La cumbre
'La europeidad de Barcelona y de Catalu?a es uno de nuestros m¨¢s importantes activos; hemos sido europe¨ªstas cuando muy poca gente lo era en el resto de Espa?a. Y ahora nos corresponde tambi¨¦n ser ejemplo de europe¨ªsmo mediante el esp¨ªritu convivencial y tolerante que seamos capaces de poner de manifiesto durante la cumbre. Nos jugamos mucho en pocos d¨ªas'. ?Joan Clos? No, Miquel Roca i Junyent (La Vanguardia, 12 de marzo). ?Qu¨¦ buen alcalde de Barcelona hubiese sido Miquel Roca i Junyent! Alcalde de la izquierda, catalanista y de izquierda (en su d¨ªa, todos cre¨ªamos que el rojo era Roca y el blanco su amigo y colega Serra, Narc¨ªs Serra).
Mis amigos me preguntan qu¨¦ pienso hacer durante la cumbre. Si me voy o me quedo. En el caso de irme, no podr¨ªa hacerlo antes de la madrugada del viernes. El jueves (hoy, para el lector) tengo que ir, como todos los jueves, a Radio Barcelona, al Sal¨® de fumadors (donde no nos dejan fumar), que comparto con Josep Mart¨ª G¨®mez y Manuel Borrell, y al salir del programa, a las ocho, me aguardan en Laie, en la presentaci¨®n de un libro de Hugo: Escritos sobre la pena de muerte (Editorial Ronsel). Luego tengo una cena.
Lo m¨¢s acertado es invitar a algunos manifestantes, a ser posible extranjeros (pero europeos), a una 'fideu¨¤'
Me parece que voy a quedarme en Barcelona. Si viviese en la calle de Sabino de Arana, cerca de la plaza de Pius XII, como mi amiga Lola, ser¨ªa muy distinto (mi amiga Lola est¨¢ cercada por las fuerzas del orden y, seg¨²n me dice, van a dejarla unos d¨ªas sin el contenedor de la basura, por miedo a que alguien deposite en ¨¦l una bomba). Pero en mi barrio todo est¨¢ tranquilo. Los pl¨¢tanos han empezado a florecer; mos¨¦n Cinto sigue aburrido, viendo pasar los coches por la Diagonal desde lo alto de su estatua; los perros siguen cag¨¢ndose en el paseo de Sant Joan y en la terracita del Morrysson, en la esquina de Rossell¨® con Girona, uno puede tomar el sol la mar de tranquilo mientras hojea los papeles y se bebe una cerveza. La cumbre no ha llegado a mi barrio.
Voy a quedarme. Adem¨¢s est¨¢ Josefina, mi preciosa perdiz, que me trajeron el lunes de Ibi. Josefina, mi perdiz de reclamo, todav¨ªa no se ha acostumbrado a su nueva vivienda y no quisiera dejarla sola. As¨ª que, decididamente, me quedo. Y puestos a quedarme, he decidido, siguiendo el consejo de mi amigo Miquel Roca, dar ejemplo de europe¨ªsmo (am¨¦n de presentar un libro de Hugo contra la pena de muerte) haciendo gala de un esp¨ªritu convivencial y tolerante.
Por desgracia no puedo acudir a ninguna manifestaci¨®n antiglobalizaci¨®n o antiloquesea. Mi pierna no me lo permite. Porque si se diese el caso de que los enemigos del europe¨ªsmo, personas (es un decir) faltas del debido esp¨ªritu convivencial y tolerante, emprendiesen a pedradas contra los bancos, las tiendas de lujo y los odiados McDonald's, y las fuerzas del orden intentasen imped¨ªrselo, yo no podr¨ªa correr para ponerme a salvo. Aunque tengo mis dudas sobre si cuando mi amigo Miquel Roca apela a nuestro europe¨ªsmo y a nuestro talante convivencial y tolerante, nos est¨¢ invitando a participar en tal o cual manifestaci¨®n antiglobalizaci¨®n o antiloquesea. Mas bien dir¨ªa que todo lo contrario. Roca sabe muy bien que este tipo de manifestaciones suelen acabar mal, porque, de otro modo, ?c¨®mo explicar la presencia de tantos polic¨ªas?
As¨ª que, ante la incapacidad de poderme sumar a una de esas manifestaciones para hacer gala de mi europe¨ªsmo, con un esp¨ªritu convivencial y tolerante, he pensado que lo m¨¢s acertado es invitar a algunos manifestantes, a ser posible extranjeros (pero europeos), a almorzar el s¨¢bado una fideu¨¤ (la hacen riqu¨ªsima) en la terracita del Morrysson. Un buen almuerzo mediterr¨¢neo y europeo, con vino del pa¨ªs, caf¨¦, copa y un cigarro. Un almuerzo en el que podemos hablar de Europa, de la Europa de la cultura y de los derechos y deberes de los europeos, que es la Europa que a m¨ª m¨¢s me interesa. Un almuerzo para reponer fuerzas antes o despu¨¦s de tal o cual manifestaci¨®n.
Operaci¨®n Triunfo. Parece ser que se acab¨® el tinglado (pero volver¨¢, pueden estar seguros): Rosa ha sido elegida para representar a Espa?a en el pr¨®ximo festival de Eurovisi¨®n. ?Tanto jaleo para mandar una chica a un festival desprestigiado, del que cualquier europeo medianamente sensato deber¨ªa sentirse avergonzado? Pues s¨ª. ?Volvemos a los a?os del La, la, la? Eso parece. Cuando naci¨® el festival de Eurovisi¨®n, al que en un principio, no se por qu¨¦, no fuimos invitados o no quisimos ir, yo, ingenuo de m¨ª, llegu¨¦ a creerme que de aquel festival iba a surgir una canci¨®n estupenda, una canci¨®n que ¨ªbamos a poder cantar todos los europeos. Estaba convencido de que los mejores m¨²sicos, los mejores poetas, los mejores cantantes del continente iban a competir para dar vida a la canci¨®n de los europeos. Pero no fue as¨ª. Los europeos seguimos cantando el Que ser¨¢, ser¨¢ o, en el peor de los casos, aquello de 'no me gusta que a los toros te pongas la minifalda'.
Han pasado los a?os y no se ha conseguido dar con una canci¨®n europea, una canci¨®n como Lili Marleen, que fue la canci¨®n de Europa durante la II Guerra Mundial. Hay himnos europeos, como La marsellesa o el Himno a la alegr¨ªa, que es, creo, el himno de la Comunidad Europea. Pero no hemos dado con una canci¨®n europea, reconocible y aceptada por todos. Tal vez dar con esa canci¨®n resulte m¨¢s dif¨ªcil que dar con el euro. Tal vez las canciones sean plurales y cada pueblo, cada naci¨®n, tenga las suyas. Recuerdo que de jovencito, cuando empec¨¦ a viajar por Europa, sol¨ªa encontrarme con muchachos de mi edad que me ped¨ªan que les cantase una canci¨®n de mi pueblo, y yo les cantaba La dama d'Arag¨® o La can?¨® del lladre, y ellos me cantaban Le roi Renaud o Michelemm¨¤. Era una manera muy agradable de aprender a ser europeo. ?sa, la Europa de las canciones, es la Europa que a m¨ª me agrada, y no la Europa del festival de Eurovisi¨®n. El s¨¢bado, despu¨¦s del almuerzo, podr¨ªamos cantar. Espero que est¨¦ permitido.
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