Gilda no tiene vacaciones
La medici¨®n precisa de los precios y su tasa de variaci¨®n, la inflaci¨®n, es fundamental para el an¨¢lisis de la mayor¨ªa de los problemas econ¨®micos y la toma de decisiones correctas de los agentes. Unos precios elaborados con error originan discrepancias, por ejemplo, entre el verdadero valor y el valor registrado de los salarios reales, afectan a los impuestos y a los programas de gastos de las administraciones p¨²blicas que est¨¢n corregidos por la inflaci¨®n, y condicionan la pol¨ªtica monetaria y fiscal con efectos sobre el d¨¦ficit presupuestario y la deuda p¨²blica. Adem¨¢s, por tratarse de un input en la elaboraci¨®n de las cuentas nacionales, de las que se obtiene el valor del PIB de una econom¨ªa, unos precios estimados con un sesgo positivo, conllevan a su vez la subvaloraci¨®n de la tasa de crecimiento real de las econom¨ªas, afectando por lo tanto a la comparaci¨®n internacional en los indicadores de desarrollo. Tal vez seamos m¨¢s ricos de lo que pensamos, tengamos una mayor deuda p¨²blica de la que nos merecemos, y estemos pagando menos impuestos de los que debemos. Pero tambi¨¦n, si el ¨ªndice utilizado para deflactar algunas series es incorrecto, ciertas regularidades emp¨ªricas de las econom¨ªas observadas a lo largo del tiempo y que han desencadenado en su explicaci¨®n aut¨¦nticas tormentas de cerebros, pueden ser falaces.
En los ¨²ltimos a?os se ha venido culpando al sector tur¨ªstico de las subidas del IPC
El IPC se identifica como un ¨ªndice del coste de la vida, aunque es una estimaci¨®n
La estimaci¨®n del nivel de precios de una econom¨ªa deber¨ªa tender a reflejar del modo m¨¢s fiel posible el verdadero ¨ªndice del coste de la vida. Cuando los economistas tratan de cuantificar su variaci¨®n desean obtener una respuesta a la pregunta sobre cu¨¢nta renta adicional necesitan los consumidores para, con los nuevos precios, mantener el nivel de satisfacci¨®n del que disfrutaban con los viejos precios. Sintetizar la verdadera respuesta a esta cuesti¨®n con un ¨²nico indicador agregado, en econom¨ªas en las que existen millones de consumidores con preferencias distintas y cientos de miles de art¨ªculos objeto de deseo, es un objetivo imposible.
La principal y m¨¢s valiosa fuente de informaci¨®n en la medici¨®n de los precios y el c¨¢lculo de la inflaci¨®n, la constituye el Indice de Precios al Consumo (IPC), que en Espa?a elabora el Instituto Nacional de Estad¨ªstica (INE). De hecho, el IPC suele identificarse como un ¨ªndice del coste de la vida, aunque no es m¨¢s que una estimaci¨®n (buena o mala) del mismo. En todos los pa¨ªses existen instituciones estad¨ªsticas encargadas de elaborar el equivalente al IPC espa?ol.
En Estados Unidos, en 1996 un grupo de expertos economistas fue designado para estudiar el IPC. El llamado Informe Boskin concluy¨® que el IPC estadounidense sobreestimaba el verdadero coste de la vida en 1,1 puntos porcentuales al a?o en t¨¦rminos medios. Las consecuencias de este sesgo se trasladaban, por ejemplo, a un incremento de un trill¨®n (americano) de d¨®lares en la deuda p¨²blica en un periodo de 12 a?os, y a un crecimiento del PIB registrado inferior en 0,5 puntos porcentuales al a?o respecto al corregido. El Informe Boskin sacudi¨® conciencias entre los funcionarios estad¨ªsticos y prepar¨® la sonrisa del pol¨ªtico iluminado por la esperanza de haber tenido la peor estimaci¨®n de precios. En los institutos de estad¨ªstica de muchos pa¨ªses se inici¨® la hora del cambio.
En Espa?a, el cambio metodol¨®gico llevado a cabo por el INE en la elaboraci¨®n del IPC se incorpora por completo a partir de febrero de 2002. La nueva metodolog¨ªa introduce importantes novedades a las que conviene saludar como avances en la direcci¨®n adecuada. En primer lugar, las ponderaciones se actualizar¨¢n con la Encuesta Continua de Presupuestos Familiares en periodos inferiores a los dos a?os. Ello facilitar¨¢ la adaptaci¨®n del ¨ªndice a los cambios de h¨¢bitos de los consumidores y la inclusi¨®n de nuevos productos que aparezcan en el mercado y que tengan un peso espec¨ªfico en el presupuesto de los consumidores. En segundo lugar, se incluir¨¢n las ofertas y rebajas, que no eran objeto de consideraci¨®n en el antiguo IPC. En EE UU la omisi¨®n de las rebajas a?ade un 0,1 punto de porcentaje al sesgo alcista de la estimaci¨®n. Por ¨²ltimo, el nuevo sistema introducir¨¢ nuevos procedimientos de correcci¨®n de precios para tener en cuenta los cambios producidos en la calidad de los bienes y servicios. Si la inflaci¨®n ha de ser una imagen fiel del deterioro que los precios provocan en el bienestar de los individuos, los aumentos de calidad han de descontarse de las variaciones en precios, pues contribuyen a elevar su nivel de satisfacci¨®n. Este es el factor cuya omisi¨®n m¨¢s contribuye a elevar el sesgo del IPC, de acuerdo con el Informe Boskin.
Las novedades incluidas en el nuevo sistema espa?ol van a originar importantes cambios en la medici¨®n de la variaci¨®n de los precios, tales como los bienes de consumo de alta tecnolog¨ªa, que sufrir¨¢n importantes ajustes debidos b¨¢sicamente a la mejora en la calidad. Menos evidente parece el que en nuestra opini¨®n deber¨ªa ser uno de los sectores m¨¢s afectados por los cambios metodol¨®gicos: el turismo.
