Broncas ciudadanas
Un nuevo fen¨®meno sociopol¨ªtico se est¨¢ extendiendo: el de las broncas ciudadanas ante situaciones de bloqueo democr¨¢tico, contra dirigentes elegidos en las urnas o salidos de los parlamentos, pero que, una vez en el poder, act¨²an de forma antidemocr¨¢tica o simplemente al margen de la ciudadan¨ªa. Es una variante de los 'movimientos de masas no identificados', que hicieron su aparici¨®n hace unos a?os y que, a menudo, van por delante de los partidos de oposici¨®n y acaban por arrastrarlos.
El caso m¨¢s cercano es el de Italia, donde Silvio Berlusconi, convertido por las urnas en presidente del Gobierno, controla no s¨®lo la mayor parte de la televisi¨®n privada como propietario, sino tambi¨¦n la p¨²blica, y ha hecho aprobar una rid¨ªcula ley sobre su conflicto de intereses y otras medidas para impedir su procesamiento en diversas causas. Ante la par¨¢lisis de la izquierda, una parte de la ciudadan¨ªa se ha echado multitudinariamente a la calle en diversas ciudades y ocasiones en las llamadas 'rondas', simb¨®licamente en torno a los palacios de justicia, ech¨¢ndole broncas a la izquierda para que ponga fin a sus querellas internas, se una y haga oposici¨®n, al menos para 'resistir', que es su lema.
Por ello no extra?a que en tal situaci¨®n los referentes dejen de ser pol¨ªticos profesionales, y asuma este papel, por ejemplo, Nani Moretti, el director de pel¨ªculas como Caro diario o La habitaci¨®n del hijo. Aunque El Olivo ha retomado la situaci¨®n, las protestas han sido en numerosas ocasiones autoconvocadas por la sociedad civil y los espont¨¢neos comit¨¦s para la igualdad ante la ley, a trav¨¦s de los correos electr¨®nicos y otros medios sin intermediarios.
En Venezuela, donde Hugo Ch¨¢vez fue, en un principio, limpiamente elegido ante el derrumbe de unos partidos tradicionales corruptos, las protestas c¨ªvicas se han multiplicado contra lo que se est¨¢ convirtiendo en un r¨¦gimen totalitario. Se han formado comit¨¦s de seguimiento sectorial de las actividades del Gobierno en diversos ¨¢mbitos. Y la Iglesia cat¨®lica, los empresarios y los sindicatos han acordado la semana pasada una plataforma, un plan de emergencia contra Ch¨¢vez que no reclama ning¨²n golpe de Estado, sino el respeto a la legalidad. Quiz¨¢s Ch¨¢vez no se haya percatado de un efecto positivo de sus desprop¨®sitos: mientras los partidos pol¨ªticos de oposici¨®n est¨¢n desaparecidos y buscan renacer de sus cenizas, la contestaci¨®n ha generado una sociedad civil, como nunca antes en la historia venezolana.
En esta l¨ªnea entran las caceroladas en Argentina que protagoniza esa clase media desaparecida en la actual crisis, al margen de unos partidos pol¨ªticos que se han unido en torno a la pol¨ªtica de Eduardo Duhalde, y en la que una parte de la ciudadan¨ªa se ve llevada a convertirse en oposici¨®n, en pura protesta. Esa contestaci¨®n ciudadana estaba ya presente en las ¨²ltimas elecciones, a trav¨¦s de la abstenci¨®n (de un 25%) o del llamado voto bronca, nulo, que se llev¨® un 15%. Es decir, en total, una contestaci¨®n que suma alrededor de un 40%.
Es una crisis de la pol¨ªtica que puede presuponer otra pol¨ªtica, absolutamente diferente al concepto de partido leninista como vanguardia del proletariado. En todo caso, es un aviso a los partidos pol¨ªticos tradicionales que ven¨ªa tambi¨¦n anunciado por el crecimiento de los movimientos llamados antiglobalizaci¨®n (cuando lo que defienden es otra u otras globalizaciones), iniciado por organizaciones no gubernamentales y otras formas de autoorganizaci¨®n, incluidas algunas iglesias, en un tir¨®n al que han seguido, a remolque, algunos partidos de la izquierda y los sindicatos.
Esta nueva amalgama estar¨¢ presente en Barcelona con ocasi¨®n del Consejo Europeo en la segunda mitad de la semana. Lo que demuestra que los dirigentes europeos, a¨²n mayoritariamente -cada vez menos- de izquierdas, han fracasado, pues no han hecho nada para evitar que la Uni¨®n Europea se convirtiera en objeto de las protestas contra una globalizaci¨®n inicua. Barcelona deber¨ªa ser una ocasi¨®n para demostrar lo contrario. Est¨¢ por ver.
aortega@elpais.es
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