Cuadros y gratitud
La familia del pintor Rafael Bot¨ª dona una rica colecci¨®n de arte a C¨®rdoba
Cuando Rafael Bot¨ª ten¨ªa 16 a?os ya sab¨ªa bien lo que quer¨ªa. Era un adolescente espigado, de ojos grandes, que se las arreglaba para asistir a la Escuela de Artes y Oficios de C¨®rdoba, aprendiendo a dibujar nada menos que con Julio Romero de Torres, y para pasar horas y horas estudiando en el Conservatorio Superior de M¨²sica. Todo a la vez, todo con provecho. Bot¨ª hab¨ªa nacido con el siglo y avanzaba igual de r¨¢pido. A los 17 a?os ya era profesor de viola; a los 23 expon¨ªa sus cuadros. La Diputaci¨®n de C¨®rdoba le bec¨® (le pension¨®, que se dec¨ªa entonces) para que se fuera una temporada a Par¨ªs. 'Siempre le trataron muy bien', dice contento su hijo, que se llama igual que ¨¦l. 'C¨®rdoba le dio mucho, de joven y de mayor. Pocas personas han tenido la suerte de gozar de tanto cari?o y tantos homenajes en vida. Y precisamente por eso nosotros queremos corresponder haciendo esta donaci¨®n'.
La donaci¨®n de la que habla Rafael Bot¨ª hijo consiste en 26 cuadros de 23 artistas espa?oles amigos del pintor: desde Daniel V¨¢zquez D¨ªaz, que fue profesor suyo, hasta Agust¨ªn Ibarrola, uno de los creadores del Equipo 57, pasando por Waldo Aguiar y Rafael Orti. Se trata de obras tan diversas como valiosas, retratos, paisajes, ¨®leos, tintas, que se exponen desde ayer en el Palacio de la Merced, sede de la Diputaci¨®n de C¨®rdoba, la nueva propietaria de la colecci¨®n.
Es f¨¢cil ver que la de la familia Bot¨ª Blanco ha sido una muestra de gratitud muy generosa. Seg¨²n Jaime Brihuega, experto en arte contempor¨¢neo, Bot¨ª fue 'un verdadero nudo de comunicaciones: era una gran persona que se hizo amigo de todos los artistas de su tiempo. Ellos le quisieron mucho y le regalaron sus cuadros'. A estos regalos hay que a?adir obras del propio Bot¨ª, con lo que las piezas que acaba de recibir la Diputaci¨®n son una excelente representaci¨®n de la pintura espa?ola de la primera mitad del siglo XX.
Y una buena noticia: no ser¨¢ la ¨²ltima. Rafael Bot¨ª hijo se propone seguir entregando a la Diputaci¨®n su rico patrimonio pict¨®rico. 'Haremos otra donaci¨®n', explica, 'tan pronto est¨¦ terminado el museo en la Juder¨ªa'. Es decir, desde que la sede de la Fundaci¨®n Rafael Bot¨ª est¨¦ definitivamente concluida. 'Y la tercera, para la que espero que a¨²n quede mucho tiempo', sonr¨ªe, 'la haremos cuando faltemos mi mujer y yo. Ya tenemos hecho testamento estableciendo que todas nuestras obras de arte pasen a la Fundaci¨®n a nuestra muerte'. Reflexiona un momento y a?ade: 'Yo ya paso de los 70'.
A Rafael Bot¨ª padre, que muri¨® en 1995, todo esto le har¨ªa ilusi¨®n. 'Si nos est¨¢ viendo ahora', piensa su hijo en voz alta, 'estar¨¢ disfrutando enormemente, con tantos amigos suyos que siguen arrop¨¢ndole... y en su ciudad, en la que dec¨ªa que se pod¨ªan pintar hasta los jaramagos de los tejados, porque eran bell¨ªsimos'.
Los retratos del pintor
Entre los cuadros que la familia Bot¨ª Blanco ha donado a la Diputaci¨®n de C¨®rdoba destacan varios retratos del pintor. Uno, muy delicado, de Jos¨¦ Caballero, trazado con tinta en 1936, que representa a Bot¨ª con pajarita, la mirada perdida, la barbilla a medio afeitar, la viola en la mano. Para Jaime Brihuega, experto en arte contempor¨¢neo, ¨¦ste es 'un dibujo magistral'. Hay otro del mismo autor, esta vez al ¨®leo, en el que est¨¢ pac¨ªficamente ensimismado, viendo cosas que nadie m¨¢s ve, privilegio del pintor. Y hay un tercero, de Waldo Aguiar, en el que Bot¨ª est¨¢ trabajando, con la paleta en la mano, ataviado con un elegante traje casta?o de tres piezas. En las fotograf¨ªas de los a?os 70 y 80 aparece como un se?or de mirada amable, profunda, discretamente parapetado tras las gafas. Pero su retrato m¨¢s real es, probablemente, el que le presenta como un autor clave dentro del movimiento renovador del arte espa?ol de la primera mitad del siglo XX. 'Fue uno de los fauves, primero, apasionado por el color, y luego un neocubista de primera', resume Jaime Brihuega. 'Contribuy¨® a la modernizaci¨®n del arte de su tiempo'. La vida de Bot¨ª fue accidentada. Su casa fue destruida por un bombardeo en los primeros d¨ªas de la guerra civil. Tuvo que salir corriendo con su familia: primero a Valencia y luego a Manzanares, un pueblo en la provincia de Ciudad Real, donde trabaj¨® como profesor de dibujo y como bibliotecario en el instituto de bachillerato de esa localidad. Finalmente acab¨® por asentarse en Madrid. A C¨®rdoba iba y ven¨ªa, y en los ¨²ltimos a?os de su vida tuvo muchas ocasiones para volver a su ciudad natal, que le premiaba y le homenajeaba repetidamente. 'El Ayuntamiento le dio la medalla de oro de la ciudad', relata su hijo, orgulloso, 'y puso su nombre a una plaza preciosa'. 'Su pintura ten¨ªa mucho que ver con la m¨²sica, que le ayudaba', contin¨²a explicando Rafael Bot¨ª hijo. '?l era una persona muy sensible, completamente incapaz de hablar mal de nadie. Su pintura era justamente as¨ª, muy sentida, sin trucos'. Le gustaba pintar los patios, los rincones limpios, amables y luminosos; le gustaba la luz de C¨®rdoba, el blanco, el azul y el ocre.
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