Falos, dioses y tumbas
En los concursos, aqu¨¦llos, de La ?nica (hoy llamada La Primera), siempre hab¨ªa un egipt¨®logo aficionado que apabullaba al personal con sus conocimientos sobre aquella tierra de faraones, llena de tecnicolor y de decorados de cart¨®n piedra. La vastedad de aquellos conocimientos fara¨®nicos le daba al especialista aficionado una seriedad, agravada por el poco color de la ¨¦poca; una seriedad de la que no participa Terenci Moix, quien, travieso y burl¨®n, se ha escondido en la alfombra enrollada de Cleopatra, pel¨ªcula de Joseph L. Markiewicz, y al extenderla rueda por el suelo no la mism¨ªsima Elizabeth Taylor, sino el propio Terenci Moix, quien es, en esta su ¨²ltima novela, un novel¨®n, el narrador, el que cuenta, explica, manipula y observa.
EL ARPISTA CIEGO
Terenci Moix Planeta. Barcelona, 2002 425 p¨¢ginas. 19 euros
Terenci Moix es quien m¨¢s sabe de egiptolog¨ªas y con ellas, a su manera, se ha creado un mundo literario, que tiene sus ramificaciones laber¨ªnticas que desembocan en otros mundos, en otras ¨¦pocas, pero siempre con una constante: una reivindicaci¨®n de la tolerancia y de la libertad individual, una b¨²squeda de ese El Dorado del deseo y de la permisividad sexual. Y para subrayar esto que le parece primordial recurre a un desvergonzado humor, socarr¨®n y libertario, que mete la mano en la fuente de donde manan los mitos cinematogr¨¢ficos, donde se refrescan y se conservan los sue?os. Terenci Moix no pretende escribir novelas hist¨®ricas plomadas por la erudici¨®n y el rigor en el dato. ?l se crea un mundo propio, en el que los anacronismos, que los hay, estallan como fuegos de artificio en el horizonte de la p¨¢gina, y en el que un lenguaje muy cuidado, y muy personal, ilumina la narraci¨®n.
La Tebas de este Fara¨®n de la novela de Terenci Moix es una corrala de vecinas, donde dioses y mortales se echan un pulso y donde unos y otros hacen sus trastadas y sus bellaquer¨ªas, detr¨¢s de la puerta o delante, y haciendo todos ellos muchas risas. En esta novela, las diosas, algunas, borbonean como una reina castiza en una piececilla de Valle-Incl¨¢n, y otras, diosas o mortales, son atrevidas y deslenguadas como una se?ora t¨¢rtara del teatro de Francisco Nieva (en esp¨ªritu transgresor s¨ª coinciden los personajes de Nieva con los de Terenci Moix: ambos se apoyan en el lenguaje, atrevid¨ªsimo y conseguido, rico en matices y sonoridades, para darles vida a sus personajes). Moix ha escrito una excelente novela sobre falos, dioses y tumbas, una chispeante mirada hacia ese mundo, enso?ado y mitificado, del antiguo Egipto. Y hay, s¨ª, mucha acci¨®n, mucho di¨¢logo y mucho intercambio sexual.
Pero a Terenci Moix le ha salido, al final, una novela seria, atravesada por una melanc¨®lica sensaci¨®n de que el deseo, la vida, el placer, la alegr¨ªa se nos escapan de las manos. Como Jonet, uno de los protagonistas (y no s¨¦ si tan asido como ¨¦l), Terenci Moix parece desplazarse en esa alfombra voladora (El ladr¨®n de Bagdad, la pel¨ªcula), y va sobrevolando su mundo literario, en una especie de desilusi¨®n o desencanto vital que quiz¨¢ tenga que ver con sus problemas de salud o con el inexorable paso del tiempo (el Tiempo, con may¨²scula, es un personaje esencial, adem¨¢s de insaciable bujarr¨®n, en esta novela). Le ha salido, s¨ª, una novela un tanto melanc¨®lica, pero, en seguida, Terenci Moix se recupera, enciende el cigarrillo prohibido y que comience el espect¨¢culo.
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