Un abogado por cada 300 espa?oles
Espa?a deber¨ªa ser el para¨ªso de la justicia si ¨¦sta se midiera por el n¨²mero de abogados. Porque los hay hasta el exceso: m¨¢s de 142.000 colegiados (45.000 en Madrid), 102.000 de ellos ejercientes. S¨®lo EE UU tiene m¨¢s (unos 800.000), pero por detr¨¢s quedan Alemania (95.000), Reino Unido (49.000) y Francia (20.000). El dato pasma: hay un abogado por cada 300 habitantes.
Estas cifras, por s¨ª solas, no garantizan que los ciudadanos est¨¦n bien defendidos, sobre todo cuando hay tantas carencias en la administraci¨®n de justicia, protagonista de la ¨²ltima gran reforma pendiente de la democracia. Tantas que fue necesario forjar un Pacto de Estado entre las diversas fuerzas pol¨ªticas. El pasado 5 de marzo, se present¨® oficialmente en el Congreso su primera y consensuada emanaci¨®n directa: la Carta de Derechos de los Ciudadanos ante la Justicia, un cat¨¢logo de recomendaciones que, para aplicarse, precisar¨¢ de mucho dinero, reformas legales, decisi¨®n pol¨ªtica y buena voluntad de (entre otros) jueces, fiscales y abogados.
?ngeles L¨®pez ?lvarez, abogada: 'Los colegios profesionales defienden muchos intereses corporativistas y pocos de los ciudadanos'
En Espa?a hay m¨¢s de 142.000 abogados, 102.000 de ellos ejercientes. Una cifra tan s¨®lo superada por Estados Unidos
Adriana P. P. entr¨® en un peque?o despacho para aprender, pero a la hora de la verdad no trabaj¨® como pasante, sino de chica para todo
Luis Mart¨ª Mingarro: 'El acceso a la abogac¨ªa debe regularse con una examen que permita contrastar la preparaci¨®n de los letrados'
El mundo de la abogac¨ªa constituye en Espa?a un microcosmos en el que hay marcados contrastes, incluso una soterrada lucha de clases entre grandes despachos que facturan miles de millones al a?o y pagan a algunas de sus estrellas por encima de los 600.000 euros anuales (100 millones de pesetas), clase media cuyos integrantes se las ven y se las desean para sacar limpios 1.500 al mes, e incluso proletarios explotados como pasantes, te¨®ricamente para aprender la profesi¨®n, pero en la pr¨¢ctica trabajando como secretarias o recaderos por menos de 300 euros.
?ngeles L¨®pez ?lvarez, fundadora de la Asociaci¨®n Libre de Abogados, eligi¨® esta profesi¨®n porque no soportaba la injusticia y quer¨ªa acabar con ella, un objetivo que hace tiempo comprob¨® que era ut¨®pico. Como socia de un despacho colectivo, se dedica a casos penales y de extranjer¨ªa. Entre las batallas profesionales que libra hay dos muy significativas: la que pretende dignificar el turno de oficio (la asistencia letrada gratuita) y la que lucha contra la endogamia de los colegios de abogados, empezando por el de Madrid.
'En la pr¨¢ctica', se?ala, 'los colegios defienden muchos derechos corporativistas y pocos de los ciudadanos, sacralizan la funci¨®n de la abogac¨ªa, sit¨²an la confianza como valor m¨¢ximo en la relaci¨®n con el cliente como si ¨¦sta no fuera igualmente necesaria cuando se compra un producto en el mercado o se llama a un fontanero, y no act¨²an con el rigor necesario para atender quejas e imponer sanciones. Adem¨¢s, con la excusa de la confianza, el cliente no sabe muchas veces cu¨¢nto va a tener que pagar a su abogado. Por eso considero fundamental que sea obligatoria la suscripci¨®n de un contrato previo que incluya un presupuesto lo m¨¢s detallado posible'.
'La abogac¨ªa no est¨¢ al servicio de la sociedad', afirma. Una conclusi¨®n pesimista que atribuye, entre otras cosas, al dominio de los colegios profesionales por las vacas sagradas y los grandes despachos, as¨ª como por la pervivencia del sistema de colegiaci¨®n obligatoria, al que ella llama 'el verticato' por analog¨ªa con los sindicatos franquistas.
