Tromba sobre Tenerife
Habr¨ªa sido un milagro que la tromba de agua que cay¨® el domingo sobre Santa Cruz de Tenerife -224 litros por metro cuadrado en apenas dos horas, casi lo que llueve en todo un a?o normal- no hubiera causado v¨ªctimas y da?os en la proporci¨®n en que lo hizo. Los servicios de meteorolog¨ªa no fueron capaces de detectarla con antelaci¨®n, a pesar de ser un fen¨®meno recurrente de la climatolog¨ªa de la zona. Su imprevisibilidad explica, s¨®lo en parte, sus tr¨¢gicas consecuencias: seis personas muertas y una desaparecida y 350 viviendas destrozadas, adem¨¢s de los cuantiosos da?os producidos en infraestructuras viarias y de telecomunicaciones, a lo que cabe a?adir el desalojo de varios cientos de vecinos ante el peligro de derrumbamiento de una presa. Pero, como ya es habitual en Espa?a, el urbanismo descontrolado tambi¨¦n ha contribuido a que este tipo de fen¨®menos naturales alcance niveles de tragedia en Santa Cruz de Tenerife.
Ante los dram¨¢ticos efectos de esta tromba de agua, el ministro de Medio Ambiente, Jaume Matas, ha recordado la necesidad de acometer nuevas infraestructuras y de regular los cauces naturales para evitar este tipo de cat¨¢strofes. Parecidas apelaciones han estado en boca del ministro de turno siempre que en Espa?a -y ha sucedido en numerosas ocasiones- una riada se ha llevado por delante una urbanizaci¨®n asentada en el cauce de un r¨ªo o de una rambla o un c¨¢mpig levantado en la desembocadura de un curso de agua. En Santa Cruz de Tenerife la tromba se ha cobrado la mayor¨ªa de sus v¨ªctimas y los da?os m¨¢s cuantiosos en barrios de aluvi¨®n, asentados en las laderas de la monta?a, apenas urbanizados y sin defensas ante los posibles aluviones.
El recordatorio del ministro Matas deber¨ªa ser el ¨²ltimo. Los poderes p¨²blicos -y en primera l¨ªnea los ayuntamientos- deben poner freno al urbanismo desaforado, que no respeta las zonas de riesgo natural o al descontrolado que, como en el caso de Santa Cruz de Tenerife, se desarrolla en barrios sin infraestructuras ni servicios p¨²blicos, convertidos en presas f¨¢ciles de los desastres naturales. Las autoridades no pueden permanecer impasibles ante este tipo de urbanismo -el que invade los cauces de r¨ªos y torrenteras o el que crece sin control en la periferia de las ciudades- y luego lamentarse de su parte de culpa en la magnitud de tragedias naturales como ¨¦sta.
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