Asesinato en la catedral
El asesinato del arzobispo de Cali, Isa¨ªas Duarte, en el atrio de la iglesia donde acababa de celebrar un matrimonio m¨²ltiple, sume un poco m¨¢s a Colombia en la sima de degradaci¨®n pol¨ªtica y social en la que se encuentra por la acci¨®n combinada del narcotr¨¢fico y de una guerra civil que se prolonga desde hace casi cuatro lustros. A monse?or Duarte le han podido asesinar cuantos est¨¢n empe?ados en Colombia en que el pa¨ªs no recupere la paz: grupos guerrilleros, paramilitares de extrema derecha y carteles de la droga. Pero todo apunta a que el crimen ha sido obra de estos ¨²ltimos, tras la reciente denuncia del arzobispo sobre la financiaci¨®n con dinero del narcotr¨¢fico de ciertos candidatos a las elecciones parlamentarias celebradas hace dos semanas.
El arzobispo de Cali no es el primer alto dignatario de la Iglesia cat¨®lica asesinado en Colombia. En 1989 lo fue el obispo de Arauca, Jes¨²s Emilio Jaramillo, en un crimen atribuido tanto a la guerrilla como a los paramilitares, y la misma suerte han corrido varios sacerdotes. El asesinato de Duarte engrosa la estad¨ªstica oficial de los 8.078 asesinatos pol¨ªticos de civiles cometidos en los ¨²ltimos siete a?os en Colombia. Pero no es uno m¨¢s. Su voz se dejaba o¨ªr especialmente en un pa¨ªs dominado por el miedo y no call¨® ante los cr¨ªmenes de los grupos guerrilleros y paramilitares ni ante la capacidad de corrupci¨®n moral y pol¨ªtica del narcotr¨¢fico, 'el maldito negocio fuente de todos los males', como denunci¨® muchas veces desde el p¨²lpito y en los medios de comunicaci¨®n.
El asesinato del arzobispo de Cali se produce en un momento especialmente cr¨ªtico para Colombia, tras la ruptura del proceso de paz y la oscura perspectiva de una posible intensificaci¨®n de la contienda civil. Sus asesinos no s¨®lo han silenciado una voz, sino que han matado a un hombre que se implic¨® directamente en gestiones de paz. Tras el crimen, la tarea m¨¢s importante e inmediata del Gobierno del presidente Pastrana es evitar que quede impune. Ser¨ªa la forma m¨¢s clara de decir a sus instigadores que Colombia resiste a sus acometidas de corrupci¨®n y violencia y que no conseguir¨¢n sus objetivos.
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