Quejas vecinales contra el 'canto' del 'hombre p¨¢jaro'
El provocador c¨®mico Leo Bassi invita por las noches a su p¨²blico del teatro Alfil a desahogarse a gritos en la calle
El c¨®mico Leo Bassi se queda en calzoncillos al final de la representaci¨®n de su espect¨¢culo del teatro Alfil 12 de Septiembre. Coge un tubo de cristal que contiene un litro de miel aproximadamente. Lo alza con la mano derecha sobre su cabeza y la miel comienza a derramarse con lentitud, espesa. Leo Bassi abre al m¨¢ximo su gran boca y se la llena de miel. Sin trag¨¢rsela. Cuando tiene la boca llena, la miel se le empieza a derramar barbilla abajo. Le cae al pecho, la barriga, los muslos... Luego se riega de miel la calva, los hombros, los brazos... Para asegurarse de que tiene todo el cuerpo impregnado y bien pringoso, deja el frasco en el suelo y comienza a esparcirse la miel con las manos, como si se estuviera untando una crema de protecci¨®n solar en la playa.
Luego se mete en un gran tubo de aire y desgarra con las manos una bolsa de pl¨¢stico llena de plumas. La tira hacia arriba. Las plumas vuelan en c¨ªrculos dentro del tubo de aire. Poco a poco se le van pegando en su pringoso cuerpo. Bassi sale del tubo transformado en el hombre p¨¢jaro.
Recoge el micr¨®fono del suelo del escenario, se pone unas chanclas adornadas tambien con plumas y dice: 'Ahora, vamos a ver qu¨¦ est¨¢ pasando en Madrid esta noche. Vamos a ver qu¨¦ dice la gente de Madrid al verme as¨ª. ?Venga, todos fuera, a la calle!'. Se abren las puertas del teatro y el p¨²blico, un centenar de personas aproximadamente, sale a la calle del Pez detr¨¢s del hombre p¨¢jaro.
Leo Bassi abre los brazos, aletea y comieza a caminar y saltar calle arriba. Al pasar por un bar dice: '?Palentino, aqu¨ª estoy otra vez!'. El camarero del bar le responde con un gesto y los clientes del local, apoyados en la barra o sentados en unas pocas mesas, miran con incredulidad. Los m¨¢s ya saben de qu¨¦ va el asunto y se r¨ªen. 'Eres el mejor, Leo', le grita un hombre joven, sobrado de peso, sin afeitar, vestido con un chandal viejo con pelotillas, que podr¨ªa ser el primo hermano de Torrente, pero del Torrente de la primera pel¨ªcula.
En ese momento pasa un cami¨®n del servicio municipal de limpieza con las sirenas puestas. Bassi lee el eslogan del lateral del cami¨®n, Madrid limpio y verde, y suelta una carcajada ir¨®nica despu¨¦s.
Una familia circula en coche, despacio, por la calle del Pez abajo. El padre, al volante, se detiene al encontrarse con el p¨²blico del espect¨¢culo invadiendo la calzada. Lleva la ventanilla semiabierta. Bassi se le acerca, pega la cara llena de plumas al coche y grita. El padre se asusta un poco y arranca de nuevo.
El p¨²blico sigue con asombro al c¨®mico y se congrega en la esquina de la plaza de Carlos Cambronero con la calle del Pez. Bassi le dice: 'Ahora, pensad en toda la mala leche que ten¨¦is dentro y soltarla de un grito. Pero tiene que ser un grito visceral, que salga de dentro'. Bassi abre los brazos y la boca y suelta su canto a modo de grito gigantesco. Le acompa?a el p¨²blico, al un¨ªsono, m¨¢s de medio centenar de personas. Juntos sueltan un alarido animal, salvaje, que cae como un ca?onazo en el silencio de la plaza, ya pasada la medianoche.
Se abre un balc¨®n cercano, con varios tiestos, y una se?ora en bata y camis¨®n se queja: '?Ya est¨¢ bien de gritar a estas horas! Hombre, por favor... No hay derecho a esto', y se mete de nuevo en su casa. Otro enfurecido vecino a?ade: '?Pero no se dan cuenta de que estamos tratando de dormir? ?Que ma?ana tenemos que madrugar, oiga!'.
El p¨²blico mira estupefacto a los vecinos quejarse. No se dio ni cuenta de que su grito iba a ser tan molesto para algunos habitantes del barrio.
Bassi da por concluido su espect¨¢culo, se despide del p¨²blico, de los vecinos quejosos, se da media vuelta y camina calle abajo de vuelta al teatro. La funci¨®n ha terminado por hoy, pero lleva ya ocho semanas en cartelera. Ocho semanas de quejas vecinales.
'Los peores d¨ªas son los fines de semana porque es cuando m¨¢s p¨²blico hay y m¨¢s gente grita en la calle', afirma una vecina de unos 40 a?os que no quiso dar su nombre.
Sergio, un italiano de 46 a?os que se gana la vida en Madrid desde hace seis ense?ando su idioma, fuma un cigarrillo en el balc¨®n y comenta que a ¨¦l no le molesta el grito porque se acuesta tarde, pero que a 'otros muchos vecinos les tiene muy cabreados', afirma. 'Yo lo comprendo porque la verdad es que suena demasiado y por la noche se oye m¨¢s todav¨ªa', a?ade Sergio. Los gritos de Bassi y las quejas de los vecinos seguir¨¢n hasta el ¨²ltimo d¨ªa de funci¨®n, el pr¨®ximo 31 de marzo.
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