El negro Blas de Otero
'Hoy es domingo y por eso / dec¨ªa C¨¦sar Vallejo por eso / escucho a Bob Dylan', escribe el gran Blas de Otero en una de las p¨¢ginas de su antolog¨ªa Verso y prosa. Por la misma raz¨®n, hoy es jueves y, una vez m¨¢s, se hace necesario hablar de Blas de Otero, poeta de Madrid. Ya s¨¦ que Blas de Otero naci¨® en Bilbao, en 1916. Eso lo sabe cualquiera, y tambi¨¦n que escribi¨® ?ngel fieramente humano, Que trata de Espa?a o Pido la paz y la palabra. Pero tambi¨¦n s¨¦, y lo sabemos todos, que muri¨® en Majadahonda, a los 63 a?os, el 29 de junio de 1979, y me pregunto: ?de d¨®nde es m¨¢s una persona, del sitio en el que nace o del lugar que elige para vivir y para morir? Eso ya no es tan sencillo de responder. Eso ya no lo sabe nadie.
Blas de Otero es uno de los poetas que m¨¢s y mejor han retratado Madrid en sus obras y que m¨¢s clam¨® por un Madrid abierto, de todos y para todos. As¨ª empieza uno de los textos de un libro que a¨²n hoy -a causa de los lamentables problemas legales que amordazan su obra- permanece in¨¦dito y que se llama, precisamente, Hojas de Madrid con la galerna: 'Hojas sueltas, decidme, qu¨¦ se hicieron / los infantes de Arag¨®n, Manuel Granero, la pavana para una infanta, / si est¨¢ Madrid iluminado como una diapositiva / y s¨®lo en este barrio saltan, r¨ªen, berrean setenta o setenta y cinco ni?os / y sus mam¨¢s ostentan senos de Honolul¨² y pasan muchachas con sus ropas chapadas, / faldas en microsurco, y manillas brillantes y sandalias de purpurina, / hojas sueltas, ca¨ªdas / como Cristo contra el empedrado, decidme, / quien empez¨® eso de cesar, pasar, morir, / qui¨¦n invent¨® tal juego, ese espantoso solitario / sin trampa, que le deja a uno acartonado, / si la plaza de Oriente es una rosa de Alejandr¨ªa, / ah Madrid de Mesonero, de Lope, de Gald¨®s y de Quevedo'.
Hoy es jueves y se hace necesario hablar de Blas de Otero, aquel poeta que escribi¨® siempre para la inmensa mayor¨ªa, porque al abrir los peri¨®dicos hemos visto un informe del Ministerio del Interior que dice que la criminalidad crece vertiginosamente en nuestras ciudades, que despu¨¦s del plan policial del Gobierno -el famoso proyecto Polic¨ªa 2000- los hurtos han aumentado un 18%, los robos con fuerza un 13%, los coches desaparecidos un 10%... En Madrid, la criminalidad se ha incrementado un 11%, en Valencia un 23%, en Alicante un 25%... Pero eso, que es malo, no es lo peor. Lo peor es la facilidad con que el ministro Rajoy ha relacionado el aumento de los delitos con el aumento de la inmigraci¨®n y, seg¨²n muchos jueces y fiscales, ha exagerado al decir que 'el 89%' de los presos preventivos de nuestras c¨¢rceles son 'extranjeros'. Qu¨¦ peligroso, mezclar la xenofobia con la justicia.
Porque la cuesti¨®n, a la hora de aplicar la justicia, est¨¢ siempre en el equilibrio, y cuando ese equilibrio se rompe, se rompe todo, como al bajar la marea bajan todos los barcos. Ni es l¨®gico que los inmigrantes ilegales tengan a mano el truco de cometer un delito, precisamente porque eso evita que sean expulsados, ni es l¨®gico que la evidente proliferaci¨®n de bandas organizadas de extranjeros nos lleve a la conclusi¨®n de que todos son personas sospechosas. Creo que el equilibrio, en este caso, significa que a los inmigrantes no se les debe tratar ni mejor ni peor que a todos los dem¨¢s. ?No es eso lo que significa la palabra justicia? Sin equilibrio, las cosas se desestabilizan y ruedan hacia un extremo. Mala cosa: en un extremo hay un pa¨ªs m¨¢s peligroso y en el otro hay un pa¨ªs menos democr¨¢tico.
Blas de Otero podr¨ªa haber sido el negro Blas de Otero, pero era de Bilbao y es un vasco de Madrid como los otros for¨¢neos que viven y quiz¨¢ quieran morir en nuestra ciudad. ?l escribi¨®: 'La verdad es que yo a Madrid lo amo como a la ni?a de mis ojos', y quiso morir en Majadahonda. Pero tambi¨¦n tuvo una mala visi¨®n. Ojal¨¢ que esa visi¨®n fuera equivocada y que nuestra ciudad no acabe como acaba el poema del que habl¨¢bamos, que se convierta en un 'inefable Madrid infestado por el gasoil, los yanquis y la sociedad de consumo', cuyo cielo est¨¦ 'ahumado por cu¨¢ntos a?os de inmovilismo, / tan parecidos a don Rodrigo en su t¨²mulo de terciopelo y rimas cuadriculadas'.
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