?Podr¨ªa el verdadero desarme estar en la agenda?
Como alguien que, desde 1945, siempre ha cre¨ªdo que el desarme nuclear era la condici¨®n m¨¢s importante para la supervivencia a largo plazo de la vida civilizada en la Tierra, me anim¨¦ mucho con varias de las fuertes reacciones contra los contenidos de la 'revisi¨®n de la postura nuclear' estadounidense que se hab¨ªa filtrado a la prensa el 9 de marzo. La 'postura' incluye planes de contingencia para el uso de armas nucleares contra siete Estados, unos planes a los que The New York Times replic¨® con un editorial que comenzaba: 'Si otro pa¨ªs estuviese planeando desarrollar nuevas armas nucleares y contemplando ataques preventivos contra una lista de potencias no nucleares, Washington lo tildar¨ªa, con raz¨®n, de peligroso Estado irresponsable. Aun as¨ª, ¨¦se es el curso recomendado' por los documentos de planificaci¨®n del Pent¨¢gono. The Washington Post, al tiempo que reiteraba su constante respaldo a las actuales acciones militares, conclu¨ªa su editorial diciendo: 'La Administraci¨®n de Bush hace bien en centrar m¨¢s su planificaci¨®n estrat¨¦gica en disuadir a los Estados irresponsables, pero desarrollar nuevas armas nucleares contra esa amenaza no es ni necesario ni sensato'.
Robert S. McNamara, que fue secretario de Defensa de Estados Unidos durante las primeras fases de la guerra de Vietnam, critic¨® inmediatamente la revisi¨®n de la postura aduciendo varias razones: que Estados Unidos ha roto el tratado ABM para construir un nuevo escudo contra misiles en el espacio; que los planes de contingencia antes mencionados socavan el Tratado de No Proliferaci¨®n Nuclear al amenazar con nuestras armas nucleares a pa¨ªses que no disponen de esas armas; que la revisi¨®n 'parece exponer un plan de cuarenta a?os para desarrollar y adquirir nuevas armas nucleares', y que las pruebas nucleares de dichas armas 'ir¨ªan flagrantemente en contra de vitales compromisos de no proliferaci¨®n contra¨ªdos por Estados Unidos'. Finalmente, y para no limitar mis ejemplos a la inmediata reacci¨®n contra la Revisi¨®n de la Postura Nuclear, me gustar¨ªa mencionar que la Fundaci¨®n por la Paz en la Era Nuclear est¨¢ haciendo circular en Estados Unidos desde principios de a?o un llamamiento a 'comenzar negociaciones de buena fe para alcanzar un Convenio sobre Armas Nucleares en el que se exija la eliminaci¨®n por fases de todas las armas nucleares, con cl¨¢usulas de verificaci¨®n y aplicaci¨®n efectivas'. Este llamamiento lleva las firmas de personajes de talla mundial tan admirados como Mohamed Al¨ª, el ex presidente Jimmy Carter, el Dalai Lama, el arzobispo Desmond Tutu, Elie Wiesel, y el alcalde de Hiroshima, Tadatoshi Akiba.
En el presente art¨ªculo me gustar¨ªa evaluar las posibilidades de un verdadero desarme. Pero primero una advertencia: el impulso de la 'guerra contra el terror' del presidente Bush, y el consejo de todos sus asesores importantes, con la excepci¨®n en parte de Colin Powell, est¨¢n firmemente a favor de nuevas armas, tanto nucleares como no nucleares, desarrolladas si es posible con la aprobaci¨®n de los aliados, pero unilateralmente si no se puede conseguir dicha aprobaci¨®n. Las reacciones editoriales que he citado antes no piden un desarme de ning¨²n tipo. Reflejan consternaci¨®n por el hecho de que el Gobierno no se haya percatado siquiera de lo peligrosos que son para el propio Estados Unidos estos rechazos de las obligaciones internacionales y su disposici¨®n a ampliar la carrera nuclear y militarizar al espacio exterior, as¨ª como esta Tierra que lleva tanto tiempo padeciendo. De esa forma, hacen un llamamiento a una pizca de control l¨®gico.
La Administraci¨®n se inclina por un cierto desarme en sus propios t¨¦rminos. Para liberar recursos nucleares, as¨ª como a los talentos cient¨ªficos y t¨¦cnicos necesarios para crear armas m¨¢s sofisticadas y precisas, Estados Unidos propone una gran reducci¨®n voluntaria de miles de misiles que ahora est¨¢n en estado de alerta en las bases rusas y estadounidenses. Esto se debe hacer sin firmar papeles, y manteniendo los misiles almacenados por si acaso alg¨²n cambio impredecible en el clima internacional nos exigiese ponerlos r¨¢pidamente en alerta otra vez. Los rusos, que han recobrado su sentido del humor desde la ca¨ªda del comunismo, se han referido a esto como pol¨ªtica del 'almac¨¦n nuclear'.