En los ¨²ltimos a?os, y de forma recurrente coincidiendo con los meses de verano, se ha venido culpando al sector tur¨ªstico de las subidas del IPC. Existe un p¨²blico desacuerdo sobre este punto entre representantes del Ministerio de Econom¨ªa y los empresarios del sector, que se cuestionan si el ¨ªndice registra adecuadamente las variaciones de precios asociados a los servicios tur¨ªsticos. Nuestra opini¨®n es que no lo hace, y los argumentos que respaldan nuestra posici¨®n son los que ahora se esgrimen para cambiar la metodolog¨ªa de elaboraci¨®n del IPC: las ponderaciones de los componentes tur¨ªsticos del IPC no son las apropiadas; no se ha tenido en consideraci¨®n la pr¨¢ctica cada vez m¨¢s extendida de los descuentos y ofertas en los precios aplicados principalmente al alojamiento y transporte; y no se han recogido las importantes mejoras en la calidad de los hoteles.
Por ejemplo, en lo que se refiere a los descuentos, los precios utilizados en la elaboraci¨®n del componente tur¨ªstico del IPC siguen siendo los precios de tarifa. Sin embargo, en los ¨²ltimos 30 a?os se ha producido un cambio estructural que ha afectado a la pr¨¢ctica de fijaci¨®n de precios por los hoteles, reduci¨¦ndose la importancia del precio de tarifa a medida que los descuentos, bonos y ofertas ganaban en importancia, de modo que pasar la noche en un hotel y tener que pagar el precio de tarifa, sin ning¨²n tipo de descuento, empieza a ser ya m¨¢s la excepci¨®n que la regla. Esta es una raz¨®n por la que las variaciones en los precios de los hoteles en estos a?os han podido estar sobrevaloradas.
En cuanto a los ajustes de calidad una forma de abordarlos es por medio de regresiones hed¨®nicas. De acuerdo con la hip¨®tesis hed¨®nica, un bien o servicio heterog¨¦neo puede contemplarse como el agregado de un conjunto de caracter¨ªsticas, que de forma individual provocan satisfacci¨®n a los individuos. Caracter¨ªsticas como pueden ser la situaci¨®n del hotel, los metros cuadrados de la habitaci¨®n o el hecho de tener o no mini-bar est¨¢n en la base de la elecci¨®n de un establecimiento y del precio que abona un cliente. El m¨¦todo de elaboraci¨®n del nuevo IPC en principio considera utilizar este tipo de regresiones en bienes como los electrodom¨¦sticos, pero no existen referencias en su aplicaci¨®n a los componentes tur¨ªsticos. No obstante, si se utiliza la metodolog¨ªa hed¨®nica para volver a calcular los precios de los hoteles y se compara el resultado con el IPC obtenido de la manera tradicional, el resultado obtenido refleja que el crecimiento puro de los precios ha sido muy inferior al obtenido seg¨²n los c¨¢lculos realizados con el m¨¦todo tradicional del IPC.
Pero junto con los hoteles, el otro componente completamente tur¨ªstico del IPC son los llamados servicios tur¨ªsticos, que se refieren a viajes organizados, lo que generalmente se conoce como paquetes tur¨ªsticos. Un rastreo de la serie de precios de los servicios tur¨ªsticos desde principios de los noventa, permite se?alar a julio de 1997 como el origen del espectacular crecimiento de los precios tur¨ªsticos estimados por el INE. No parecen existir razones, ni coyunturales, ni estructurales, que expliquen el cambio de tendencia en los precios de los servicios tur¨ªsticos, por lo que todo parece indicar alg¨²n tipo de anomal¨ªa introducida en la medici¨®n de los precios a partir de julio de 1997. Dadas las restricciones metodol¨®gicas, presupuestarias y de capital humano en el modo de operar de los institutos de estad¨ªstica de todos los pa¨ªses, el efecto de cualquier perturbaci¨®n introducida en el proceso de medici¨®n de los precios, en alguna de sus etapas de recogida o procesamiento de la informaci¨®n, puede perpetuarse en el tiempo. Desde enero de 1996 hasta diciembre de 2001, los precios de los servicios tur¨ªsticos han aumentado un 118% mientras que los precios del principal componente del coste, los hoteles, lo han hecho en un 38%. Tampoco puede atribuirse el incremento en los precios de los servicios tur¨ªsticos al transporte, el otro componente del precio de los paquetes tur¨ªsticos.
En suma, la actividad tur¨ªstica una vez m¨¢s viene a representar el papel de ni?a guapa de la econom¨ªa espa?ola, como lo viene haciendo durante muchos a?os. Conscientes de ello los empresarios tur¨ªsticos no dejan de reclamar de las autoridades unas atenciones que cabr¨ªa calificar de tipo casi sentimental, las cuales por otra parte nunca las han recibido. Mientras, desde el Gobierno se juzga al turismo de forma inflexible, sabedores de su importancia y del peso de los efectos que cualquier distorsi¨®n en su comportamiento puede tener en los indicadores macroecon¨®micos, en los que descansa en gran medida la imagen del pol¨ªtico. La actividad tur¨ªstica es la Gilda de nuestra econom¨ªa, condenada a repetir sin descanso la danza de sensual rendici¨®n ante la mirada severamente enamorada de su esposo-jefe: 'Put the blame on Mane, boys'.
Javier Ferri es profesor de la Universidad de Valencia; Vicente M. Monfort de la Jaume I de Castell¨®n, y Ezequiel Uriel de la Universidad de Valencia y miembro del IVIE.
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