?xtasis para la madurez
En 1997 Alan Hollinghurst public¨® una novela, El hechizo (Anagrama), en la que un funcionario londinense de 37 a?os, tan estable e id¨¦ntico a s¨ª mismo que nadie parece acordarse de ¨¦l fuera del 'pasillo de la tercera planta de Whitehall', es iniciado en el ¨¦xtasis (l¨¦ase MDMA) por un joven de 22. Una 'vertiginosa excitaci¨®n' seguida de 'una calma perfecta sin limitaciones' le hace sentir, en su primera experiencia, que 'lo que suced¨ªa y la felicidad eran lo mismo' y que 'deb¨ªa recordarlo para cont¨¢rselo a todo el mundo'. El hombre se enamora irremediablemente de su iniciador tanto como del mundo que ¨¦ste habita, lo que acarrea en su vida una nueva alternancia, por ejemplo, entre los cuartetos de Haydn y Monster House Party 5. Su historia con el joven, previsiblemente, acaba en ruptura; pero su historia con el ¨¦xtasis persiste. El funcionario pierde al chico, pero no al camello, con lo que retiene, muy a sabiendas, una parte importante de lo que sin esperarlo ha conocido. Y al final de la novela le vemos bastante contento, con un nuevo novio, esta vez m¨¢s o menos de su edad.
El relato del ¨¦xtasis que ofrecen los medios es un h¨ªbrido de cr¨®nica de sucesos, propaganda y seudociencia
El hechizo es un cuadro realista sobre el acceso a la madurez en el Occidente de hoy, pero algunos dir¨¢n que no deja de ser, despu¨¦s de todo, una novela. Vayamos, pues, sin salirnos de la literatura, al caso real. En el n¨²mero de verano de 2001, la revista literaria brit¨¢nica Granta public¨® un texto an¨®nimo titulado, seg¨²n un noble modelo, Confesiones de un comedor de ¨¦xtasis de mediana edad. En ellas, un escritor norteamericano al borde de los cincuenta a?os relata su proceso de conocimiento y habituaci¨®n a la sustancia, tras un largo 'periodo de devastaci¨®n personal'. Este periodo se caracteriza por distintas y graves p¨¦rdidas conyugales y profesionales, pero sobre todo por el pertinaz empe?o puesto por su ¨²nico hijo -un chico que a los 13 a?os era un brillante poeta precoz, 'un Rimbaud en ciernes'- en labrarse un historial de embriaguez, policonsumo y tr¨¢fico de drogas, robo, vandalismo 'no especialmente imaginativo', intentos de suicidio, enfermedades de transmisi¨®n sexual, cicatrices de 10 puntos en la cara, y un tobillo con 26 grapas, 10 tornillos y 2 placas de acero. Este hijo accidentado cumple, sin embargo, 17 a?os en un irreconocible estado de paz y se ofrece, inopinadamente, a sacar a su padre de lo m¨¢s hondo de su desesperaci¨®n. Es decir, se convierte en su camello. El padre prueba el ¨¦xtasis, descubre 'la claridad, la lucidez' de 'la m¨¢s ¨ªntima de las drogas', y cree haber encontrado, como ¨¦l dice, fucking gold. Desde entonces lo toma una vez al mes y recomienda a todo el mundo hacer lo mismo. En la ¨²ltima p¨¢gina, el hijo ha vuelto a escribir poes¨ªa y est¨¢ a punto de ingresar en la universidad. El padre es un hombre entusiasmado.
Relatos de revelaciones secula-
res como ¨¦stos llevan m¨¢s de veinte a?os documentados en la ya profusa bibliograf¨ªa sobre el ¨¦xtasis; los dos que he citado son recientes pero no excepcionales, y si aqu¨ª les he cedido la mitad de este espacio ha sido principalmente por dar un poco de oportuna satisfacci¨®n al deseo (o deber) de 'cont¨¢rselo a todo el mundo' que, expl¨ªcita o impl¨ªcitamente, ambos expresan y que se ve ciertamente coartado. Pues ese deseo dispone sin duda de muy pocos foros donde exponerse -y cumplirse-, y resulta significativo que la literatura sea a¨²n uno de ellos. La bibliograf¨ªa especializada, es cierto, siempre est¨¢ ah¨ª, pero a la bibliograf¨ªa especializada no llega sino quien est¨¢ previamente interesado, y parece haber todo un r¨ªgido dispositivo para que el inter¨¦s est¨¦ controlado y no se salga de sus l¨ªmites. Es cierto tambi¨¦n que, muy de vez en cuando, y siempre con motivo de alg¨²n hecho luctuoso, podemos leer en la prensa general declaraciones de alg¨²n m¨¦dico prudente, quiz¨¢ un editorial moderado favorable a la legalizaci¨®n, e incluso -aunque en segundo o tercer t¨¦rmino, y como recabadas a desgana- aportaciones de asociaciones de disminuci¨®n de riesgos como Energycontrol, que con tan loable esfuerzo combate la desinformaci¨®n en nuestro pa¨ªs. Pero el relato t¨ªpico del ¨¦xtasis que aqu¨ª ofrecen los medios de comunicaci¨®n no pertenece, como todos sabemos, al g¨¦nero cient¨ªfico, ni al testimonio terap¨¦utico, ni desde luego al idilio, ni siquiera al cuadro de costumbres; es m¨¢s bien un h¨ªbrido de cr¨®nica de sucesos, f¨¦rrea propaganda pol¨ªtica y seudociencia, cuyas fuentes y dramatis personae no suelen ir m¨¢s all¨¢ de unos padres afligidos, un adolescente especialmente elegido por sus bravuconadas, un camello propagador de leyendas urbanas, un portavoz del Plan Nacional de Drogas y un narrador tan entregado a la campa?a que se dir¨ªa el portavoz del portavoz.
Y hay, sin embargo, como he-
mos visto, otros discursos, otros relatos del ¨¦xtasis. Relatos que trasladan el ¨¢mbito de consumo de la juventud a la edad madura, y que proponen un nuevo reparto de papeles en la transmisi¨®n del saber, as¨ª como preguntas sobre a qui¨¦n corresponde ense?ar y qu¨¦. Relatos que, pese a su 'autenticidad', se ven excluidos de esa demanda de autenticidades que nuestra sociedad fomenta compulsivamente, pero s¨®lo cuando conoce de antemano la respuesta que exige o¨ªr. Relatos cuyo valor terap¨¦utico es desde?ado por una cultura que parad¨®jicamente venera el testimonio y el ejemplo de la superaci¨®n personal, con la condici¨®n de que ¨¦sta se alcance por medios regulados y confirme finalmente la verg¨¹enza y la ilegitimidad de todo malestar. Relatos que no dejan de ser edificantes y, a menudo, hasta conservadores, pues postulan la reconciliaci¨®n y la readaptaci¨®n, y no valores asociales, lo cual lleva a plantearse qu¨¦ es lo que realmente trata de conservar el conservadurismo que los persigue. Pero relatos, en fin, que, fuera del esforzado ¨¢mbito de los especialistas y los iniciados, uno s¨®lo puede encontrar en la literatura, que ahora habr¨¢ que entender, forzosamente, ominosamente, como una especie de ¨²ltimo reducto: no ya el lugar donde es posible contar ciertas cosas sin contemporizaciones o censuras, sino casi el ¨²nico lugar donde es posible contarlas. Que la literatura conserve todav¨ªa el sentido de la hospitalidad supongo que es una buena noticia para ella. Pero sin duda es mal¨ªsima para todo lo dem¨¢s.
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