Un obst¨¢culo m¨¢s dif¨ªcil radica en el hecho de que a la opini¨®n p¨²blica estadounidense, como se refleja en el comportamiento del Senado de ese pa¨ªs, no le gusta aceptar obligaciones internacionales. El Senado se neg¨® a ratificar el Tratado General de Prohibici¨®n de Pruebas porque, obviamente, limitar¨ªa la capacidad del pa¨ªs para crear y probar nuevas armas. Muchos legisladores no tienen nada bueno que decir a favor de Naciones Unidas como tal, y se niegan a tener nada que ver con el propuesto tribunal internacional para juzgar cr¨ªmenes de guerra. No tienen el menor reparo en decir que no permitir¨¢n que un soldado estadounidense sea juzgado por un tribunal as¨ª. Sus predecesores conquistaron el Lejano Oeste sin tener que aplicar las convenciones de Ginebra a los guerreros indios capturados, y declaran que los combatientes talibanes y de Al Qaeda apresados no son verdaderos prisioneros de guerra (otro salto atr¨¢s psicol¨®gico a la actitud que sus antepasados ten¨ªan hacia los indios).
De hecho, existe ya una base muy pr¨¢ctica desde la que iniciar un verdadero desarme nuclear. En 1970, las potencias nucleares existentes (y todav¨ªa las principales) -Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia y China- patrocinaron un Tratado de No Proliferaci¨®n, en el que ped¨ªan al resto del mundo que renunciase a desarrollar armas nucleares, a cambio de lo cual el grupo nuclear se compromet¨ªa solemnemente a negociar la reducci¨®n y eliminaci¨®n final de sus arsenales nucleares. Sin sarcasmos innecesarios y sin se?alar a nadie, sin ninguna referencia a otros tratados que nunca fueron ratificados por el Senado, el 'club' nuclear podr¨ªa ahora tomar la iniciativa de cumplir con dicha obligaci¨®n.
Hay tambi¨¦n varias circunstancias pr¨¢cticas que deber¨ªan hacer posible que los l¨ªderes de todos los pa¨ªses reconociesen la creciente importancia del desarme nuclear para la supervivencia de la vida civilizada. Desde 1970 (y antes) ha habido accidentes en plantas nucleares en los que se liberaron peligrosas cantidades de radiactividad en la atm¨®sfera, y finalmente en el suelo y el agua de los que dependen millones de personas. No ha habido forma de ocultar estos hechos. Independientemente del secretismo del Gobierno, los sism¨®grafos de todo el mundo han detectado cada prueba nuclear y cada accidente nuclear desde 1945. Ha habido tambi¨¦n al menos nueve hundimientos de submarinos nucleares, a los que se ha dado muy poca publicidad, con el consiguiente envenenamiento de las aguas oce¨¢nicas. Adem¨¢s, la eliminaci¨®n segura de los residuos nucleares procedentes de actividades civiles bien controladas es un problema a¨²n sin resolver, del que las ¨¦lites pol¨ªticas son sin duda conscientes, aun cuando eviten la discusi¨®n p¨²blica del tema. ?D¨®nde, y en qu¨¦ cantidad, con la posibilidad de poner en peligro las casas y las tierras de qui¨¦n, se deber¨¢n enterrar los cientos de toneladas de residuos nucleares que incluyen elementos que seguir¨¢n siendo radiactivos durante varios siglos? ?Con qu¨¦ derecho ponemos en peligro deliberadamente la salud de estas generaciones futuras? Sin herir los sentimientos religiosos o ideol¨®gicos de nadie, los delegados de una conferencia de desarme podr¨ªan asumir mutuamente la obligaci¨®n de reducir, en la medida en que todav¨ªa sea posible, estos riesgos para la salud.
Otra circunstancia importante es el hecho de que, en contraste con la situaci¨®n de 1970, ya no vivimos en un mundo bipolar. En aquella ¨¦poca, Estados Unidos y la URSS eran tan abrumadoramente poderosos que, dado que los dos se pod¨ªan destruir mutuamente m¨¢s de 100 veces, y eran conscientes de ese hecho, el resto del mundo pod¨ªa relajarse en la seguridad de que l¨ªderes tan pragm¨¢ticos como Nixon y Breznev tendr¨ªan cuidado de no iniciar una guerra nuclear. Pero hoy estamos en un mundo de diferencias religiosas fuertemente revividas, de nacionalismos militantes, de menos debate ideol¨®gico pero m¨¢s temor, odio, y celos basados en la creciente desigualdad entre las sociedades pr¨®speras y las pobres, y en el hecho de que esta desigualdad creciente sea tan evidente en las pantallas de televisi¨®n que ve pr¨¢cticamente todo el mundo. Esta situaci¨®n debe hacer que todas las personas cuerdas se den cuenta de que ning¨²n peque?o grupo de potencias como el club nuclear de 1970 puede aspirar a limitar la propagaci¨®n de las armas nucleares. En ese sentido, puedo estar de acuerdo en que el tratado ABM est¨¢ 'desfasado', pero no con el prop¨®sito de eliminarlo para sentirnos libres de crear todo tipo de monstruosas armas nuevas.
La ¨²nica pol¨ªtica cuerda es reconocer que o bien nos libramos de las armas nucleares, o su uso, ya sea intencionado o accidental, acabar¨¢ matando a millones de personas y envenenando las condiciones de vida de los supervivientes y sus sucesores. Necesitamos una conferencia de desarme mundial que dure los a?os que hagan falta para negociar un desarme general, verificable y permanente de todas las reservas existentes de armas nucleares, qu¨ªmicas y biol¨®gicas.
Gabriel Jackson es historiador.
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