Una oreja de peso
Una oreja de peso cort¨® ayer Pep¨ªn Liria. De mucho peso. Y es que Pep¨ªn es torero de los pies a la cabeza; torero de valor, de enorme personalidad, batallador, dominador, pundonoroso... Torero de entrega, de t¨¦cnica y de gracia.
Si no fuera as¨ª no se entender¨ªan las dos faenas emocionantes que se invent¨® ante dos toros mansos, descastados, aplomados y deslucidos de Cebada Gago, que, en solidaridad con sus compa?eros ganaderos de d¨ªas anteriores, tambi¨¦n cosech¨® un sonado fracaso.
Pero estaba Liria, todo coraz¨®n. Y surgi¨® la emoci¨®n del torero valeroso y artista que se enfrenta y supera las dificultade, que hace acopio de una t¨¦cnica inteligente y lleva la tensi¨®n a los tendidos.
Cebada / Cepeda, Liria, Casta?o
Toros de Cebada Gago -cuatro fueron rechazados en el reconocimiento-, desiguales de presentaci¨®n, mansos, blandos, descastados y deslucidos; el tercero, noble y con recorrido. Fernando Cepeda: pinchazo y casi entera perpendicular y ca¨ªda (silencio); casi entera (pitos). Pep¨ªn Liria: pinchazo y estocada ca¨ªda (gran ovaci¨®n); estocada (oreja). Javier Casta?o: pinchazo y estocada (algunos pitos); estocada tendida y atravesada, dos descabellos y se echa el toro (silencio). Plaza de la Maestranza. 20 de abril. 17? corrida de abono. Lleno.
A los dos toros los recibi¨® de rodillas en la puerta de chiqueros. A su primero lo veronique¨® bullanguero, mientras el segundo lo arrincon¨® en tablas y sali¨® de la encerrona con torer¨ªa y capotazos ajustados. Plant¨® cara a su primero con aquilatada maestr¨ªa y lo tore¨® por redondos muy ligados. Se ech¨® la muleta a la izquierda y el toro le busc¨® la barriga con descaro. Su segundo, un toro sin entrega y de embestida corta, tampoco le ofreci¨® facilidades. Con pasmosa seguridad pis¨® terrenos comprometidos y super¨® la aspereza del animal en una pelea emocionante que cal¨® hondo entre los espectadores.
Qued¨® claro, por otra parte, que Cepeda no es torero para los cebadas, pero ¨¦l dir¨¢ que como no le ofrecen otra... S¨®lo pudo estirarse en tres ver¨®nicas en su primero y ah¨ª acab¨® todo. Ese toro busc¨® el pecho del torero a las primeras de cambio. Y al segundo algo le ver¨ªa Cepeda porque no quiso ni verlo. La verdad es que el animal iba y ven¨ªa sin fijeza, pero no hizo nada feo que justificara la actitud tan precavida del torero.
Cerraba la terna Javier Casta?o, que pas¨® con m¨¢s pena que gloria. Le toc¨® el ¨²nico que embisti¨® con alegr¨ªa, el tercero, y le dio muchos pases y ninguno bueno. Su toreo es r¨¢pido y destemplado. Es decir, muy vulgar. En el otro, aguant¨® como pudo las tarascadas de un manso violento.
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