Con calma
Hay un aspecto admirable en los proleg¨®menos del congreso que celebrar¨¢n pr¨®ximamente los socialistas vascos. Acostumbrados a los congresos un¨¢nimes, los socialistas vascos no han ocultado sus diferencias ni el debate de ideas que de ella puede derivarse. No va a ser un debate gratuito, artificioso, fruto de los posicionamientos de las diversas familias o de intereses de poder. Y aunque as¨ª fuera, lo que se discute tiene enjundia en s¨ª mismo al reflejar las distintas aproximaciones que se dan en nuestra sociedad ante el nudo gordiano de la violencia terrorista. Sin embargo, se ha podido percibir un cierto grado de irritaci¨®n en los modos en que se ha presentado la discusi¨®n, lo que no deja de ser un reflejo de un fen¨®meno que est¨¢ afectando a nuestra sociedad en general. Entre nosotros, los matices empiezan a ser hilos sospechosos que conducen a contundentes descalificaciones o a condenas morales. Ya no cabe lugar para el 's¨ª, pero...' o el 'no, pero', que eran formas civilizadas que abr¨ªan justamente el debate. En el caso del PSE, este af¨¢n acomodaticio de fijar posiciones ha lastrado el debate, centr¨¢ndolo en el vaiv¨¦n pendular de la cabeza del asno: hacia el PP, hacia el PNV. Lo ha hecho a pesar del empe?o de sus protagonistas en evitarlo.
'Hay, sin embargo, otra forma de enfrentarse a la tragedia, y es la que nos depara la raz¨®n'
La tragedia no puede obnubilarnos. Hay otra forma de enfrentarse a ella, y es la que nos depara la raz¨®n. Se trata de un fr¨¢gil instrumento cuando ha de sufrir los embates de lo que la sobrepasa y con frecuencia la destruye. No obstante, debemos intentar la soluci¨®n racional, pues la ¨²nica catarsis posible en la situaci¨®n que vivimos es el enfrentamiento a secas. Que la situaci¨®n que vivimos es desastrosa yo no lo voy a poner en duda. Creo que nunca lo fue tanto y baso mi afirmaci¨®n no en el n¨²mero de muertos o en el nivel general de violencia, sino en la crisis que afecta a nuestras instituciones.
Naturalmente, no pretendo responsabilizar a nuestro partido mayor de la violencia terrorista como su causa agente. La violencia terrorista tiene como agente ¨²nico a ETA y al entramado que la sustenta, y buscar agentes remotos en el aire de familia ideol¨®gico no s¨¦ si nos ayuda a resolver algo. El etnismo de los nacionalistas vascos utiliza a¨²n el racialismo como ret¨®rica, pero es m¨¢s un etnismo pol¨ªtico que se articula en torno al eje de identificaci¨®n tierra-partido-militancia. En este sentido, no es muy distinto al de otros partidos nacionalistas perif¨¦ricos espa?oles, pero tiene el agravante de convivir con un movimiento que defiende y practica el terror y que parte de postulados ideol¨®gicos similares.
Dadas las circunstancias, la premisa b¨¢sica que puede otorgar cr¨¦dito democr¨¢tico al nacionalismo institucional y salvarlo de su dependencia o de sus implicaciones en la estrategia del nacionalismo violento es su oposici¨®n frontal a ¨¦ste. En definitiva, nuestras exigencias no deben ir dirigidas a la naturaleza de nuestro nacionalismo institucional, sino a lo acertado o no de su actuaci¨®n pol¨ªtica contra el terror; no a si es causa de, sino a si es eficaz contra. Y es evidente que no lo es.
La distinci¨®n que establezco entre ser causa de la ilegalidad o mal defensor de la legalidad no exime de responsabilidades, pero s¨ª trata de abrir un camino posible que evite la fatalidad de un enfrentamiento cruento. Si el nacionalismo es inamovible y connivente con el terror, o bien se acaba policialmente con ETA en un plazo prudente o el enfrentamiento civil puede ser inevitable. La insurrecci¨®n de los concejales socialistas es un s¨ªntoma y bien podr¨ªa seguirle la insurrecci¨®n de ciudadano an¨®nimos que est¨¢n viviendo situaciones insoportables.
En principio yo no tengo por qu¨¦ dudar de las buenas intenciones del nacionalismo institucional cuando plantea sus t¨¢cticas, sus debates fantasmas y sus ¨®rdagos a la luna como estrategias para acabar con el terror y lograr la paz. Pero a las consecuencias me remito, y ¨¦stas son lamentables. Si es esa su pol¨ªtica antiterrorista, su pol¨ªtica es un desastre. Y es eso lo que hay que criticar. No se puede tener a la mitad de la poblaci¨®n atemorizada y desamparada mientras se realizan no s¨¦ qu¨¦ operaciones hacia el supuesto enemigo para liquidarlo en una actuaci¨®n que remite ad calendas graecas. No puede ser v¨¢lida una estrategia que se apoya en la inerme resistencia ante el terror de la poblaci¨®n por tiempo indefinido. Y es esto lo que est¨¢ ocurriendo. Es deber de un gobierno no s¨®lo garantizar la seguridad de sus ciudadanos, de todos, sino tambi¨¦n insuflar en ellos la confianza en que sus problemas van a tener soluci¨®n, y eso requiere actitudes pol¨ªticas que no se est¨¢n teniendo. Es tambi¨¦n eso lo que hay que criticar.
No me cabe ninguna duda de que s¨®lo la unidad democr¨¢tica puede servir para superar los problemas que expongo: eficacia en la lucha contra el terrorismo y confianza de la poblaci¨®n para soportarlo y vencerlo. Pero tambi¨¦n es verdad que la unidad requiere de la voluntad de las partes que han de unirse y que hay condiciones exigibles para ello. Creo que son ¨¦stas, las condiciones, las que hoy enfrentan a los socialistas vascos m¨¢s que el rechazo o la aceptaci¨®n de esa unidad de la que hablo. No se trata de ser maximalista, pero no me parece aceptable ese permanente deshojamiento de la margarita por parte de los nacionalistas en nominalismos vac¨ªos e irresponsables: no acepto lo que hay, pero d¨ªgame usted lo que quiero, porque yo no lo s¨¦. Semejante actitud s¨®lo genera inestabilidad y, sobre todo, debilidad ante cualquier agente que quiera atentar contra las instituciones. Las reglas del juego exigen aceptar la legalidad vigente, aunque se planteen con claridad aquellos de sus aspectos que se quisieran modificar. Exigen tambi¨¦n, de parte de las dem¨¢s fuerzas que se unen, un respeto a ese deseo de cambio, sin que la satisfacci¨®n de ¨¦ste haya de convertirse en condici¨®n para lograr el acuerdo, pero tampoco el deseo como tal en un handicap que lo haga imposible.
Sea como sea, los socialistas vascos tienen la palabra, y salga elegido quien salga tendr¨¢ que concitar la unidad del partido, necesaria para el arduo futuro que se avecina. En este caso, la fuerza posterior a la discusi¨®n no ser¨¢ pura imagen triunfalista, sino una exigencia de la sociedad vasca.
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