40.000 pesetas al mes por colch¨®n
Varios inmigrantes cuentan sus dificultades para encontrar casa de alquiler
Como cada fin de semana, cientos de latinoamericanos -sobre todo ecuatorianos y peruanos- se re¨²nen en el paseo de La Chopera del madrile?o parque de El Retiro. Entre patadas al bal¨®n, partidas de volley, y platos de fritada -comida t¨ªpica ecuatoriana a base de carne de cerdo, acompa?ada de patatas y ensalada- regados con cerveza, los inmigrantes hablan de sus problemas, entre ellos del de la vivienda.
Rudi y Jos¨¦ observan a sus paisanos jugar al f¨²tbol mientras comparten una litrona. Ambos acaban de aterrizar en Espa?a, y para confirmarlo Rudi muestra su documento de identidad ecuatoriano reci¨¦n renovado el pasado 14 de marzo. Los dos van tirando con trabajos espor¨¢dicos que les permiten llevarse algo a la boca, pero desde que llegaron hace dos semanas duermen en los pasillos del metro. 'La semana pasada fui a ver un piso que se anunciaba en un locutorio telef¨®nico. El due?o me quer¨ªa hacer pagar 40.000 pesetas por un colch¨®n en una habitaci¨®n compartida', explica Rudi. 'Dije que no porque no puedo pagar tanto dinero', asegura el ecuatoriano, al que no le importaba que el propietario no le permitiera recibir visitas y le obligara a salir de casa a primera hora de la ma?ana para volver s¨®lo para dormir, 'pero al d¨ªa siguiente volv¨ª para intentar negociar el precio. El hombre me dijo que le ense?ara el dinero antes de abrirme la puerta', a?ade.
Justo en frente de los reci¨¦n llegados, tres hombres y una mujer beben cerveza mientras charlan animadamente. La risa desaparece de sus caras en cuanto Rosa toma la palabra para hablar de la casa. Rosa trabaja como empleada dom¨¦stica interna por 90.000 pesetas, quiere cambiar de trabajo, pero el precio de los alquileres no le permite salir de la casa en la que trabaja y duerme. 'Para poder alquilar un piso en Madrid necesitar¨ªa tener como m¨ªnimo 300.000 pesetas: 100.000 para el alquiler, 100.000 para la fianza y el resto para pagar a la agencia, ya que yo no puedo dejar mi trabajo para buscar'. Seg¨²n cuenta, alg¨²n fin de semana ha tratado de buscar, pero le ped¨ªan avales bancarios 'por el precio del alquiler de seis meses'.
A una media hora a pie del parque, en el castizo barrio de Lavapi¨¦s, en pleno centro de la capital, un boliviano de 26 a?os llamado Alejandro atiende a los clientes del locutorio en el que trabaja -casi todos extranje-ros-. Asegura que no ha tenido problemas de alojamiento desde que lleg¨® a Espa?a con su madre hace unos dos a?os, pero vive en una habitaci¨®n de nueve metros cuadrados que comparte con ella.
A cien metros del locutorio, en un restarurante marroqu¨ª, un hombre joven apura con ansia un plato a base de garbanzos, carne y verduras. En perfecto franc¨¦s cuenta que acaba de llegar a Espa?a y que s¨®lo lleva dos d¨ªas en Madrid con sus dos noches que ha pasado en la calle. '?Una casa? En cuanto encuentre trabajo', asegura con la inocencia del que no todav¨ªa no sabe lo que le espera.
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