M¨¢quinas, piedras y huesos
Desde que trascendi¨® a la prensa, he seguido con mucho inter¨¦s los escritos referentes al antiguo mercado del Born de Barcelona. Estoy seguro de que tambi¨¦n ¨¦stos han contribuido en gran medida a que finalmente se haya optado por la conservaci¨®n in situ de los restos descubiertos. Realmente las autoridades responsables han mantenido durante demasiado tiempo un silencio sospechoso como para que ahora nos quieran hacer creer que en ning¨²n momento consideraron otras opciones aparte de la conservaci¨®n. No dudo de que la presi¨®n medi¨¢tica ha hecho recapacitar a m¨¢s de uno. Afortunadamente esta vez se ha impuesto el sentido com¨²n.
Evidentemente, en muchas de las cr¨®nicas no dejan de mencionarse las anteriores excavaciones efectuadas al lado mismo meses antes de los Juegos Ol¨ªmpicos, previas a la construcci¨®n de un aparcamiento. Aquellos restos all¨ª encontrados, tambi¨¦n de un cierto inter¨¦s hist¨®rico, no se salvaron de la destrucci¨®n. Corr¨ªan otros tiempos y ten¨ªan que acabarse las obras en el plazo previsto. Hab¨ªa que espabilarse. El recuerdo de aquellos hechos me vino enseguida a la mente cuando se public¨® el hallazgo de los restos bajo el Born.
Casualmente me encontraba all¨ª entonces. Hac¨ªa poco que hab¨ªa acabado la carrera, no ten¨ªa todav¨ªa trabajo de profesor y me apunt¨¦ a una lista del departamento de Patrimonio o algo as¨ª. Me llamaron para hacer de auxiliar de excavaci¨®n, o sea: carretilla, pico, pala y capazo. Barcelona herv¨ªa de obras y naturalmente muchas afectaban a espacios de inter¨¦s arqueol¨®gico. Era necesario documentar, estudiar y limpiar deprisa y corriendo, antes de dejar entrar a los obreros, mejor dicho, mientras los obreros ya trabajaban. Pero la prioridad era en esos momentos para las obras, no para el patrimonio. Comenc¨¦ en Montju?c, despu¨¦s estuve en la calle de Sant Pau, finalmente me enviaron a excavar en el Born. Era noviembre de 1991. Faltaban pocos meses para los juegos y necesitaban gente para acabar pronto la tarea.
Lo que encontr¨¢bamos causaba sensaci¨®n entre el vecindario. ?Han visto la pel¨ªcula En construcci¨®n? Pues aquello era bastante parecido. La gente se encaramaba a las vallas y observaba el interior con asombro mientras nosotros desenterr¨¢bamos esqueletos humanos, edificios, calles y toda clase de objetos peculiares. No siempre resultaba agradable. Recuerdo que un par de veces me toc¨® vaciar un pozo negro. Tambi¨¦n recuerdo la gran cantidad de pipas de fumar que sacamos. Todav¨ªa guardo una por alguna parte. Eran blancas y llenas de tierra, hechas en arcilla, c¨®nicas y con la boquilla muy fina y alargada. Casi siempre aparec¨ªan rotas, rara vez enteras. Puede que aquella parte correspondiera a una taberna o a alg¨²n taller.
En fin, entre el estr¨¦pito de las m¨¢quinas excavadoras y de los encofradores un d¨ªa sali¨® a la luz un personaje impactante: un esqueleto con las manos atadas a la espalda, los grilletes de hierro a¨²n puestos. ?Qu¨¦ diablos hac¨ªa all¨ª? Los arque¨®logos nos contaron sus suposiciones. Parece que aquella parte hab¨ªa sido una zona de playa, el mar llegaba mucho m¨¢s arriba que hoy en d¨ªa. De hecho el estrato que est¨¢bamos excavando era de arena. Pues bien, seg¨²n lo que dec¨ªan, all¨ª iban a parar para ser enterrados los cad¨¢veres de los ejecutados sin oficio ni beneficio, los que no val¨ªan ni un agujero en el cementerio. Al p¨²blico del barrio estas cosas le impresionaban. A m¨ª ya no tanto; en las excavaciones de Sant Pau hab¨ªa visto de todas clases: de ¨¦poca neol¨ªtica, tardorromana, medieval...
Noviembre de 1990. En realidad toda el ¨¢rea de excavaci¨®n en Sant Pau del Camp era un verdadero cementerio, con la caracter¨ªstica de que las tumbas estaban dispuestas por capas, seg¨²n las ¨¦pocas. Al lado de nuestra parcela, hacia la entrada del patio, se divisaban las caracter¨ªsticas formas de las inhumaciones tardorromanas con sus tejas inclinadas formando como peque?as caba?as. Pero lo m¨¢s interesante eran las escasas trazas del antiqu¨ªsimo poblado neol¨ªtico en los estratos m¨¢s profundos. All¨ª la excavaci¨®n era mucho m¨¢s cuidadosa, se hac¨ªa cent¨ªmetro a cent¨ªmetro. Bajo el actual cuartel de la Guardia Civil se hallaban los restos de las residencias de los primeros habitantes permanentes del llano de Barcelona.
Pero para m¨ª, como profesor de Cl¨¢sicas, el crimen m¨¢s nefasto de aquellos d¨ªas no fue el del Born, sino el de Montju?c. En septiembre-octubre de 1990 excavamos durante semanas los silos ib¨¦ricos y la cantera romana.
Los silos en particular eran impresionantes: enormes pozos c¨®nicos de hasta seis metros de fondo y cuatro de ancho repletos de piezas de cer¨¢mica de todo tipo hechas a?icos: ib¨¦rica (muy mala), p¨²nica, griega, ¨¢tica (muy apreciada), campana, massaliota... Aquellos silos eran un tesoro. Ven¨ªan a ser los dep¨®sitos de grano de la terminal establecida justo en la desembocadura del Llobregat para el comercio ultramarino. El r¨ªo, que entonces era navegable, en los siglos anteriores a la llegada de los romanos desembocaba justo al sur de Montju?c, en el barrio del Port. Posiblemente no muy lejos de ese punto se pueda encontrar la primitiva localizaci¨®n de la Barkeno ib¨¦rica, inmediato antecedente de la Barcino romana.
Desde luego, los trabajos que all¨ª realizamos merecieron el calificativo de 'urgentes'. Tanto es as¨ª que en la cantera romana lo primero en entrar era la excavadora con su pala por delante, y algunos de nosotros hurg¨¢bamos entre los montones de tierra que dejaba con la esperanza de salvar lo que de inter¨¦s pudiera haber. O en el ¨¢rea de los silos, al pie de la monta?a, donde se formaba una piscina con el agua de lluvia, y all¨ª nos met¨ªamos con el barro hasta la rodilla a pescar fragmentos sueltos de cer¨¢mica. Por las noches, vecinos del barrio se colaban pensando encontrar objetos de valor, pues hab¨ªa corrido el rumor de que busc¨¢bamos un tesoro enterrado.
Supongo que todo aquello debi¨® quedar documentado y fotografiado. Al final lo arrasaron para construir una carretera.
As¨ª es como se hicieron las cosas en los d¨ªas preol¨ªmpicos. Ahora no se puede justificar un proceder similar con los hallazgos del Born. Hay que conservarlos, demasiado se ha perdido ya para siempre.
Antoni Sagarra es profesor de Lat¨ªn y Griego.
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