Sharon es un socio de Europa
?Y si fracasa, en todo o en parte, la actual misi¨®n pacificadora de Colin Powell? La alternativa es: m¨¢s energ¨ªa. Lo es incluso para que el secretario de Estado triunfe. Los ministros europeos de Exteriores se congregan hoy en Luxemburgo. Les corresponde enhebrarla.
Los dioses ciegan a quienes desean perder. Las im¨¢genes del pogromo que Ariel Sharon decret¨® en Palestina empiezan a volverse, como un bumer¨¢n, contra su pol¨ªtica de hechos consumados. Los lectores y televidentes europeos no minimizan los terribles atentados antijud¨ªos a cargo de terroristas palestinos, aunque subrayen la carga de desesperaci¨®n que entra?a el hecho de que los perpetren j¨®venes suicidas.
Les impresionan tanto o m¨¢s -quiz¨¢ injustamente, porque toda vida vale una vida y todo crimen es execrable- las recuas de prisioneros palestinos brazos en alto, el asedio con tanques y muertos a la sede de la Autoridad Palestina en Ramala, a la bas¨ªlica de Bel¨¦n, al campo de Yen¨ªn.
La discriminaci¨®n de sentimientos y solidaridades quiz¨¢ tenga que ver con la asimetr¨ªa de poder militar entre el m¨¢s equipado Ej¨¦rcito de la zona y unos polic¨ªas y milicianos fervorosos, pero descuajeringados. La asimetr¨ªa entre un fr¨ªo poder de Estado (no se olvide, democr¨¢tico, aunque militarizado) frente a la poderosa impotencia de los desahuciados (aunque est¨¦n dotados de una organizaci¨®n autocr¨¢tica).
Al a?adir a la emotividad que suscitan esas im¨¢genes y sus correspondientes relatos period¨ªsticos la destrucci¨®n de las infraestructuras palestinas pagadas por los europeos y la humillaci¨®n diplom¨¢tica de ningunear a las autoridades de la Uni¨®n Europea (UE) en sus intentos de mediaci¨®n y reconducci¨®n del conflicto -frente a las facilidades prestadas a las de EE UU-, el Gobierno de Sharon ha cometido un grave error de c¨¢lculo. Ha empezado a convertir a lectores y televidentes europeos en opini¨®n p¨²blica en proceso de articulaci¨®n.
Ha olvidado que Europa se mueve despacio, a pasos tect¨®nicos, pero que una vez inicia una andadura, resulta dif¨ªcil detenerla, como evidenci¨® la movilizaci¨®n ciudadana por los Balcanes, desde el sitio de Sarajevo hasta la liberaci¨®n de Pristina. Ya se han celebrado nutridas manifestaciones callejeras de protesta. El Parlamento Europeo -sede de tantas peque?as miserias, pero tambi¨¦n caja de resonancia de todas las causas, las perdidas y las recuperables- est¨¢ en ebullici¨®n.Las opiniones de los Quince presionan a sus Gobiernos. Se abre, incontenido, un clamor multiforme reclamando sanciones.
Ocurre que para empezar la andadura se necesita la previa identificaci¨®n de la causa del problema. A diferencia de los norteamericanos, los europeos no la atribuyen a los enormes d¨¦ficit democr¨¢ticos de la Administraci¨®n Arafat, ni a su tolerancia o connivencia con los radicales violentos, ni a sus inveteradas corruptelas. Sin olvidar todo lo anterior, la imputan principalmente al belicismo de Sharon, a su mofa del proceso de paz, a su intento de destruir al adversario y convertirlo en enemigo p¨²blico n¨²mero uno.
Hasta hoy, la Uni¨®n se ha mostrado ineficaz en su pol¨ªtica hacia el Oriente Pr¨®ximo. Es cierto que en los ¨²ltimos a?os ha dado grandes pasos en su intento de articularla, desde el nombramiento de un enviado especial permanente (1996), en la persona del diplom¨¢tico Miguel ?ngel Moratinos, hasta el despliegue de m¨ªster PESC, Javier Solana (cumbre de Sharm el Sheik, comit¨¦ Mitchell), pasando por innumerables gestiones orientadas a influir en la pol¨ªtica exterior de Washington, la realmente dirimente.
Pero la velocidad de los acontecimientos ha desbordado la prolija construcci¨®n del consenso, de las decisiones y de los mecanismos europeos. Hasta que llega el punto de saturaci¨®n, el que ahora se adivina.
