La guerra de Sharon: una verg¨¹enza mundial
La agresi¨®n militar israel¨ª contra los palestinos se cobr¨® 11 muertos y 20 heridos tan s¨®lo en la ma?ana del 7 de marzo. La v¨ªspera ya hubo 15 muertos, 13 de ellos palestinos y dos israel¨ªes. Durante esa noche, el Ej¨¦rcito israel¨ª envi¨®, contra un pueblo desarmado, unos 50 tanques, dispar¨® un misil sobre un campo de refugiados y lanz¨® ataques contra objetivos palestinos en Bel¨¦n y contra el cuartel general de Yasir Arafat, amenazando al presidente de la Autoridad Palestina y al enviado europeo Miguel ?ngel Moratinos, que se encontraba con ¨¦l. Al d¨ªa siguiente prosigui¨® sus ataques contra los campos de refugiados provocando 25 muertos. Al otro, 46 muertos... Y ruego al lector que, cuando tenga este art¨ªculo en sus manos, a?ada las nuevas v¨ªctimas que para entonces habr¨¢n engrosado esta macabra contabilidad.
Desde que se inici¨® la nueva Intifada, han muerto cerca de 1.400 personas, de ellas m¨¢s de 1.000 palestinos y 312 israel¨ªes. Y no es todo. Detr¨¢s de esta man¨ªa de Israel por arrancar a los palestinos el miserable trozo de tierra que les queda se encuentra la pol¨ªtica sistem¨¢tica de demolici¨®n de las casas palestinas, lo que el profesor Jeff Halper, de la Universidad de Beer Scheva, denomina 'el traslado tranquilo de poblaci¨®n'. Al menos 50 casas fueron destruidas durante la primera semana de marzo en los campos de refugiados de Gaza y Rafah. 'La demolici¨®n', dice Jeff Halper, 'es el arma del miedo permanente. Ninguna de esas edificaciones cuenta con permiso, los palestinos no tienen pr¨¢cticamente ninguna posibilidad de obtenerlo, ni siquiera en su propia tierra. Saben que los israel¨ªes destruyen al azar unas 50 al a?o. El miedo a perderlo todo acaba por obligar a muchos a marcharse, que es exactamente lo que pretenden los israel¨ªes'.
La estrategia de Sharon ha quedado clara. Quiere dos cosas: la eliminaci¨®n f¨ªsica de los palestinos y una guerra total en la regi¨®n para establecer en ella el gran Israel. Esto significa, a la larga, cuestionar los acuerdos de paz con Egipto y enfrentarse con Siria. Sharon lo ha dicho varias veces: no quiere la paz, no cree en ella y no quiere renunciar a las ambiciones anexionistas de la extrema derecha israel¨ª.
As¨ª pues, la estrategia de Sharon se opone, pues, a cualquier tipo de paz entre israel¨ªes y palestinos en nombre de un mesianismo fan¨¢tico. Es cierto que Israel tiene la mayor potencia de fuego de la regi¨®n; su Ej¨¦rcito, ultramoderno, cuenta con una gran experiencia militar: sus servicios de informaci¨®n son eficaces y una parte importante de la poblaci¨®n apoya, por temor, al Gobierno, sea cual sea. M¨¢s a¨²n: Sharon cuenta con la complicidad activa del ala m¨¢s dura del Partido Laborista, representada hoy por Sim¨®n Peres, que cuanto m¨¢s fuerte clama su deseo de paz m¨¢s justifica con su participaci¨®n en el Gobierno una pol¨ªtica que imposibilita la paz. Tras las destrucciones de la sangrienta noche del 6 de marzo, mientras los laboristas se replanteaban su presencia en el Gobierno, Peres volvi¨® a mostrar su extraordinaria duplicidad: 'S¨®lo abandonar¨¦ el Gobierno', afirm¨®, 'cuando tenga la convicci¨®n de que ya no act¨²a en pos de la paz'. Pero, ?qui¨¦n puede creer que un Gobierno que planifica y organiza la intensificaci¨®n de la guerra contra los palestinos es un Gobierno de paz? Los asesinatos sistem¨¢ticos de dirigentes palestinos, bautizados como 'muertes selectivas' y avalados por el Tribunal Supremo de Israel; la humillante reclusi¨®n de Arafat; los muertos que ahora se cuentan cada d¨ªa por decenas; los obst¨¢culos que se ponen a los palestinos para trabajar, para acceder a la atenci¨®n m¨¦dica y hasta para realizar el m¨¢s sencillo desplazamiento; la destrucci¨®n de las infraestructuras construidas por la Uni¨®n Europea en Palestina; el expolio de tierras y la prosecuci¨®n de la colonizaci¨®n; la asfixia econ¨®mica de los territorios: ?en eso consiste la estrategia de paz del Gobierno israel¨ª? Es una guerra de la fuerza contra el derecho, del poder¨ªo obcecado y brutal frente a la resistencia de un pueblo. Tanques contra piedras. Militares contra chavales harapientos. Peres ha dejado de ser, aparentemente, el hombre de la paz. Porque la mayor¨ªa laborista israel¨ª, y muy en especial Sim¨®n Peres, tiene una responsabilidad criminal en esta escalada. Si se opusiera con firmeza a la derecha y a Sharon, pod¨ªa abrir la v¨ªa a otra pol¨ªtica en la regi¨®n. Pero no s¨®lo no dice nada, sino que, para ocultar la terrible realidad, sigue pretendiendo creer y hacer creer en una voluntad de paz del Gobierno israel¨ª.
