Alambradas
Primo Levi tuvo la suerte de no ser deportado a Auschwitz hasta 1944, cuando el gobierno alem¨¢n, debido a la escasez de mano de obra, habia decidido ya alargar la vida de los prisioneros jud¨ªos, concedi¨¦ndoles algunas mejoras en el campo de concentraci¨®n y suspendiendo temporalmente las matanzas. Con esta declaraci¨®n de fortuna, cruelmente real y seca, comienza Si esto es un hombre, uno de los libros m¨¢s conmovedores que he le¨ªdo. Primo Levi cuenta la historia de su cautiverio con una precisi¨®n hiriente, sin adornos estil¨ªsticos y sin desahogos sentimentales, porque con el horror moral no se puede hacer literatura. El infierno es un lugar en el que las palabras no deben detenerse, ni pensar mucho en s¨ª mismas. Conviene resbalar sobre la humillaci¨®n con una lejan¨ªa de ecribiente neutral, de voz preocupada en sobrevivir, de coraz¨®n que ha llegado a conocer la mentira de los adjetivos. Hay cosas que no necesitan ninguna calificaci¨®n, que viven en la rotundidad de su presencia. Primo Levi fue detenido por las Milicias fascistas, fue entregado a los nazis, viaj¨® por los campos de Europa en un tren sobrecargado de gente, de fr¨ªo y de hambre, pis¨® una estaci¨®n que no era un simple punto de llegada, sino la boca de la Historia con dientes de ser humano; y le dieron un n¨²mero, y le marcaron la piel, y se acostumbr¨® a vivir en la rutina de la degradaci¨®n, en las horas contadas del vac¨ªo y la supervivencia. Lo peor no es que te borren el nombre, lo peor es que uno llega a ser incapaz de recordarlo. El horizonte se reduce de pronto a conspirar por un trozo de pan, unos cent¨ªmetros de litera o un minuto de descanso. Hay que aprender a robar, a estafar, a colocarle a otro las vigas m¨¢s pesadas, las tareas m¨¢s repugnantes, porque la dignidad no consigue muchos equilibrios sobre la cuerda de los instintos animales. Evocando una situaci¨®n en la que ni siquiera se sent¨ªa propietario de sus sue?os, Primo Levi escribe: 'Si desde el interior del campo alg¨²n mensaje hubiese podido dirigir a los hombres libres, habr¨ªa sido ¨¦ste: no hag¨¢is nunca lo que nos est¨¢n haciendo aqu¨ª'.
Han cambiado los tiempos. Hoy llegan noticias desde el interior de los campos de concentraci¨®n, y los prisioneros pueden mandar mensajes, incluso nos ofrecen su propia imagen a la hora de llorar, matar o morir. El problema es que no hay hombres libres al otro lado de las alambradas, no hay nadie capaz de o¨ªr los mensajes que se emiten desde el interior de la vileza. Las alambradas son una frontera entre el dolor y el bienestar, pero no entre la libertad y el cautiverio. Si hubiese hombres y mujeres libres, con capacidad de decidir entre el bien y el mal, no tendr¨ªan m¨¢s remedio que o¨ªr los mensajes que llegan desde los campos de exterminio. Algo ha pasado, las v¨ªctimas est¨¢n m¨¢s solas que nunca, y hemos aprendido a convivir con el enga?o de nuestras conciencias. Los espejos reproducen caras con colmillos, pero hemos aprendido a no reconocernos en los espejos. Ahora que el Estado de Israel marca los cuerpos de los palestinos, la historia de Primo Levi es m¨¢s desoladora que nunca. En el interior del campo, los condenados gritan con la ilusi¨®n de que alguien los oiga. Les queda por descubrir que ya no hay hombres libres al otro lado de las alambradas.
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