Aunque eso sucede con cierta sordina. Los tanques israel¨ªes funcionan, y funcionan muy bien, pero muchos de ellos son de fabricaci¨®n alemana, y Alemania est¨¢ ya retrasando de facto, sin airearlo a voces, el env¨ªo de suministros y repuestos. Suceso tremendamente simb¨®lico, porque Alemania -pese a la ruptura que pretendi¨® el canciller Gerhard Schr?der respecto a la generaci¨®n que vivi¨® la guerra- ven¨ªa siendo entre los Quince el Estado menos proclive a enervar actitudes de exigencia frente a Israel, por la siempre viva verg¨¹enza del holocausto jud¨ªo a cargo del nazismo.
En la actitud de cautela se le ven¨ªan juntando la Holanda de poderoso lobby proisrael¨ª; el Reino Unido, volcado en su estrecha alianza transatl¨¢ntica, y, recientemente, la Dinamarca derechista/populista surgida de los ¨²ltimos comicios.
Si de la t¨ªmida reacci¨®n de Berl¨ªn aflora, como parece, una corriente profunda contagiable a los otros miembros del club de la pasividad, la Uni¨®n est¨¢ a las puertas de componer una nueva unidad de criterio, m¨¢s activa, sobre el Oriente Pr¨®ximo. Superar¨ªa as¨ª su divisi¨®n interna, precisamente el primer factor que ha posibilitado su ineficacia y las humillantes afrentas del general Sharon. El segundo factor, business is business, trae cuenta del temor a que una pol¨ªtica de dureza con Israel acabara perjudicando a quien la emprende, pues los Quince le venden el doble que EE UU y ostentan un super¨¢vit comercial de 5.000 millones de euros, excluido el comercio de diamantes.
Pese a ello, se abre ahora paso la posibilidad de dinamizar la acci¨®n diplom¨¢tica y de mediaci¨®n con una pol¨ªtica exigente, en la que la UE explore y enarbole la posibilidad real, y cre¨ªble, de imponer sanciones. Esta v¨ªa arranca de una g¨¦nesis: el pueblo jud¨ªo es coraz¨®n y entra?a de Europa; todos somos Kafka, Menuhin, Roth. El Estado de Israel no es un hecho hist¨®rico separado de Europa, sino creaci¨®n suya, y su futuro no puede imaginarse al margen de ella. No es una entidad lejana cualquiera, sino un socio, a t¨ªtulo pleno, de la UE. En efecto, la Uni¨®n mantiene con ¨¦l importantes acuerdos cient¨ªficos desde 1975. Y un Acuerdo de Asociaci¨®n euromediterr¨¢neo negociado en el primer desarrollo de la Conferencia de Barcelona (1995) -en el marco de un dise?o regional-, que, tras su lenta ratificaci¨®n, entr¨® en vigor el pasado mes de junio.
Por lo mismo, el Estado asociado ha de comportarse como tal socio responsable. Los tratados bilaterales que le vinculan, como todos, reconocen derechos y le imponen deberes. Por eso, la v¨ªa hacia una pol¨ªtica de rigor est¨¢ abierta. Una estrategia que seguramente debiera ser gradual, sin necesidad de apelar de entrada a la mayor, la seguramente inconveniente ruptura diplom¨¢tica o la denuncia traum¨¢tica del Acuerdo de Asociaci¨®n (por otra parte, posibilitada por su art¨ªculo 82, con efectos a seis meses vista).
Inconvenientes de momento -como la inmediata exigencia de reparaciones a cuenta de las infraestructuras pagadas por los europeos y destruidas por el Ej¨¦rcito israel¨ª- porque redundar¨ªan en truncar el di¨¢logo que se pretende con el hijo descarriado. As¨ª, lo que canciller¨ªas y expertos comunitarios eval¨²an ahora mismo es una estrategia de small sanctions, sanciones modestas complementarias de la presi¨®n diplom¨¢tica.
Hay espacio para ello. Sin voluntad exhaustiva, de entrada todos los Estados proveedores de la industria de Defensa podr¨ªan seguir el ejemplo alem¨¢n. Y como tal Uni¨®n, los Quince tienen competencia, a imagen de la Comisi¨®n de Derechos Humanos de Naciones Unidas, encabezada por Mary Robinson, para enviar una comisi¨®n propia que investigue las eventuales violaciones de los derechos humanos.
Eso es algo permitido por la cl¨¢usula democr¨¢tica del Acuerdo de Asociaci¨®n (art¨ªculo 2: 'Las relaciones entre las partes, as¨ª como todas las disposiciones del presente acuerdo, se fundamentan en el respeto de los principios democr¨¢ticos y de los derechos humanos, que inspira sus pol¨ªticas interiores y exteriores y constituyen un elemento esencial del presente acuerdo'; en relaci¨®n con el art¨ªculo 79: 'Si una de las partes considera que la otra parte no ha cumplido alguna de las obligaciones derivadas del presente acuerdo, podr¨¢ tomar las medidas apropiadas', que comunicar¨¢ al Consejo y sobre las que se abrir¨¢n consultas bilaterales si la otra parte lo solicita).
