La pen¨²ltima 'cruzada' del Papa
Juan Pablo II teme que los esc¨¢ndalos sexuales protagonizados por sacerdotes empa?en su gesti¨®n
En el ocaso de su largo pontificado y de su vida, con las facultades f¨ªsicas angustiosamente limitadas, Juan Pablo II se ha visto obligado a intervenir para frenar una de las crisis m¨¢s graves vividas por la Iglesia cat¨®lica en los ¨²ltimos tiempos. El Papa ha convocado esta semana a los cardenales de Estados Unidos, abrumado por las dimensiones del esc¨¢ndalo de abusos sexuales protagonizado por sus sacerdotes. Pero el fen¨®meno no se circunscribe a los Estados Unidos. Esc¨¢ndalos similares en Irlanda, Francia, Canad¨¢, B¨¦lgica, Holanda, Austria, Alemania y la Polonia natal del Pont¨ªfice, han implicado a sacerdotes y a varios obispos, que se han visto obligados a dimitir, por culpas propias o por no haber cortado el problema de ra¨ªz. En juego no est¨¢ s¨®lo la reputaci¨®n de una instituci¨®n milenaria sino la propia concepci¨®n del sacerdocio en el mundo moderno y el valor del celibato.
Uno de los Ecardenales que viajar¨¢ a Roma dice que este encuentro 'no ser¨¢ suficiente'
Un estudio asegura que un 0,3% del clero estadounidense podr¨ªa practicar la pederastia
El Vaticano ha tratado hist¨®ricamente los pecados sexuales de sus pastores y cl¨¦rigos con exasperante discreci¨®n.
Los trapos sucios del cardenal de Viena Hans Hermann Groer, obligado a dimitir en 1995, apenas traspasaron las fronteras de Austria. La dimisi¨®n, hace unas semanas, del arzobispo de Poznan (Polonia), Juliusz Paetz, acusado de abusar sexualmente de varios estudiantes del seminario local, se resolvi¨® con unas sobrias l¨ªneas en el bolet¨ªn de la Santa Sede. Y otro tanto puede decirse del caso del obispo auxiliar de Maguncia (Alemania) Franziskus Eisenbach, implicado en una relaci¨®n escandalosa con una profesora.
Roma lograba siempre atenuar los tonos. Pero el esc¨¢ndalo estadounidense ha penetrado como una marea devastadora en la fortaleza vaticana. La Curia ha intentado contenerla y hasta contraatacar.
El cardenal Dario Castrill¨®n Hoyos, prefecto de la Congregaci¨®n para el Clero, intervino el mes pasado, en el fragor de la tormenta, para recordar que los casos de sacerdotes incapaces de respetar el celibato y las leyes de la moral humana 'son una m¨ªnima parte' en todo el mundo. Castrill¨®n cit¨® un estudio del profesor Philip Jenkins de la Pensilvania State University, seg¨²n el cual el 0,3% del clero estadounidense ser¨ªa pederasta para preguntarse despu¨¦s d¨®nde est¨¢n las estad¨ªsticas referidas a otros grupos sociales y a otras profesiones. Y termin¨® por hacer responsable de este fen¨®meno al 'ambiente del pansexualismo y libertinaje sexual que se ha creado en el mundo' de la conducta de 'algunos sacerdotes, hombres de esa cultura, que han cometido el grav¨ªsimo delito del abuso sexual', en referencia a los sacerdotes estadounidenses.
Pero todo ha sido in¨²til. La Santa Sede, que el a?o pasado cape¨® el temporal de las acusaciones contra sacerdotes africanos por forzar sexualmente a religiosas de ese continente en el que 'el celibato no forma parte de la cultura ambiental', no ha podido escapar esta vez al dedo acusador de la poderosa sociedad americana y de su influyente prensa movilizada por los centenares de denuncias contra sacerdotes por abusos sexuales, que han costado a la Iglesia m¨¢s de mil millones de d¨®lares en compensaciones econ¨®micas y buena parte de su prestigio.
Pocos d¨ªas despu¨¦s de que el diario estadounidense The New York Times acusara sin medias tintas al Vaticano y al Papa de ignorar el problema dej¨¢ndolo en manos de la jerarqu¨ªa local, Juan Pablo II enviaba un comunicado convocando a Roma a los cardenales estadounidenses. La decisi¨®n de Karol Wojtyla podr¨ªa haber sido provocada no s¨®lo por la naturaleza del esc¨¢ndalo, sino por los efectos devastadores que est¨¢ teniendo en la jerarqu¨ªa local, con varios arzobispos presionados para que dimitan.
Los ocho cardenales que acudir¨¢n al Vaticano representan a las archidi¨®cesis de todo el territorio de EE UU, aunque el esc¨¢ndalo est¨¦ centrado principalmente en Boston. All¨ª, el cardenal Bernard Law se aferra a su puesto a pesar de protestas en la calle que se han convertido en algo habitual, casi diario.
Law, que ha sido acusado por la prensa estadounidense y la opini¨®n p¨²blica de haber protegido a sacerdotes pederastas, encabeza la cuarta di¨®cesis cat¨®lica de EE UU por n¨²mero de feligreses. Mantiene un perfil discreto desde que arranc¨® el esc¨¢ndalo aunque ha repetido en varias ocasiones que no tiene ninguna intenci¨®n de abandonar el puesto que ocupa.
La reuni¨®n se plantea como una simple 'revisi¨®n de los problemas que han aparecido en la Iglesia de EE UU tras los esc¨¢ndalos relacionados con pedofilia'. Incluso los convocados a Roma descartan que del encuentro con el Papa salga un remedio o una pol¨ªtica de actuaci¨®n futura. El cardenal de Chicago, Francis George, asegura abiertamente que 'este ¨²nico encuentro no va a ser suficiente'. Seg¨²n George, la pol¨ªtica de la Iglesia cat¨®lica en EE UU tendr¨¢ que determinarse en este pa¨ªs. Otros de los cardenales que se ver¨¢ con el Papa, Theodore McCarrick, asegura que el encuentro servir¨¢ para revisar 'errores pasados' y plantear 'ideas que puedan convertirse en el principio de una nueva pol¨ªtica'.
El Papa, al que fuentes vaticanas describen como 'profundamente afectado' por el caso, parece decidido a apoyar a sus obispos contra viento y marea. De hecho, cuando Juan Pablo II se refiri¨®, siquiera veladamente a este esc¨¢ndalo, en la carta dirigida a los sacerdotes con ocasi¨®n del Jueves Santo, aludi¨® a la aflicci¨®n que le causaba 'la conducta de algunos de nuestros hermanos que han traicionado la gracia recibida con la ordenaci¨®n, cediendo incluso a las peores manifestaciones del mysterium iniquitatis (misterio del mal)'. Un misterio que amenaza con ensombrecer su pontificado, en el que los sectores cr¨ªticos de la Iglesia se han lamentado del escaso espacio concedido a debatir algunas cuestiones espinosas del sacerdocio cat¨®lico como el celibato.
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