Desde el bando contrario, el decano de Madrid, Luis Mart¨ª Mingarro, sucesor del hist¨®rico Antonio Pedrol R¨ªus, insiste en que los deberes del abogado se resumen en que 'debe hacerse acreedor a la confianza depositada en ¨¦l por el cliente y garantizar que ¨¦sta no sea defraudada, lo que implica una actuaci¨®n deontol¨®gicamente intachable, transparente, clara, leal, diligente y eficaz. Lo que se nos entrega no es una mercader¨ªa de uso com¨²n, sino algo mucho m¨¢s trascendente, como la defensa penal, tutorial o accionarial'.
Por su parte, Carlos Carnicer, presidente del Consejo General de la Abogac¨ªa, remacha el clavo de la confianza y recuerda que 'es funci¨®n del abogado conseguir que el cliente vea sus derechos reconocidos, respetados y aplicados incluso cuando no son puestos a prueba ante un tribunal'. Para ¨¦l, como para Mart¨ª, es fundamental que los licenciados en Derecho reciban una formaci¨®n t¨¦cnico-pr¨¢ctica que les prepare para el ejercicio de la profesi¨®n, aunque a¨²n sigue pensando que su maestro Pedro Duque ten¨ªa toda la raz¨®n del mundo cuando aseguraba: 'Para ser buen abogado s¨®lo hace falta ser buena persona, ya que todo lo dem¨¢s se puede aprender con paciencia y sacrificio'.
El acceso a la profesi¨®n
El Pacto de Estado para la Reforma de la Justicia incluye el compromiso de establecer un sistema de acceso al ejercicio de la abogac¨ªa que impida que, con el t¨ªtulo todav¨ªa fresco en el bolsillo, cualquier licenciado en Derecho pueda colegiarse, alquilar un piso, poner en la puerta una placa que diga 'Fulanito de Tal, Abogado' y defender ante los tribunales a un acusado de asesinato o a una esposa que denuncie malos tratos. Y tambi¨¦n aqu¨ª es perceptible la diferencia de visi¨®n entre los poderes establecidos y los abogados de a pie.
Adem¨¢s de decano de Madrid, Luis Mart¨ª, de 64 a?os, que se hizo abogado porque lo llevaba en la sangre, encabeza un bufete de amplio espectro (derecho civil, mercantil, asesoramiento de empresas, cuestiones inmobiliarias, etc¨¦tera) que excluye los casos penales, laborales y matrimoniales. En su opini¨®n (la de alguien que se define como liberal) y en la de la junta de Gobierno del colegio, el acceso a la profesi¨®n 'debe regularse mediante un examen o prueba de control que permita contrastar la preparaci¨®n, pero no para reforzar el corporativismo, de que haya menos abogados o de que estos se consoliden como una ¨¦lite significada socialmente, sino para responder mejor a las necesidades de los ciudadanos'.
?ngeles L¨®pez ?lvarez est¨¢ abiertamente en contra de un examen porque 'el Estado ya te da un t¨ªtulo, y el colegio un papelito que te faculta para ejercer y, despu¨¦s de todo, ¨¦sta es una profesi¨®n liberal, y ning¨²n licenciado es tan suicida como para abrir un despacho en cuanto termina la carrera. Adem¨¢s, cada cliente est¨¢ en su perfecto derecho de elegir a un abogado m¨¢s joven e inexperto, en la confianza, por ejemplo, de que podr¨¢ dedicarle m¨¢s tiempo que si acude a un gran bufete. Si se institucionaliza la prueba de acceso, los colegios adquirir¨¢n a¨²n m¨¢s poder, sin que aumente la calidad y preparaci¨®n de los abogados'. Por eso, apuesta por la formaci¨®n pr¨¢ctica en los despachos ('eso s¨ª, cobrando') y porque los colegios hagan cuanto est¨¦ en su mano por hacerlo posible.
La pol¨¦mica sobre el acceso a la abogac¨ªa se extiende a la clase pol¨ªtica. El secretario de Estado de Justicia, Jos¨¦ Mar¨ªa Michavila, es firme partidario de regularla y est¨¢ convencido de que la cuesti¨®n se definir¨¢ en esta legislatura y se regular¨¢ en la siguiente. La urgencia, dice, viene de la necesidad de homologaci¨®n en el espacio europeo, ya que 'Espa?a es el ¨²nico pa¨ªs de la UE que no tiene un sistema de acceso'.
Por el contrario, el dirigente socialista Diego L¨®pez Garrido, uno de los tres redactores de la Carta de Derechos de los Ciudadanos ante la Justicia, muestra su temor a que eso abra la v¨ªa a la cooptaci¨®n dentro de los colegios de abogados, para limitar la competencia. Aunque reconoce que el tema de la calidad es muy complejo, opina que 'la formaci¨®n en la universidad deber¨ªa ser menos te¨®rica y acercarse a la pr¨¢ctica de la profesi¨®n'.