Incluso los aliados m¨¢s incondicionales de Israel reconocen hoy que se trata de una estrategia voluntaria de eliminaci¨®n del pueblo palestino. A ra¨ªz de las ¨²ltimas represalias israel¨ªes, el secretario de Estado estadounidense, Colin Powell, dijo ante el Congreso de su pa¨ªs: 'Si declaran la guerra a los palestinos y creen que pueden solucionar el problema pensando en cu¨¢ntos palestinos pueden morir, no creo que esto lleve a ninguna parte'.
Aprovech¨¢ndose de los atentados del 11-S, el Gobierno israel¨ª pretende desde hace meses que se crea que es un simple asunto de lucha contra el terrorismo. Es cierto que, desgraciadamente, los ataques suicidas palestinos no establecen ninguna diferencia entre civiles y militares, aunque los palestinos apunten fundamentalmente al ej¨¦rcito de ocupaci¨®n, y los actos terroristas contra civiles israel¨ªes deban ser condenados duramente. Pero nadie puede ya llamarse a enga?o. Los palestinos no son ni m¨¢s ni menos que un pueblo que resiste a una agresi¨®n. Sharon cuenta con que los ataques suicidas palestinos puedan legitimar la negativa a reconocer los derechos del pueblo palestino ante la opini¨®n p¨²blica mundial. Nada m¨¢s tr¨¢gicamente equivocado. Las v¨ªctimas inocentes son en realidad sacrificadas en el altar de la desesperaci¨®n, que es de por s¨ª una reacci¨®n ante esta situaci¨®n desesperada.
Lo que quieren la derecha y la extrema derecha israel¨ªes, lo que quiere Sharon, es un gran Israel. Pero querer eso es condenar a Israel a vivir en la guerra permanente, en el miedo cotidiano, es condenar su futuro en Oriente Pr¨®ximo. El
Gobierno parece querer preparar a la poblaci¨®n para ello: el n¨²mero de permisos de tenencia de armas se duplic¨® en 2001. ?Es ¨¦ste el futuro que los israel¨ªes quieren para sus hijos? ?Se construy¨® ese pa¨ªs para difundir el terror y vivir en el terror?
En Camp David, los negociadores israel¨ªes y palestinos casi alcanzaron un acuerdo. La responsabilidad del fracaso incumbe a ambas partes. Ni Ehud Barak ni Yasir Arafat tuvieron el valor de dar un paso adelante. El cambio de poder en Estados Unidos sell¨® este fracaso, en vez de relanzar el proceso de paz, como era de desear. Los atentados del 11-S profundizaron el conflicto, ya que EE UU, lejos de llegar a la conclusi¨®n de que hab¨ªa que encontrar una soluci¨®n a cualquier precio para impedir el avance del integrismo religioso en Oriente Pr¨®ximo, decidi¨® que era prioritario restablecer su poder debilitado. Ah¨ª tambi¨¦n naufraga la raz¨®n. El pr¨ªncipe Abdal¨¢ de Arabia Saud¨ª, al proponer el reconocimiento colectivo de Israel por los ¨¢rabes a cambio de una retirada israel¨ª de los territorios ocupados, expone la ¨²nica soluci¨®n hoy cre¨ªble para sacar a estos pueblos del odio y de la guerra. Pero hace falta algo m¨¢s. El pueblo israel¨ª debe hacer o¨ªr su voz si no quiere ver su futuro secuestrado. Los laboristas deben elegir bando. Y tambi¨¦n es necesaria una coalici¨®n firme de la comunidad internacional, de Estados Unidos, de Europa y del mundo ¨¢rabe en torno a la propuesta saud¨ª. Porque la ¨²nica soluci¨®n es la paz.
Sami Na?r es eurodiputado y profesor invitado en la Universidad Carlos III.
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