La UE puede tambi¨¦n, m¨¢s modestamente, convocar el Consejo de Asociaci¨®n, el organismo encargado de gestionar el acuerdo, para plantear ante ¨¦l el conflicto, puesto que dicho Consejo, de composici¨®n bilateral, se re¨²ne anualmente, 'y cada vez que sea necesario' (art¨ªculos 67 y siguientes), adoptando sus decisiones mediante consenso. En caso de desacuerdo, cada parte nombra un ¨¢rbitro, y los dos ¨¢rbitros, a un tercero; la junta de los tres ¨¢rbitros adopta sus decisiones por mayor¨ªa.
Una medida menos vistosa, pero seguramente muy efectiva -porque el Gobierno israel¨ª puso mucho empe?o en su negociaci¨®n-, ser¨ªa abordar el Acuerdo de Cooperaci¨®n Cient¨ªfica y T¨¦cnica, publicado en 1999, cuya vigencia puede denunciarse con un preaviso de 12 meses (art¨ªculo 12). Este acuerdo otorga al Estado asociado -en condiciones similares a Suiza- una participaci¨®n pr¨¢cticamente equivalente a la de los Estados miembros en el 'quinto programa marco de investigaci¨®n' comunitario.
A algunos les parecer¨¢ una minucia t¨¦cnica, pero Israel pugn¨®, con tino, para acceder a ese estatuto, que, a cambio de la respectiva cuota, le permite beneficiarse de los mejores programas de investigaci¨®n... y extraer buenos dividendos de sus tradicionales capacidades t¨¦cnicas (aplicaciones civiles de tecnolog¨ªas de defensa), as¨ª como estar al corriente de lo que realizan sus socios/competidores.
Finalmente, est¨¢ lo m¨¢s sencillo, la exigencia del cumplimiento de las reglas de acumulaci¨®n de origen. El Acuerdo de Asociaci¨®n establece la liberalizaci¨®n comercial de los productos provenientes de Israel y posibilita la 'acumulaci¨®n bilateral' de su origen (productos elaborados en Israel que incorporan elementos o materiales procedentes de la Uni¨®n), pero 'no permite a¨²n la acumulaci¨®n diagonal', es decir, la incorporaci¨®n a los productos israel¨ªes de elementos originarios de otros socios (como Palestina). Estas preferencias comerciales (sustantiva reducci¨®n de aranceles) entraron en vigor en fecha adelantada a la de junio de 2001.
En mayo de 1998, Bruselas, mediante escrito instado por el entonces vicepresidente, Manuel Mar¨ªn, revel¨® que Israel violaba el sistema al exportar como propios los productos fabricados por los colonos en los asentamientos ilegales ubicados en los territorios aut¨®nomos (anexionados en 1967 y que no forman parte del territorio de Israel, de acuerdo con las resoluciones de Naciones Unidas), as¨ª como productos elaborados por palestinos de la franja de Gaza y de Cisjordania.
La Comisi¨®n denunci¨® entonces violaciones en el comercio de flores cortadas, zumo de naranja, fresas, berenjenas, c¨ªtricos, zapatos y otros productos del cuero, que supon¨ªan y suponen ingresos fiscales indebidos a la Hacienda israel¨ª, en buena parte desviados de su destino correcto, la palestina. El expediente duerme en el ba¨²l de los recuerdos, del que s¨®lo sali¨® ef¨ªmeramente el 24 de julio pasado, en un comit¨¦ aduanero bilateral de menor cuant¨ªa. El alcance de esta trampa es cuantitativamente menor -quiz¨¢ del 2% del comercio de exportaci¨®n-, pero la exigencia de cumplimiento encarnar¨ªa la virtud pol¨ªtica de recordar al ocupante que su ocupaci¨®n es ilegal.
De modo que entre la escasa eficacia de la acci¨®n diplom¨¢tica en solitario, que al cabo limita con el grado de complicidad posible de Washington en cada momento, y los grandes aspavientos rupturistas en la inane l¨ªnea ret¨®rica m¨¢s propia de la Liga ?rabe, la UE dispone de una tercera v¨ªa, gradual, modulable y reversible: la de hacerse respetar presionando donde duele. Porque Israel es un socio estrecho de Europa. Pero la conducta de su l¨ªder desmerece esa condici¨®n.
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