La vecindad de Europa con el islam
Hace mil a?os la ciencia isl¨¢mica era muy superior a la europea. Los europeos de hoy a menudo no somos conscientes de ello. Pocos saben que el califato ¨¢rabe fundado en C¨®rdoba a mediados del siglo VIII fue durante mucho tiempo un insigne centro intelectual, al que Europa debe importantes ideas y conocimientos en casi todas las ciencias, incluidas la filosof¨ªa y la teolog¨ªa. Eran eruditos ¨¢rabes de C¨®rdoba los que, junto con eruditos cristianos y jud¨ªos, transmitieron los escritos y el saber de los autores griegos cl¨¢sicos a la Europa medieval (fueron tambi¨¦n los ¨¢rabes los que hicieron de mediadores de algunas t¨¦cnicas civilizatorias de China hacia Europa). El manual m¨¦dico del persa Avicena (en ¨¢rabe, lbn Sina, muerto en 1037) sirvi¨® de canon a los galenos de toda la Edad Media, lo mismo que la obra de Averroes (en ¨¢rabe, lbn Rusd, muerto en 1198). Fueron las cruzadas promovidas por los papas contra los musulmanes de Oriente Pr¨®ximo (desde 1096) y la Reconquista espa?ola (finalizada en 1492), dirigida tanto contra ¨¦stos como contra los jud¨ªos, las que acabaron pr¨¢cticamente con el contacto intelectual entre europeos cristianos y ¨¢rabes isl¨¢micos.
A finales del siglo XXI habr¨¢ tantos turcos como alemanes y franceses juntos. Quienes quieran acoger a Turqu¨ªa en la Uni¨®n Europea deber¨ªan tener presente estas cifras
Los europeos debemos respetar la identidad religiosa y cultural de nuestros vecinos isl¨¢micos, entre otras razones para conservar a largo plazo nuestra propia identidad com¨²n europea
La buena vecindad con el islam se convertir¨¢, en el transcurso del nuevo siglo, en una de las condiciones necesarias para que Europa se autoafirme en su papel en el mundo
Desde Marruecos o Argelia hasta Egipto, desde Ir¨¢n o Irak hasta Turqu¨ªa, y tambi¨¦n en los Balcanes, m¨¢s de 300 millones de musulmanes viven cerca de nosotros
El islam en Europa
La cultura europea actual tiene m¨²ltiples y fuertes influencias isl¨¢micas. No obstante, entre los europeos existe desde la Edad Media un sentimiento secular de rechazo hacia el islam alimentado por las iglesias. Esta situaci¨®n tal vez ser¨ªa soportable para ambas partes si vivi¨¦ramos muy alejados los unos de los otros. Pero resulta que no nos separan grandes distancias geogr¨¢ficas, y que las modernas t¨¦cnicas de comunicaci¨®n se encargan de acortarlas cada vez m¨¢s. Desde Marruecos o Argelia hasta Egipto, desde Ir¨¢n o Irak hasta Turqu¨ªa, y tambi¨¦n en los Balcanes, m¨¢s de trescientos millones de personas de religi¨®n y cultura isl¨¢micas viven cerca de nosotros. Sus tasas de natalidad doblan las europeas. Va siendo hora de que ambas partes aprendan a aceptarse mutuamente como vecinos.
La aproximaci¨®n se ve dificultada por el hecho de que el escaso conocimiento del islam entre los europeos est¨¢ te?ido de prejuicios negativos y, por otra parte, por el nivel de vida notablemente inferior que tienen la gran mayor¨ªa de nuestros vecinos musulmanes comparado con el de la mayor¨ªa de los europeos. Esto ¨²ltimo provoca una inmigraci¨®n musulmana hacia los Estados de la Uni¨®n Europea, y a medida que ¨¦sta aumenta crece el malestar entre los europeos, generando a menudo rechazo e incluso hostilidad.
Hoy en d¨ªa viven en Alemania y en Francia tres millones de musulmanes en cada uno; en el Reino Unido, un mill¨®n y medio, y en Holanda, medio mill¨®n. En ninguna parte se ha logrado una verdadera integraci¨®n a la manera de un crisol (menos que en ning¨²n sitio en Alemania, donde hasta hace poco incluso se negaba la ciudadan¨ªa a los hijos de inmigrantes musulmanes nacidos y educados en el pa¨ªs). Tampoco se puede esperar que en el futuro se produzca una verdadera integraci¨®n de los inmigrantes que se sumen a los ya existentes, por lo que la Uni¨®n Europea debe adoptar medidas comunes para limitar la inmigraci¨®n.