Emilio Cuatrecasas dirige el mayor despacho independiente de Espa?a, en el que trabajan 598 abogados y otros 350 profesionales. Tiene 17 oficinas en Espa?a, Portugal, Estados Unidos, B¨¦lgica y Brasil. En el a?o 2001, la facturaci¨®n ascendi¨® a m¨¢s de 100 millones de euros e intervino en tres de las cuatro mayores operaciones de fusi¨®n y adquisici¨®n de empresas efectuadas en Espa?a o por empresas espa?olas. Su labor se concentra sobre todo en las grandes y complejas transacciones econ¨®micas, muchas de ¨¢mbito transnacional.
A Cuatrecasas no le preocupa demasiado que se imponga o no una prueba obligatoria de acceso a la abogac¨ªa, aunque se?ala desde Barcelona que 'cuanto mayor sea el nivel de formaci¨®n mayores ser¨¢n las posibilidades de competir' y se dice 'claro partidario' de la obligatoriedad de 'un periodo de pr¨¢cticas legales remuneradas en despachos o instituciones'. Pero no es por esa v¨ªa por la que este megabufete enriquece su plantilla. 'La regla general', asegura, 'es la promoci¨®n interna. No tenemos pasantes ni admitimos abogados en pr¨¢cticas, excepto cuando se trata de extranjeros que necesitan completar un ciclo de entrenamiento o por los convenios de cooperaci¨®n suscritos con algunas universidades. Tampoco recurrimos a los cazatalentos'.
?C¨®mo se puede entrar entonces en Cuatrecasas? 'Es necesario', responde el gran jefe, 'acreditar un magn¨ªfico expediente acad¨¦mico, un t¨ªtulo de posgrado, m¨¢ster o similar, y hablar y escribir correctamente en ingl¨¦s. El candidato debe superar varias entrevistas con socios de la firma y obtener la aprobaci¨®n del comit¨¦ de incorporaciones'.
El v¨¢stago de una familia con medios econ¨®micos podr¨¢ tener acceso a cursos especializados en el extranjero que enriquecer¨¢n su curr¨ªculo. Al hijo, sobrino o amigo de abogado de prestigio no le faltar¨¢n oportunidades de aprender todo lo que necesite en un despacho. El resto lo tendr¨¢ mucho m¨¢s dif¨ªcil.
Adriana P. P., de 28 a?os, se?ala que, mientras estudiaba Derecho en Madrid, 'hab¨ªa hijos de pap¨¢ que se daban la gran vida y sacaban la carrera a trancas y barrancas porque sab¨ªan que, apenas dejasen la facultad con el t¨ªtulo en el bolsillo, tendr¨ªan garantizado un buen trabajo'. Para ella, en cambio, las cosas fueron mucho m¨¢s dif¨ªciles. Tanto que, pese a su buen expediente, termin¨® renunciando a la abogac¨ªa.
En la facultad obtuvo una formaci¨®n te¨®rica aceptable, dice, 'pero de pr¨¢ctica, nada, cero'. Necesitaba ganarse la vida y lo hizo como recepcionista del Palacio Municipal de Congresos y en una asesor¨ªa fiscal, mientras segu¨ªa cursos de contabilidad, comercio exterior e ingl¨¦s.
Hasta que, por fin, entr¨® en un despacho peque?o en el que se supon¨ªa que iban a ense?arle la pr¨¢ctica de la abogac¨ªa: redactar recursos, presentar demandas, llevar casos, etc¨¦tera. Le ofrecieron 600 euros mensuales, 'm¨¢s negros que el carb¨®n', y 12 pagas al a?o. Pas¨® por el aro para aprender y porque conoc¨ªa casos mucho m¨¢s sangrantes, incluso de trabajar gratis.
Lo peor fue que, ' a la hora de la verdad', no trabaj¨® como pasante, sino 'de chica para todo', menos barrer y limpiar el ba?o: 'Ten¨ªa que atender el tel¨¦fono, abrir la puerta, ir a comprar tabaco y productos de limpieza y subirles el caf¨¦. Reconozco que algo aprend¨ª, pero de forma autodidacta, a trav¨¦s de la explotaci¨®n, no porque ellos me ense?aran. Los primeros seis meses, me pasaba mucho m¨¢s tiempo en la calle, haciendo recados, que en el despacho'.
