De hero¨ªnas y h¨¦roes
En esta Semana Santa pasada en el recogimiento de un hotel frente a una playa imposible de viento y lluvia, he hecho examen de conciencia. Y he dado en reconocer que esto de la pol¨ªtica vasca me ha puesto ¨²ltimamente demasiado trascendental. Ahora que todas las fuerzas democr¨¢ticas se est¨¢n uniendo (salvo los vascos del PP pero, como dir¨ªa Miss Martiartu, ?qui¨¦n ha dicho que esos sean democr¨¢ticos y menos a¨²n vascos?), habr¨¢ que pensar en dejar de hablar de concejales amenazados y de otras tantas tristezas.
Que en todas partes hay dramas y aqu¨ª, al menos, tenemos pr¨®ceres que se desvelan por nosotros, gestionando nuestro sistema de salud y promocionando el pa¨ªs del bacalao al pil-pil.
Para mis amigos la aventura es poder ser ellos mismos sin alguien que les cuide
La palabra que mejor expresa la inoportunidad pol¨ªtica en los momentos actuales es la de h¨¦roe. A nadie parecen gustarles los ciudadanos-h¨¦roes ni, menos a¨²n, que les agobien con ello, porque en este pa¨ªs ya no nos pasa nada. Dispuesta a la confesi¨®n general y a hacer limpieza de recuerdos, estoy casi decidida a mandar esas ideas malsanas de nuevo a la ganbara, de donde nunca debieron salir y menos a pasearse por ah¨ª en letra impresa. As¨ª que pasando de este tipo de h¨¦roes.
De los otros, mis h¨¦roes fueron siempre los del cine. Y el primero, Gary Cooper. Era como mi padre, o como me imagino que ser¨ªa antes de que yo naciese. Un hombre tranquilo y nada propenso a meterse en l¨ªos. Nunca quiso ser un h¨¦roe, pero cuando las circunstancias le pusieron s¨®lo ante el peligro, hizo lo que ten¨ªa que hacer.
Lo contrario de uno de mis vecinos, que hab¨ªa nacido con vocaci¨®n heroica y se le pas¨® la vida esperando en vano la oportunidad de demostrarlo. La casa en la que viv¨ªa hab¨ªa sufrido en el pasado varios incendios. Pero nunca m¨¢s ardi¨®; por lo que nadie pudo verle salvando a su familia de las llamas. Debe ser terrible sentirte bombero y no encontrarte nunca con un mal incendio.
Otro h¨¦roe muy especial para m¨ª fue Peter Pan. Tras ver la pel¨ªcula de Disney, esa noche me cre¨ª volando como Wendy hacia una isla maravillosa poblada por piratas, indios y sirenas. Ya sab¨¦is, por la segunda estrella a la derecha y luego, todo seguido hasta el amanecer. Pero, sobre todo, volar cogida de la mano de un Robin Hood tan apuesto y descarado. No sab¨ªa a¨²n lo desgraciada que una mujer puede ser esperando el regreso de un eterno adolescente. Lo empec¨¦ a entender m¨¢s tarde, cuando le¨ª la novela original de Barrie (y, sobre todo, cuando me cas¨¦ con mi propia versi¨®n de Peter Pan).
Quiz¨¢s de esa fustraci¨®n de Wendy naciese Barbarella, una joven que, harta de esperar, se lanza a recorrer galaxias haciendo el amor y la guerra con su propio cohete. Sus descendientes, las hero¨ªnas de videojuegos dan saltos y lanzan patadas formidables. Pero nunca podr¨¢ ser mi hero¨ªna un Roberto Alcazar travestido.
En el otro extremo est¨¢n las mujeres que prefieren la tierra firme. Tuve una amiga para quien la verdadera hero¨ªna a quien admirar no era Wendy sino su madre, la Sra. Darling. Porque sab¨ªa que se necesitaba valor para manejarse en aquella casa victoriana. Los hombres suelen dar importancia a la eficacia de la mujer silenciosa. Dudo que mi amiga ambicionase el hero¨ªsmo callado, ya que finalmente lleg¨® a ser una maruja hastiada de su vida.
Para Barrie y Lewis Carroll el de Alicia, la aventura es el deseo de estar en otro lugar y de ser otro. Pero ¨²ltimamente mis mejores amigos han trastocado esta definici¨®n. Porque para ellos, irse fuera estos d¨ªas de Semana Santa es descansar de la aventura y poder ser ellos mismos sin alguien que les cuide. Para ellos la aventura consiste en salir de casa cada d¨ªa y volver a ella por la noche. Algunos de sus actos son her¨®icos, sobre todo los d¨ªas laborables. As¨ª que salen de viaje para recuperar la normalidad suspendida durante la vida cotidiana.
He cerrado la puerta de la ganbara tras dejar all¨ª archivados mis viejos h¨¦roes y hero¨ªnas de papel y celuloide. Pero, a pesar de mis intenciones, no he podido resistirme a seguir llevando conmigo mis momentos her¨®icos favoritos: instantes de lucidez en los que la voluntad debe hacer frente al poder terrible de una fuerza destructora. Cuando aquellos bomberos entraron en las torres de N.Y. en llamas. Cuando los pacifistas han entrado en el cuartel de Arafat sorteando los tanques hebreos. Cuando nuestros concejales entran cada d¨ªa en ayuntamientos de Batasuna. Ellos son mis Gary Cooper de este siglo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.