Hace dos d¨¦cadas, un primer ministro turco me explic¨® que, dadas sus elevadas tasas de natalidad, Turqu¨ªa tendr¨ªa que enviar a Alemania otros veinte millones de ciudadanos turcos hasta finales del siglo XX (o sea, hasta ayer). Rechac¨¦ entonces esa idea. Si alguna vez llegara a producirse una inmigraci¨®n de tales dimensiones, ¨¦sta provocar¨ªa la supresi¨®n de la libre circulaci¨®n de personas en el interior de la Uni¨®n Europea, cuando no un descalabro de proporciones mayores. Turqu¨ªa cuenta hoy con sesenta millones de personas, y dentro de treinta y cinco a?os habr¨¢ alcanzado los cien millones. Seg¨²n los pron¨®sticos actuales, a finales del siglo XXI habr¨¢ tantos turcos como alemanes y franceses juntos. Quienes quieran acoger a Turqu¨ªa en la Uni¨®n Europea deber¨ªan tener presente estas cifras.
Los que defiendan esa idea tambi¨¦n deber¨ªan preguntarse qu¨¦ caracter¨ªsticas ha de tener una 'pol¨ªtica exterior com¨²n' con la inclusi¨®n de Turqu¨ªa. El pa¨ªs de Asia Menor tiene fronteras con Siria, Irak, Ir¨¢n y Armenia. Desde hace siglos est¨¢ enzarzado en un conflicto con Grecia, y no exclusivamente por el caso de Chipre. Casi forzosamente, Turqu¨ªa se ver¨ªa involucrada en cualquier guerra futura en Oriente Pr¨®ximo, ya que tiene importantes intereses de seguridad en la regi¨®n. El problema de los kurdos -pueblo que probablemente comprende cerca de veinte millones de personas y que por desgracia no recibi¨® un Estado propio de manos de las potencias vencedoras de la I Guerra Mundial cuando ¨¦stas repartieron el antiguo imperio otomano- no s¨®lo afecta a Turqu¨ªa, sino tambi¨¦n a Irak (en estos dos Estados reside casi la mitad de la poblaci¨®n kurda; adem¨¢s, hay kurdos en las zonas colindantes de Siria, L¨ªbano e Ir¨¢n).
La secular animosidad entre turcos y rusos puede rebrotar una vez que muchos pueblos de Asia Central han recuperado su independencia. En las rep¨²blicas isl¨¢mico-sun¨ª se hablan idiomas muy afines al turco actual. Esa afinidad ling¨¹¨ªstica, que permite prescindir de int¨¦rpretes en muchos casos, se extiende hasta los uigures, que habitan en el oeste de la provincia china de Xinjiang. El petr¨®leo centroasi¨¢tico y los oleoductos son otra fuente de posibles conflictos con Rusia, que tardar¨¢ en asimilar la p¨¦rdida de las cinco rep¨²blicas en la regi¨®n.
Probablemente, Turqu¨ªa, en cuanto miembro de la OTAN, se hallar¨¢ en el futuro en una situaci¨®n m¨¢s complicada que en la ¨¦poca de la guerra fr¨ªa entre Este y Oeste. A los ojos de los actuales pol¨ªticos estadounidenses sigue siendo un pilar importante de su estrategia de dominio en Oriente Pr¨®ximo, tanto frente a Rusia como frente a la Uni¨®n Europea, raz¨®n por la cual Washington promueve con insistencia su acogida en la Uni¨®n.
Diferencias culturales
Aparte de las implicaciones geopol¨ªticas aqu¨ª esbozadas, existe una serie de profundas diferencias culturales que condicionan decisivamente las intenciones de Turqu¨ªa de ingresar en la Uni¨®n Europea. Turqu¨ªa, gracias a las reformas llevadas a cabo por Kemal Atat¨¹rk en los a?os veinte y treinta, es un Estado laico. El feudalismo fue abolido. A diferencia de Ir¨¢n, existe una clara separaci¨®n entre Estado y poder religioso, y contrariamente a los casos de Irak y Siria, el pa¨ªs se rige por una Constituci¨®n democratico-parlamentaria que funciona.
