y juega con wedge el segundo golpe de los pares 4. En el nuevo Augusta, tras la remodelaci¨®n dirigida por Tom Fazio del dise?o del hist¨®rico Alistair McKenzie, la mitad de los hoyos (1, 7, 8, 9, 10, 11, 13, 14 y 18) mide unos 30 metros m¨¢s con lo que algunos b¨²nkers, como los de la primera y la ¨²ltima calle, que antes s¨®lo molestaban a los pegadores cortos y medios, entran en juego para los largos, se convierten en un incordio para gente como Love, Daly, Duval, Els o Sergio Garc¨ªa. Tambi¨¦n, claro, para Tiger Woods el jugador que convirti¨® los peligrosos pares 5 de Augusta en c¨®modos pares 4.
Por eso, al enterarse, Barkley dijo: 'Son medidas anti Tiger, quieren evitar que Tiger gane otra vez el Masters. A Jack Nicklaus [el rubio americano, el oso dorado, el hombre ejemplo del golf de toda la vida, que gan¨® seis Masters] nunca le hiceron esto'.
Tiger Woods, muy respetuoso con los poderes de su deporte, no piensa as¨ª. 'Los cambios no los han hecho pensando en m¨ª', dijo Woods, a quien los l¨ªderes culturales de su raza han reprochado que rechace afirmar que es afroamericano. 'Los han hecho pensando en las generaciones que vienen'.
Los expertos, los sabios que entienden de golf, tampoco est¨¢n de acuerdo con Barkley. Todo lo contrario. A Jack Nicklaus s¨ª que le cambiaron el campo, recuerdan: en 1967, el a?o siguiente de su segundo Masters consecutivo, construyeron el pol¨¦mico doble b¨²nker del 18?. Si a alguien le favorecen los cambios, las 300 yardas de m¨¢s que tendr¨¢ el campo a partir del pr¨®ximo Masters (11 a 14 de abril), a?aden, es a Tiger Woods, precisamente. ?l, el fen¨®meno de California, es el jugador que m¨¢s largo y m¨¢s recto y mejor le da a la bola. Y si alguien podr¨¢ seguir llegando de dos en el 11, es Tiger Woods.
Y si a alguien se perjudica con el alargamiento es a los artistas, a gente como Jos¨¦ Mar¨ªa Olaz¨¢bal. Porque si hay algo que no tragan los responsables del Augusta National es el segundo triunfo del vasco en 1999, la victoria de un jugador que no estaba entre los 150 primeros en distancia con el driver, un hecho que pon¨ªa en entredicho toda la te¨®rica de los comerciantes del moderno golf, el mito de que la distancia lo es todo.
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