Tarde de siesta y billar

Despu¨¦s de la decepci¨®n europea, nada mejor para el Deportivo que un encuentro como el de ayer, una amena tarde de trotes y toquecitos para afianzarse en los primeros lugares y ensanchar la cuenta goleadora, que podr¨ªa haber sido mayor a poco que se esforzase. El Depor se zambull¨® en el partido y, casi sin mojarse, encontr¨® que la corriente bajaba en tromba a su favor: a los seis minutos ya hab¨ªa marcado dos veces, tantas como remates a puerta. El resto de la tarde transcurri¨® entre la siesta y las carambolas de billar a las que se entregaron los peloteros del Depor. Pero, como no existe la felicidad completa y el Depor acab¨® amodorr¨¢ndose en exceso, al final tambi¨¦n hubo malas noticias: Mauro Silva fue expulsado por doble amonestaci¨®n y no podr¨¢ jugar la pr¨®xima semana el decisivo choque contra el Valencia en Mestalla.

Si un partido es una confrontaci¨®n entre dos, el de ayer en Riazor no dur¨® m¨¢s que seis minutos. El Espanyol ya estaba derrotado antes de que le diese tiempo a mancharse el uniforme. El Depor clausur¨® el choque con una facilidad y una rapidez fulminantes. No necesit¨® m¨¢s que un c¨®rner, un contragolpe y un par de remates a puerta. En el primer minuto, Makaay cabece¨® a gol un saque de esquina botado por Fran con su exquisitez habitual. Cinco m¨¢s tarde, Sergio mont¨® un contraataque con un gran pase largo hacia Makaay, quien esta vez cedi¨® el gol a Trist¨¢n. El tanto provoc¨® escenas poco frecuentes: el abrazo entre los dos jugadores que se disputan el puesto de ariete con indisimulada rivalidad, y la especial alegr¨ªa de uno de ellos, Makaay, quien ¨²ltimamente paseaba una preocupante desidia, como si se hubiese resignado ya a vivir eclipsado por la brillante estrella de Trist¨¢n.

A partir de ah¨ª, el Depor mat¨® el tiempo entre bostezos y juegos recreativos. El Espanyol prob¨® durante un rato a ver si a¨²n era posible aliviar el desgarro, pero como vio que la defensa local no le facilitaba la labor, firm¨® el armisticio y se repanting¨® en la butaca a ver c¨®mo jugaba su rival. El cuadro de Flores dimiti¨® de tal forma que ni siquiera se molest¨® en entorpecer las maniobras del Depor. Sin adversario enfrente, los de Irureta distrajeron la tarde acariciando el bal¨®n e hilvanando toda clase de combinaciones. En ese peloteo, hubo algunas delicias para el p¨²blico: cuando futbolistas como Sergio, Valer¨®n, Fran y Trist¨¢n se ponen a tocarla, la melod¨ªa siempre suena armoniosa. Aunque, como era previsible, el Depor le cogi¨® tanto gusto a la filigrana que acab¨® cayendo en un exceso de barroquismo. Hubo alg¨²n hermoso arabesco, como aquel sombrerito que le tir¨® Fran al portero, dentro del ¨¢rea peque?a y casi sin ¨¢ngulo, que a punto estuvo de entrar por el palo contrario. Y tampoco faltaron los adornos innecesarios, como el intento de Trist¨¢n de marcar un gol de vaselina ante la salida de Argens¨® cuando lo m¨¢s f¨¢cil era el remate raso. Pero nadie se preocup¨® porque, en medio de tanto exceso, Makaay hizo su segundo gol y ech¨® un poco m¨¢s de tierra sobre el hoyo en el que se hab¨ªa enterrado el Espanyol.

De la segunda parte poco se puede decir m¨¢s que el p¨²blico acab¨® enfad¨¢ndose por la desidia del Deportivo, que Irureta envi¨® al pabell¨®n de reposo a jugadores clave con ciertas fragilidades f¨ªsicas -Fran y Valer¨®n- y que Paco Flores no se resign¨® a salir humillado de Riazor. Hizo dos cambios en el descanso y present¨® un equipo m¨¢s aguerrido, que defendi¨® su honor incluso cuando se qued¨® en inferioridad num¨¦rica por la expulsi¨®n de Soldevilla. Y como la pereza nunca queda sin castigo, el Depor perdi¨® tambi¨¦n a Mauro Silva, a quien llorar¨¢ en su crucial visita a Mestalla.