El aut¨¦ntico
La alcaldesa de C¨¢diz se quejaba la semana pasada de que el Pr¨ªncipe, en su paseo por tierra andaluza, no llegara a entrar en contacto con la Andaluc¨ªa aut¨¦ntica, pero supongo que en C¨¢diz lo resolver¨ªa ella llev¨¢ndolo a la parte m¨¢s depauperada de su ciudad, que es algo extensa. Los pol¨ªticos, seg¨²n el mirador desde donde les toque ver, se?alan como real lo que les conviene. Aqu¨ª, por ejemplo, se nos oculta a veces al alcalde aut¨¦ntico. Porque no parece que del trato que los concejales se dispensan entre ellos en la Casa de la Villa se infiera comprensi¨®n hacia el otro por conocimiento y cercan¨ªa. Sucede especialmente con el trato que se da al alcalde, hacia el que existe una animadversi¨®n que quienes lo vemos a distancia en los pregones festivos y en sus devotos recogimientos procesionales consideramos que no es justa con el que creemos que es. As¨ª pues, se preguntaba uno cu¨¢l es el verdadero ?lvarez del Manzano y no hallaba respuesta. Un ejemplo: por unos gastillos en su cuenta restringida, la oposici¨®n puso en duda su honestidad con el ¨²nico fin de trasladarnos la idea de que el hombre virtuoso que en ¨¦l reconocemos es cuando menos un gast¨®n por cuenta ajena. Y ante la duda, descartada la idea de consultar a su confesor, no s¨®lo por el riesgo de que sea parte interesada, sino porque constituir¨ªa un modo de intromisi¨®n en la intimidad del alcalde un pel¨ªn inaceptable, se quedaba uno sin saber d¨®nde estaba la verdad. Menos mal que los ediles alborotadores han corrido mejor suerte y nos aprovechamos ahora de ella: esperaron al informe del Tribunal de Cuentas del Reino para que sus expertos en la norma les dijeran si ?lvarez del Manzano es el que ellos dicen que es y les contest¨® el auditor p¨²blico que ser un poquito dispendioso no es ser pecador, como seguramente ellos no esperaban que les dijera.
Pero como si no se hubieran enterado. Esperar¨ªan, digo yo, la respuesta de un tribunal civil fr¨ªo, r¨ªgido en la ley y escaso de sensibilidad para los asuntos del esp¨ªritu, y se encontraron con un auditor que comprendi¨® mejor la necesidad que un alcalde puede sentir de no viajar solo y de hacerlo con su mujer, por nuestra cuenta, ya que su amor matrimonial no conoce par¨¦ntesis ni ausencias. Tal vez el confesor, custodio de la familia, hubiera sido m¨¢s duro con el penitente, con lo que la sorpresa radica ahora en la benevolencia del auditor p¨²blico en su absoluci¨®n; si bien matiza, por no dejar la caja desamparada, que el alcalde merece un tir¨®n de orejas 'por motivos de austeridad'. Pecado venial.
De modo que si la oposici¨®n esperaba un informe puramente t¨¦cnico se habr¨¢ enterado ya de lo poco que importa la naturaleza del gasto y de que lo que levemente importa es que se gaste. Debe darse por enterada, adem¨¢s, de que el Tribunal de Cuentas les ha devuelto entera el alma caritativa del alcalde, por mucho que se resistan a verla as¨ª, al considerar legal que nuestros dineros vayan a parar a las instituciones religiosas que el regidor quiera o que tenga una costurera en la familia y sea dadivoso con ella a costa de la contribuci¨®n de mi piso, por mucho que la envidia de la oposici¨®n considere antiguo el servicio a domicilio de la costurera. Ya puestos, tampoco iba a ser ilegal enterrar a los muertos o incinerarlos con nuestros impuestos, aunque el muerto fuera socialista y la factura se pagara tarde, para que al alcalde no le faltara ni una sola obra de misericordia en la que emplearse.
Pero los socialistas, que no est¨¢n por contribuir a la salvaci¨®n del alma del se?or ?lvarez, no s¨®lo han armado un guirigay con manifiesta ingratitud, sino que, en medio del nerviosismo de la situaci¨®n, le han obligado a atribuirse pagos que no fueron tales para someterlo finalmente a la petici¨®n p¨²blica de perd¨®n a una viuda ofendida en ejercicio extraordinario de penitencia. Pena da la mala suerte que tiene nuestro alcalde con todas sus gestiones en asuntos funerarios. As¨ª que es de esperar de sus opositores que hayan reconocido ya que en este caso no estamos ante un error de gesti¨®n, sino ante la falta de enunciado correcto de unas cuentas que bien podr¨ªan llevar desde ahora este ep¨ªgrafe: 'Obras de misericordia'. La neutralidad de un Tribunal de Cuentas nos ha mostrado al fin al ?lvarez del Manzano aut¨¦ntico: poco austero, s¨ª, pero un dechado de virtud. Puede que alguien se pregunte ahora si el auditor p¨²blico pertenece a la Espa?a aut¨¦ntica o no, pero esta otra curiosidad, si la Espa?a aut¨¦ntica es o no la de siempre, puede resolverse con el peque?o esfuerzo de revisar nuestra tradici¨®n.
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