Nota al pie
EN EL USO m¨¢s frecuente de la palabra, vale decir, en los programas de ense?anza o al principio de un t¨ªtulo, se entiende por 'historia' la fabricaci¨®n de una presunta genealog¨ªa para un presente y, en especial, con vistas a un futuro. Nadie debe escandalizarse, pues, de la gigantesca distancia que separa y opone diametralmente El pensamiento de Cervantes y Espa?a en su historia. En el primero (1925), Am¨¦rico Castro acentuaba las posibles dimensiones laicas, racionalistas y liberales de Cervantes, para situarlo en una de las ¨®rbitas esenciales de la modernidad y por ah¨ª postular un ayer y un ma?ana de Espa?a resueltamente europeos. En la segunda (1948), propon¨ªa una perdurable 'identidad del pueblo' hispano fraguada en la convivencia medieval de tres religiones y en la posterior tensi¨®n entre cristianos viejos y nuevos, en circunstancias extra?as a la remota Europa. A presentes diversos correspond¨ªan, leg¨ªtimamente, pasados diversos. Por desgracia, en la Obra reunida cuya publicaci¨®n ha comenzado la meritoria Trotta, El pensamiento de Cervantes no figura en la congruente edici¨®n de 1925, sino en la h¨ªbrida de 1972, donde don Am¨¦rico intentaba salvar lo salvable de 1925 con cortes y retoques tan singulares, por ejemplo, como los que convierten 'An¨¢lisis del sujeto y cr¨ªtica de la realidad' en nada menos que ' y cr¨ªtica de la realidad (expresada)', sin ahorrar un corchete. Don Am¨¦rico ten¨ªa todo el derecho a actuar as¨ª, pero al editor le tocaba imprimir las versiones de 1925 y 1972 como obras distintas o bien registrar las variantes en un aparato cr¨ªtico. Procediendo como se ha hecho queda inaccesible un estudio en su d¨ªa fundamental, e incomprensible su tard¨ªo rifacimento. En los comentarios sobre LTI. La lengua del Tercer Reich (Min¨²scula, en soberbia traducci¨®n de A. Kovacsics), no veo que nadie recuerde que en los a?os veinte Victor Klemperer fue el autor de un par de trabajos que negaban con br¨ªo la existencia de un Renacimiento peninsular y la pertenencia de la Espa?a contempor¨¢nea a la civilizaci¨®n europea, anticipando casi todas las tesis de Espa?a en su historia, por m¨¢s que Castro replicara entonces en bien otro sentido. En nuestro contexto, vale la pena citar cuando menos el ep¨ªlogo de LTI, con la duda de Klemperer despu¨¦s de la tragedia: '?No hab¨ªa pensado yo tambi¨¦n, con demasiada frecuencia tal vez, en EL alem¨¢n y EL franc¨¦s, en vez de tener en cuenta la diversidad de los alemanes y los franceses?'.
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