Al final se hart¨® porque le pon¨ªan mala cara y encima le pagaban con retraso. La de abogado le sigue pareciendo una hermosa profesi¨®n, pero no ve f¨¢cil encontrar el dinero para poner un despacho propio o compartido con otros colegas. Y se ha rendido. Ahora trabaja en unos grandes almacenes con contrato, seguridad social, un sueldo aceptable y posibilidades de ascender.
Carlos Carnicer admite que hay abusos, pero tambi¨¦n que 'en muchos despachos se imparte la pasant¨ªa de forma ejemplar'. Luis Mart¨ª se?ala, por su parte, que es el dise?o antiguo, 'la forma tradicional y v¨¢lida de despegar en la profesi¨®n' lo que ya no funciona, aunque s¨®lo sea por el hecho de que, tan s¨®lo en Madrid, se colegian cada a?o 2.000 nuevos abogados. 'Sobre esa base', afirma, 'no puede haber pasant¨ªas, y tampoco se pueden imponer a los despachos. Por eso ha creado el colegio una bolsa de trabajo y ofrece cursos de formaci¨®n y programas de iniciaci¨®n profesional, unos gratuitos y otros a precios pol¨ªticos'.
Seg¨²n Mart¨ª, la pasant¨ªa tiene una doble dimensi¨®n: de formaci¨®n y de trabajo. 'Las dos van unidas', sostiene, 'pero por su singularidad no deber¨ªa haber una relaci¨®n laboral convencional, sino de tipo especial, donde la obligaci¨®n de retribuir est¨¦ muy clara pero sin olvidar que, cuanto m¨¢s se quiera formalizar, menos contrataciones habr¨¢'.
Un ejemplo del nivel de corporativismo que puede llegar a existir lo proporciona Jos¨¦ Bernardo Mato Jara, un c¨¢ntabro que intent¨® querellarse penalmente contra un abogado. Dados sus escasos recursos, solicit¨® un letrado de oficio. La abogada inicialmente designada por el colegio, Mar¨ªa Cort¨¦s del Valle, aleg¨® 'una cierta incompatibilidad' para no aceptar el encargo.
Medio a?o despu¨¦s, fue designado Juan Carlos Nieto Cuartango, que notific¨® tambi¨¦n su deseo de renunciar. Tras reclamar al Defensor del Pueblo, en septiembre de 2001 se le asign¨® un tercer letrado. Pero , despu¨¦s de tres a?os del inicio del procedimiento, Mato tir¨® la toalla. 'Donde la Constituci¨®n dice que todos los espa?oles son iguales ante la ley', asegura hoy con amargura, 'deber¨ªa a?adirse: exceptuando a los se?ores abogados'.
Como todo es seg¨²n el color del cristal con que se mira, tanto los colegios como el Consejo General de la Abogac¨ªa ofrecen pruebas de que los abogados son capaces tambi¨¦n de autorregularse para limpiar su casa y deshacerse de quienes deshonran la profesi¨®n, que insisten en que son una ¨ªnfima minor¨ªa. En el caso de Madrid, se recibieron en 2001 un total de 1.214 quejas, un 8% m¨¢s que el a?o anterior: 702 se resolvieron y 530 siguen a¨²n en tr¨¢mite. La Junta de Gobierno adopt¨® 1.498 acuerdos (muchos de ellos relativos a casos de a?os anteriores), de los que 955 fueron de archivo por falta de fundamento o insuficiencia de pruebas. Se impusieron 189 sanciones: 85 por faltas leves, 85 graves y 19 muy graves. 'Desde que soy decano', asegura Mart¨ª Mingarro, 'es decir, desde 1993, se han producido 19 expulsiones'.
Denuncias
Las denuncias m¨¢s frecuentes en los primeros meses de 2002 eran las relativas al turno de oficio, disconformidad con la actuaci¨®n profesional, desatenci¨®n de los casos, no devoluci¨®n de documentos y falta de informaci¨®n al cliente. Tambi¨¦n hay quejas por vulneraci¨®n del secreto profesional, deslealtad y estafa, disconformidad con los honorarios, trato desconsiderado, no justificaci¨®n de la provisi¨®n de fondos y pasividad.
'Yo he puesto especial hincapi¨¦', afirma el decano de Madrid, 'en el buen funcionamiento del departamento deontol¨®gico y disciplinario, para que responda a lo que los ciudadanos, no los abogados, pueden esperar y desear'. Pese a todo, la mala imagen de algunos abogados concretos contamina la del conjunto de la profesi¨®n.