El verdadero poder, no obstante, recae sobre el consejo de seguridad, presidido por el jefe de Estado y en el cual nada puede decidirse contra el generalato supremo. La c¨²pula militar vela por el cumplimiento de las reformas kemalistas, oponi¨¦ndose a la subrepticia reislamizaci¨®n de la sociedad, de las costumbres y de la vida p¨²blica. El control supremo de los militares proporciona cierta seguridad a los turcos de pensamiento laico, aunque ir¨®nicamente supone una limitaci¨®n para la democracia. Pero el desenlace del proceso de reislamizaci¨®n es incierto, y el fundamentalismo puede ser una salida probable.
He visitado Turqu¨ªa en reiteradas ocasiones, tambi¨¦n a t¨ªtulo particular. En mi funci¨®n de canciller puse en marcha una iniciativa internacional para que Turqu¨ªa recibiera un importante cr¨¦dito de ayuda. Siempre me he considerado un vecino amigo de los turcos. Sin embargo, en vista de las grandes diferencias culturales y de los reparos geopol¨ªticos, tengo que adherirme a la opini¨®n del antiguo ministro de Exteriores franc¨¦s Andr¨¦ Fran?ois-Poncet y desaconsejar la acogida de Turqu¨ªa en la Uni¨®n. Las diferencias con respecto a la cultura europea son mucho m¨¢s significativas que en el caso de Rusia o de Ucrania. No obstante, quien desee incorporar a Turqu¨ªa en la Uni¨®n Europea ha de saber con qu¨¦ argumentos va a rechazar las eventuales solicitudes de adhesi¨®n de Egipto, Marruecos, Argelia o Libia. De hecho, Egipto y Marruecos presentan estructuras pol¨ªticas similares a las de Turqu¨ªa. Todos estos Estados se hallan en otros continentes, y una ampliaci¨®n de la Uni¨®n Europea hacia Asia y ?frica ser¨ªa un acto de descerebrada megaloman¨ªa.
Pero queda el hecho de que en fechas recientes el Consejo Europeo declar¨® a Turqu¨ªa candidato oficial a la adhesi¨®n. Este paso responde a una declaraci¨®n de intenciones de la antigua Comunidad Econ¨®mica Europea realizada en los primeros a?os sesenta y, por otra parte, a presiones diplom¨¢ticas ejercidas por Estados Unidos. Naturalmente, la declaraci¨®n de los jefes de Estado y de Gobierno no estuvo libre de c¨¢lculos inconfesados. En efecto, conf¨ªan en que Turqu¨ªa no est¨¦ en un futuro pr¨®ximo en condiciones de cumplir los requisitos de adhesi¨®n, vigentes por igual para todos los pa¨ªses aspirantes, en particular el principio de protecci¨®n de minor¨ªas con respecto a su elevado porcentaje de poblaci¨®n kurda. Habr¨ªa sido mejor poner las cartas boca arriba. El precedente creado cuarenta a?os atr¨¢s, en los tiempos de la Comunidad Econ¨®mica Europea, no puede atar las manos a la actual Uni¨®n pol¨ªtica, entidad completamente diferente a la que se preve¨ªa en las circunstancias de entonces. Lo que Turqu¨ªa necesita es un tratado de gran alcance sobre asociaci¨®n, cooperaci¨®n y exenci¨®n arancelaria mutua. La Uni¨®n Europea deber¨ªa declararse dispuesta a firmar un tratado de esas caracter¨ªsticas.
