Esa maravillosa herencia del pasado
Los escritores no suelen asistir con frecuencia a los conciertos de m¨²sica cl¨¢sica. Hay excepciones, desde luego, y una de ellas es la de Antonio Mu?oz Molina. Es una bendici¨®n verle ensimismado despu¨¦s de unas suites de Bach, o de un cuarteto de Shostak¨®vich, o de una ¨®pera de Debussy. Transmiti¨® a sus lectores la emoci¨®n que le produce la m¨²sica en uno de sus ¨²ltimos art¨ªculos en el suplemento dominical de este peri¨®dico. Y entre su admiraci¨®n por Bach, o por Pell¨¦as et M¨¦lisande, se deslizaba un pensamiento como m¨ªnimo inquietante: 'Da tristeza pensar que casi toda la m¨²sica mejor pertenece al pasado', dec¨ªa.
Es m¨¢s inquietante precisamente por venir esta afirmaci¨®n de donde viene. No es la actitud ante la m¨²sica de Mu?oz Molina la de otros de sus colegas literarios, que simplemente la ignoran o la detestan. Me refiero, sobre todo, al campo de la creaci¨®n contempor¨¢nea. El alborozo con el que algunos recibieron el ensayo cr¨ªtico de Alessandro Baricco El alma de Hegel y las vacas de Wisconsin es verdaderamente revelador. Es un libro en el que se cuestionan (con fundamento o no, eso es otra historia que no viene al caso) algunos de los pilares fundamentales de la m¨²sica del siglo XX. A veces esos mismos escritores, u otros, arremeten tambi¨¦n contra la, seg¨²n ellos, banalidad del arte pl¨¢stico m¨¢s reciente y afirman que nada es comparable a las grandes creaciones del pasado. Lo curioso es que nunca hagan una reflexi¨®n parecida en cuanto a la literatura de otros periodos hist¨®ricos comparada con la que se hace hoy. Los criterios de ruptura, libertad y experimentaci¨®n asumidos por compositores y artistas pl¨¢sticos posiblemente han dificultado el grado de comunicaci¨®n m¨¢s inmediata entre sus obras y la sociedad en general. Disponen, de todas formas, tanto unos como otros, de sus espacios de actuaci¨®n, y creo que no se enga?an a s¨ª mismos sobre lo que representan. La literatura tiene, en cualquier caso, un panorama menos complicado, empujada por las leyes del mercado, la continuidad del lenguaje, el mayor espaldarazo de los medios de comunicaci¨®n y, si me apuran, por la no infrecuente autocomplacencia de sus creadores.
La convivencia entre lo antiguo y lo moderno es una de las claves de la sensibilidad cultural de nuestros d¨ªas. Es muy significativo, por poner un ejemplo, la atenci¨®n permanente que la Filmoteca Nacional dispensa a los cl¨¢sicos del cine y la respuesta que despierta en las generaciones j¨®venes. Las colas hace unos d¨ªas para ver S¨®lo se vive una vez, de Fritz Lang, eran espectaculares. El acceso, por los medios que sean, a todos los periodos de la creaci¨®n no solamente enriquece las perspectivas sino que es un factor fundamental para una apreciaci¨®n m¨ªnimamente sensata de los valores art¨ªsticos en su contexto hist¨®rico. En cine, en arte, en m¨²sica y tambi¨¦n en literatura.
Es cierto que la m¨²sica llamada culta se ha quedado m¨¢s rezagada que las otras formas de expresi¨®n art¨ªstica en lo que podr¨ªamos llamar reconocimiento social, suplantada en ocasiones por m¨²sicas de consumo m¨¢s f¨¢cil y en otras por la propia din¨¢mica del escaso, en t¨¦rminos comparativos y como dicen los analistas t¨¦cnicos, volumen de negocio asociado. Tambi¨¦n es cierto que la mayor¨ªa de los compositores son conscientes del problema y que han hecho inmensos esfuerzos en las d¨¦cadas recientes por romper esa pescadilla que se muerde la cola. A m¨ª no me da tristeza, como a Mu?oz Molina, pensar en la hip¨®tesis de que, musicalmente hablando, cualquier tiempo pasado fue mejor. Las cosas son como son y no hay que darle m¨¢s vueltas. Aunque tengo confianza, dada su sensibilidad y predisposici¨®n, en que el escritor andaluz acabar¨¢ probablemente apreciando las bellezas que contienen las obras de Kurt¨¢g, Berio, Ligeti o Henze, un cuarteto de cl¨¢sicos de nuestros d¨ªas, con la misma ilusi¨®n o parecida que ahora demuestra con Bach o Debussy. Es un salto natural, a poco que la curiosidad acompa?e. Y en este caso, o mucho me enga?o, o acompa?a.
Una muestra de que la m¨²sica actual no es de las que sirven para quitar el miedo a los ni?os es la reacci¨®n entusiasta que han suscitado en Madrid los ¨²ltimos conciertos dedicados a Wolfgang Rihm en v¨ªsperas de su 50? cumplea?os, tanto los integrados en el magn¨ªfico ciclo La escena imaginaria que organiza el activo Xavier G¨¹ell, como el cuarteto de cuerda que toc¨® el fabuloso Cuarteto Alban Berg en el Liceo de C¨¢mara. Madrid ha reaccionado como Salzburgo, Lucerna o Berl¨ªn a las creaciones de un compositor que en cierto modo representa la v¨ªa emocional de la m¨²sica actual. ?l mismo lo dec¨ªa cuando salt¨® a la palestra en 1974. 'La m¨²sica debe estar llena de emoci¨®n, la emoci¨®n llena de complejidad'. Como la literatura o como la vida misma. A los que no les convenza demasiado este planteamiento siempre tendr¨¢n a mano Operaci¨®n Triunfo. Es un consuelo, y no peque?o.
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