Saizarbitoria usa mi mismo reloj
Por esas debilidades del alma, a menudo m¨¢s atenta a lo anecd¨®tico que a lo sustancial, lo primero que me sorprendi¨® de la entrevista que public¨® EL PA?S con Ram¨®n Saizarbitoria fue un detalle fotogr¨¢fico: usaba mi mismo reloj. Era una de esas cosas que suscitan alguna clase de simpat¨ªa, aunque l¨®gicamente la simpat¨ªa no tenga nada que ver con la raz¨®n. La raz¨®n vino despu¨¦s, cuando le¨ª un an¨¢lisis muy cr¨ªtico con el nacionalismo, pero al tiempo lo suficientemente ponderado como para reconocer el 'pedazo de verdad' que tambi¨¦n se halla en su fondo. Despu¨¦s de leer a Saizarbitoria uno tiene la sensaci¨®n de que el adjetivo intelectual se ha abaratado hasta tal punto en el Pa¨ªs Vasco que s¨®lo sirve para oscurecer las voces que tienen algo que decir, para proscribir el discurso complejo y para reprimir la evidencia de que un discurso complejo no implica disminuir en un ¨¢pice la contundencia de un principio ¨¦tico fundamental.
En Euskadi el adjetivo intelectual s¨®lo sirve para oscurecer las voces que tienen algo que decir
En Euskadi toda complejidad en el discurso se proscribe en funci¨®n de la contundencia moral, de la firmeza ¨¦tica. Esto puede estar muy bien para la escuela primaria, pero el papel del intelectual pasa precisamente por entender y hacer entender que un an¨¢lisis complejo es compatible con una absoluta firmeza ¨¦tica y democr¨¢tica. Quien discuta esta evidencia s¨®lo puede hacerlo desde uno de estos dos presupuestos: la disminuci¨®n mental o el inter¨¦s de partido. Me temo que ninguno de ellos se ajusta a lo que se espera de un intelectual, o de lo que un intelectual est¨¢ obligado a proporcionar a la sociedad en la que vive.
Saizarbitoria traza una radiograf¨ªa de esa pesada herencia que supone ser nacionalista por ascendiente familiar si se siente al tiempo un compromiso con la contemporaneidad: 'Trato de mostrar el tremendo peso que nos ponen sobre los hombros a los que nacemos en naciones peque?as, en naciones que no se sabe seguro si existen, cuya existencia se discute, que cuentan con unas fronteras y l¨ªmites confusos y que viven bajo la esquizofrenia ling¨¹¨ªstica y pol¨ªtica'. Y se?ala m¨¢s tarde: 'No estoy dispuesto a sufrir por ser vasco. No renuncio a mis se?as de identidad, pero de ninguna manera estoy dispuesto a inmolarme ni a considerar enemigos a la mitad de los ciudadanos que viven conmigo en este pa¨ªs'.
En el discurso de Saizarbitoria hay un esfuerzo consciente por asumir un vasquismo no s¨¦ si integrador (el abuso del vocabulario pol¨ªtico lleva a privarlo de todo sentido), pero s¨ª natural y solidario, un vasquismo que permita ser vasco sin tener que estar pensando constantemente, d¨ªa a d¨ªa, minuto a minuto, que uno es vasco. Es esa misma naturalidad con que Saizarbitoria, en su primera novela, ya en los reivindicativos a?os sesenta, escrib¨ªa en euskera pero sobre otras cosas, seguro de que, para el escritor, una lengua puede ser amada, pero en cualquier caso es s¨®lo un instrumento de trabajo.
La historia de los huesos de Sabino Arana y su traj¨ªn no ser¨ªa concebible desde un nacionalismo ortodoxo. Claro que uno no sabe por qu¨¦ la conciencia nacional vasca debe excluir la iron¨ªa, la autocr¨ªtica o la sensaci¨®n de desarraigo, que no resulta incompatible desde cualquier otra adscripci¨®n nacional.
Tambi¨¦n en eso el discurso de Saizarbitoria es cr¨ªtico y ponderado. 'No tiro los huesos de Sabino a la basura, quiero salvar lo salvable en esa herencia, lo positivo que pueda haber'. Presuponer que la conciencia nacional vasca pasa por suscribir todas las palabras que dijo hace cien a?os un individuo inaguantable es una trampa. A¨²n m¨¢s, la modernidad pasa por que en esta tierra nadie tenga que guardar fidelidad a sus antepasados por encima de la verdadera tarea: llegar a acuerdos con sus contempor¨¢neos.
Porque el primero derecho que debemos reclamar es contemplar nuestra propia historia sin tener que identificar, en cada lance de la misma, qui¨¦nes eran los nuestros y qui¨¦nes los adversarios. A ning¨²n pueblo se le exige ese denodado esfuerzo, m¨¢s que nada porque la historia, a medida que se iba haciendo, no pensaba en nosotros ni en nuestras opiniones actuales ni en nuestras opciones pol¨ªticas.
Supongo que alabar las opiniones de alguien que porta mi reloj es un sutil modo de apuntalar mis propias opiniones, pero es un defecto menor. Peores defectos hay, sobre todo cuando uno recuerda que otro c¨¦lebre intelectual de este pa¨ªs (y mucho m¨¢s celebrado que Saizarbitoria), realiz¨® en las mismas fechas su ¨²ltima gran aportaci¨®n publicando en la prensa reaccionaria que Patxi L¨®pez lo que tiene, sobre todo, es un nombre de chiste.
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