Del amor sujetos
La obra de Eduardo Mil¨¢n (Rivera, Uruguay, 1952) teje una trama que se inscribe en el sentido de la existencia; una trama que implica la tensa relaci¨®n entre el lenguaje y la realidad, entre la palabra y el silencio. Sostenido por la afirmaci¨®n mallarmeana de que todo existe para desembocar en la escritura, ¨¦sta es tambi¨¦n fruto de una conciencia cr¨ªtica que sabe de las limitaciones del decir po¨¦tico: 'De repente uno tiene la palabra / pero no sabe qu¨¦ sacar de ella'. La escritura emana as¨ª, tanto de la reflexi¨®n como del entusiasmo, conjugando la experimentaci¨®n del lenguaje con la espontaneidad y la instantaneidad. De este cuestionamiento nace la pr¨¢ctica de una po¨¦tica 'material', en la que las 'palabras reales no son / palabras verdaderas. Palabras reales / son las palabras del poema cuando son / materiales'. Y, sin embargo, pasionales, comprometidas est¨¦tica y moralmente, pues el poema 'es refrendo de una humanidad muda, / salida del habla, dicha a medias, escapada / del adentro del hombre'.
RAZ?N DE AMOR Y ACTO DE FE
Eduardo Mil¨¢n Visor. Madrid. 2001 85 p¨¢ginas. 6,10 euros
Sus libros crean una intensidad dram¨¢tica que se ampl¨ªa y ahonda sucesivamente, y que es posible recorrer en Manto (1999), el volumen que re¨²ne su obra po¨¦tica hasta la fecha. As¨ª lo dice este nuevo libro: 'Aqu¨ª, en la Tierra, / pasa esto: el poema entendido como gracia / capitaliza el orden del esp¨ªritu, extra?a / isla entre los desordenados'. El poema da cuenta del proceso, de un mecanismo de tramitaci¨®n que se despliega en palabras que revelan un sentido distinto. En sus libros, como el propio Mil¨¢n reconoce, 'est¨¢ claramente planteada mi oscilaci¨®n entre una escritura autorreferente y la necesidad de un compromiso de visi¨®n social con el mundo'. Los textos de Raz¨®n de amor y acto de fe son reflejo de esa alianza de expresi¨®n y reflexi¨®n: el poema depende tanto de la intimidad del texto consigo mismo, como de su relaci¨®n con el mundo.
La indagaci¨®n po¨¦tica en el amor y en la poes¨ªa como respuesta a las fracturas de lo real, que ya se afirmaban en Alegrial (1997), se hacen ahora tiempo presente. Sin verdades previas, las disueltas propiedades del habla y del poema aceptan 'una raz¨®n no concluida por / amor, amor como lo que no ha sido sino / ser¨¢, como lo que vence el miedo a ti'. En ese presente est¨¢ la realidad externa, el poeta testigo de su tiempo: 'Yo no busco un dolor puro, / busco su nombre para delatarlo'. Raz¨®n de amor y acto de fe tiene un sentido org¨¢nico: las tres secuencias temporales del libro tienen su propio movimiento, pero el tiempo mismo se constituye en sinfon¨ªa. Hay un lugar para el canto, un himno final que 'como un golpe de caballos fuera de ¨¦pica' se puebla de matices y palabras vigilantes: 'Sus ojos cantan dentro de mi coraz¨®n'. Es el poder de un abismo que no desmiente, que sabe que 'la imagen se vuelve accesible por recorte', que no sucumbe al juego de las apariencias. El dolor y el amor pueden ser silenciosos. Mil¨¢n no teme ni la claridad ni la oscuridad, el poema revela y vela su objeto, por eso es tan parecido a la sustancia amorosa, siempre una tentativa.
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