El desarrollo del Pacto de la Justicia y de la Carta de Derechos del Ciudadano (que defiende la necesidad de una conducta deontol¨®gicamente correcta, que el cliente est¨¦ perfectamente informado y que exista una relaci¨®n de confianza con los abogados) puede eliminar muchos fantasmas. Pero, a la postre, todo depender¨¢ de que los ciudadanos exijan sus derechos y de que los abogados, encargados de defenderlos, sean los primeros en respetarlos.
El turno de oficio y la utop¨ªa de una justicia gratuita
EN LOS ABARROTADOS juzgados de primera instancia e instrucci¨®n de la plaza de Castilla, de Madrid, toda una alegor¨ªa de la masificaci¨®n de la justicia en Espa?a, abundan los abogados de oficio que echan pestes contra la falta de medios y de retribuci¨®n adecuada. Sus servicios, accesibles tan s¨®lo para quienes no tienen ingresos suficientes (la frontera de la pobreza se fija en dos veces el salario m¨ªnimo), constituyen la ¨²nica esperanza, constantemente defraudada, en una justicia igual para todos. Hace tiempo que la justicia es gratuita y que desaparecieron las costas judiciales, pero la ley sigue teniendo un precio, el de abogados y procuradores, que se puede multiplicar cuando se recurre a pruebas periciales. Quien no puede pagarlo tiene la posibilidad de recurrir a un abogado de oficio. Y eso es lo que hacen centenares de miles de personas cada a?o, especialmente en los casos penales, donde la gran mayor¨ªa de los presuntos delincuentes son pobres como ratas. El Estado pone el dinero y los colegios de abogados montan el tinglado para que el mecanismo funcione, desde el sistema de formaci¨®n y selecci¨®n de los letrados (que depende de su especializaci¨®n), hasta la clasificaci¨®n por ¨¢reas (penal, social, civil y contencioso-administrativo), la designaci¨®n para guardias y casos concretos y el pago de honorarios. A finales de 2001, y tan s¨®lo en Madrid, hab¨ªa 3.690 abogados adscritos al Turno y a la Asistencia Letrada al Detenido, las dos patas del sistema de justicia gratuita. Ese mismo a?o se produjeron 53.932 designaciones para la primera y 68.274 para la segunda. El Estado es taca?o, demasiado. Tanto que pone en peligro la eficacia misma de la maquinaria de defensa. No hay abogado que no se queje. En Madrid, una guardia de 24 horas, con disponibilidad absoluta, y que a veces exige seguir atendiendo a los detenidos hasta en los dos d¨ªas siguientes, se retribuye con 114,2 euros brutos. Los criterios del colegio profesional recomiendan unos honorarios de 210 euros por la asistencia a un detenido, con un aumento del 25% para cada caso adicional. Un procedimiento familiar completo, como el que puede llevar a la nulidad de un matrimonio, supone un pago para el abogado de oficio de 192,3 euros, frente a los 1.800 que recomienda el colegio. Ana Cort¨¦s, de 31 a?os, socia de un despacho de abogados artesanal y polifac¨¦tico en el que se gana la vida con mucho esfuerzo y alg¨²n apuro, reconoce que, para su peque?o colectivo, el turno de oficio supone una carga econ¨®mica. Pero no est¨¢ dispuesta a tirar la toalla. En su opini¨®n, la racaner¨ªa econ¨®mica, el trato desconsiderado que los abogados reciben a veces de jueces y fiscales, la ausencia de procurador en la primera fase de los procedimientos y la imposibilidad pr¨¢ctica de recurrir a peritajes privados se pueden traducir en flagrante indefensi¨®n. En su ¨²ltima guardia de asistencia letrada a detenidos, Ana tuvo que ir a cuatro comisar¨ªas y pasarse varias veces a lo largo de tres d¨ªas por los juzgados. Alguno de esos casos, que todav¨ªa colean, ponen de manifiesto otras facetas problem¨¢ticas del proceso de administrar justicia en Espa?a. Como el de un extranjero acusado de violar a una prostituta (aunque ¨¦l alega que s¨®lo hubo una discusi¨®n sobre el precio del servicio), para el que el fiscal ha pedido una prueba de ADN, a pesar de que el acusado no niega que tuviera relaciones sexuales con la presunta v¨ªctima. El turno de oficio de Madrid ha recibido el certificado de calidad Aenor. Un reconocimiento que no impresiona ni a Ana ni a ?ngeles L¨®pez ?lvarez, de la Asociaci¨®n Libre de Abogados (ALA), para quien, en las actuales condiciones, 'es muy dif¨ªcil prestar un servicio de calidad' y hacer efectivo el derecho constitucional a la justicia gratuita.
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