La influencia pol¨ªtica del clero musulm¨¢n es muy desigual entre los pueblos y Estados isl¨¢micos de Oriente Pr¨®ximo, el norte de ?frica o la regi¨®n del C¨¢ucaso; en general, es mayor entre los shi¨ªes que entre los sun¨ªes. A ello se suma el hecho de que las tradiciones cor¨¢nicas no conocen la doctrina de los dos reinos, es decir, la religi¨®n reclama una influencia directa sobre los ¨¢mbitos de la vida p¨²blica y de la pol¨ªtica. Las estructuras sociales y pol¨ªticas son relativamente inestables comparadas con las de Europa. En algunos Estados puede haber cambios de r¨¦gimen violentos o tentativas golpistas con un papel destacado del fundamentalismo religioso (v¨¦ase el ejemplo de Ir¨¢n con el ayatol¨¢ Jomeini). El fundamentalismo tiene muchas oportunidades de triunfar sobre todo en las ciudades, donde se hacinan muchedumbres azotadas por la pobreza. Hay quienes intentan desviar la atenci¨®n denunciando a los europeos o norteamericanos como responsables de la miseria de las masas. As¨ª se genera una amalgama de motivos religiosos, sociales y nacionalistas.
Esas tendencias se nutren, por un lado, del hecho de que los actuales fieles isl¨¢micos no oigan en boca de sus sacerdotes y maestros pr¨¢cticamente nada positivo sobre los cristianos, a la vez que, inversamente, los cristianos tampoco oyen de su clero nada positivo sobre el islam. Los colectivos eclesi¨¢sticos de las dos grandes religiones apenas han predicado alguna vez la tolerancia religiosa. Antes al contrario. Por otro lado, la cultura del entretenimiento trivial, globalizada por las cadenas de televisi¨®n extranjeras, crea en el mundo musulm¨¢n la imagen impactante de que Occidente carece de valores, m¨¢xime cuando las pantallas ofrecen una vor¨¢gine de cr¨ªmenes y actos de violencia. Esta falta de valores incita en muchos casos a la anatematizaci¨®n, agudizada por la exhibici¨®n de los altos niveles de vida de Occidente. En vista de la explosi¨®n demogr¨¢fica que se registra en casi todos los Estados isl¨¢micos de nuestro entorno, tal realidad encierra un peligro para la paz en el siglo XXI.
Tolerancia mutua
En consecuencia, y por razones morales y de pragmatismo pol¨ªtico, es obligado defender la tolerancia religiosa y el respeto de otras creencias, tanto en las iglesias, las mezquitas y las sinagogas como en las escuelas y en las universidades, tanto en los medios de comunicaci¨®n como en la pol¨ªtica.
S¨®lo puede respetarse lo que se conoce. Esto vale para ambas partes. Por eso, los europeos necesitamos un m¨ªnimo de conocimientos acerca del islam. Debemos aprender que el fundamentalismo isl¨¢mico violento no representa a la gran religi¨®n que es el islam, lo mismo que el fundamentalismo israel¨ª violento, por ejemplo, no representa al juda¨ªsmo, ni el fundamentalismo cristiano violento, a la cultura occidental.
Debemos aprender que las tres religiones abrah¨¢micas -la jud¨ªa, la cristiana y la isl¨¢mica- tienen las mismas ra¨ªces hist¨®ricas, y que las tres rezan al mismo Dios. Que los tres libros sagrados, la Tor¨¢, el Nuevo Testamento y el Cor¨¢n, se relacionan hist¨®rica, religiosa y espiritualmente, y que ense?an principios y valores ¨¦ticos comunes. Y tambi¨¦n que los fieles de las tres religiones tienen en com¨²n el quebrantamiento, miles de veces perpetrado, de esos principios.
Para garantizar la paz en el siglo XXI no bastar¨¢ con que Occidente exija un respeto global de los derechos humanos. El ex presidente de la RAF Roman Herzog [1994-1999] manifest¨® con raz¨®n que no podemos pedir a otros pueblos que 'realicen en treinta a?os una evoluci¨®n para la que nosotros necesitamos trescientos o cuatrocientos a?os'. Es preciso que seamos tolerantes en lo religioso para que no se produzca un 'choque de civilizaciones' entre las culturas isl¨¢mica y europea.
Los europeos debemos respetar la identidad religiosa y cultural de nuestros vecinos isl¨¢micos, entre otras razones para poder conservar a largo plazo nuestra propia identidad com¨²n europea. La buena vecindad con el islam se convertir¨¢ en el transcurso del nuevo siglo en una de las condiciones necesarias para que Europa se autoafirme en su papel en el mundo. Incluso podr¨ªa llegarse al extremo de que la paz en la Uni¨®n Europea dependiera de ello.
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