Los h¨¦roes y los malditos
En Black Hawk derribado, la ¨²ltima pel¨ªcula de Ridley Scott estrenada recientemente en Espa?a tras arrasar en las salas de Estados Unidos, hay una escena culminante en la que se sintetiza buena parte del argumento: una multitud de siluetas oscuras, espectros casi, se arremolina alrededor de un helic¨®ptero ca¨ªdo en el centro de una ciudad miserable mientras tres soldados, apostados tras el aparato, se defienden valientemente de los sitiadores. Los tres soldados son militares norteamericanos, la multitud de siluetas son ciudadanos somal¨ªes, la ciudad miserable es Mogadiscio y el helic¨®ptero es el Black Hawk, que ha sido derribado y que en cierto modo, como un monstruo legendario, da nombre a la pel¨ªcula.
Ridley Scott logra mantener la tensi¨®n a lo largo de casi tres horas, confirmando una vez m¨¢s que es un extra?o director, capaz de realizar mediocridades m¨¢s o menos brillantes en tanto se le recuerda como el autor de Los duelistas, Alien o, en especial, Blade Runner. Su escenario es simple y comprimido, y su gui¨®n trata de ajustarse a hechos hist¨®ricos, como expl¨ªcitamente se indica al principio y al final del filme La escenograf¨ªa de fondo es la intervenci¨®n de las fuerzas norteamericanas en Somalia en 1993. Luego, todo ocurre en unas pocas horas: las que median entre la operaci¨®n de castigo concebida por el mando norteamericano contra el principal de los se?ores de la guerra somal¨ªes y su fallida realizaci¨®n, con obst¨¢culos imprevistos y p¨¦rdidas dolorosas. Es, sin embargo, un par¨¦ntesis de tiempo suficiente para que broten los h¨¦roes.
En realidad el planteamiento de Ridley Scott sigue con exactitud los par¨¢metros de la ¨¦pica b¨¦lica que en el siglo XX ha sido preponderadamente expresada por el cine pero que, con anterioridad, hab¨ªa estado en manos de la literatura y, todav¨ªa antes, de la poes¨ªa oral. Seg¨²n estos par¨¢metros, una minor¨ªa de h¨¦roes, la que es objeto de apolog¨ªa, se defiende encarnizadamente de una mayor¨ªa enemiga, superior en n¨²mero aunque inferior en m¨¦rito. Los h¨¦roes tienen rostro, voz, identidad y memoria propios, en tanto que sus adversarios, por lo general, se presentan masificados y con d¨¦biles perfiles. As¨ª ocurr¨ªa ya en la Iliada -pese a la generosa alternancia hom¨¦rica de aqueos y troyanos-, en las aventuras de Roland o del Cid, en las Cr¨®nicas de Indias y en las novelas inglesas sobre las vicisitudes del Imperio Brit¨¢nico.
El mundo del siglo XX ha sido fundamentalmente adiestrado por el cine y desde hace m¨¢s de media centuria la ¨¦pica b¨¦lica ha estado en manos norteamericanas, casi en r¨¦gimen de monopolio. Todas las generaciones abarcadas en este periodo nos hemos educado visualmente asistiendo a pel¨ªculas -en las pantallas cinematogr¨¢ficas o de televisi¨®n- donde el h¨¦roe norteamericano, sucesor del h¨¦roe de la tradici¨®n, se enfrenta a sucesivos ej¨¦rcitos malignos. De hecho, los actuales ciudadanos de cualquier regi¨®n del mundo, en lugar de preguntarnos la edad, podr¨ªamos interrogarnos acerca de qui¨¦nes eran los enemigos del h¨¦roe americano en nuestras respectivas infancias: a trav¨¦s de las pel¨ªculas luchamos decenio tras decenio contra alemanes, japoneses, coreanos, rusos, vietnamitas, iraqu¨ªes...
El h¨¦roe puede no triunfar sobre el terreno, pero siempre vence espiritualmente por su coraje y por su decisi¨®n de llegar en defensa de sus posiciones hasta la misma muerte. Tambi¨¦n esto sucede en la pel¨ªcula de Ridley Scott, a?adiendo los somal¨ªes -despectivamente llamados 'flacuchos'- a la larga lista de nuestros adversarios. La gloria final del h¨¦roe estriba en su memoria perdurable: su vida es descrita con detalle, su herida es expresada con calor y su muerte, cuando llega, es ofrecida como una ense?anza. Pero ?por qu¨¦ el 'flacucho' somal¨ª es ajeno a una vida y una muerte de h¨¦roe? ?Por qu¨¦ no se nos informa de sus meditaciones ante la batalla? ?Por qu¨¦ para ninguno de ellos hay el regalo de una narraci¨®n que explique algo de su vida antes de su impersonal muerte? La turba de somal¨ªes es la estricta continuaci¨®n de las turbas anteriores a las que se ha enfrentado durante m¨¢s de medio siglo el h¨¦roe norteamericano. ?nicamente ¨¦ste tiene biograf¨ªa, existencia palpable, personal. Los que est¨¢n al otro lado de la trinchera conforman un remolino an¨®nimo, tenebroso y amenazador que avanza por la Historia para arrasar la libertad.
Todos los guerreros norteamericanos de Scott luchan hasta la muerte y algunos, efectivamente, la encuentran. Para ¨¦stos se reserva, como en toda la ¨¦pica b¨¦lica, el m¨¢s c¨¢lido homenaje. Los 'flacuchos' mueren a centenares, sin un solo homenaje, siquiera visual. Pertenecen al remolino como, pasando de nuevo de la ficci¨®n a la realidad, tambi¨¦n pertenecen a ¨¦l los miles de hombres muertos en la reciente campa?a de Afganist¨¢n (que, a su vez, pronto tendr¨¢ su propia filmograf¨ªa ¨¦pica).
Cuando hace unos d¨ªas se establecieron ciertos paralelismos entre la batalla de Shahi-Kot, en las monta?as afganas, y la acci¨®n de Mogadiscio descrita en Black Hawk derribado, volvi¨® a hacerse evidente el adiestramiento profundo al que estamos sometidos. Tambi¨¦n en esta batalla hubo derribo de helic¨®ptero, emboscada y bajas norteamericanas. Lo m¨¢s sorprendente, sin embargo, es que el Pent¨¢gono y, a continuaci¨®n, los medios de comunicaci¨®n hablaron de la resistencia hasta la muerte de los milicianos talibanes de Al Queda como de algo deleznable y repulsivo: lo que en el h¨¦roe es valent¨ªa en las oscuras fuerzas del remolino es fanatismo.
No tengo ninguna simpat¨ªa ni por los se?ores de la guerra ni por los l¨ªderes sectarios de Somalia, Afganist¨¢n o de cualquier otra parte; pero, por muchas pel¨ªculas y reportajes que acumule nuestra retina, continuaremos adentr¨¢ndonos en la ceguera si creemos que los 'flacuchos' o los combatientes talibanes, adem¨¢s de no tener novias y madres, se desvanecen del mundo sin dolor. La gran trampa -en la que casi siempre caemos- es ignorar que la agon¨ªa de los malditos es muy parecida a la de los h¨¦roes.
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