El tercer hombre
Hay una comprensible y, por tanto, perdonable tentaci¨®n de relacionar autom¨¢ticamente la escritura de James Salter con la de Ernest Hemingway y Francis Scott Fitzgerald. Ah¨ª est¨¢n la prosa medida, los di¨¢logos exactos, la guerra y el extranjero como h¨¢bitat, la muerte del amor y esa estoica melancol¨ªa de sus h¨¦roes. Pero es un reflejo impreciso. Mientras que Hemingway es un artista de 'lo macho' y Fitzgerald de 'lo masculino', Salter, en cambio, es un artista de 'la hombr¨ªa'. Lo mismo pero diferente y -dig¨¢moslo r¨¢pido y en voz baja- tal vez mejor escrito.
Hay una integridad de disc¨ªpu-
JUEGO Y DISTRACCI?N
James Salter Traducci¨®n de Jaime Zulaika Muchnik. Barcelona, 2002 90 p¨¢ginas. 15 euros
ANOCHECER
James Salter Traducci¨®n de Antoni Puigr¨®s Muchnik. Barcelona, 2002 167 p¨¢ginas. 15 euros
lo fiel pero aventajado en Salter que, sin caer en la bravuconada hemingwayana o en el crack-up fitzgeraldiano (nada cuesta imaginar a Salter fumando y escribiendo tranquilo en una mesa mientras contempla c¨®mo Hemingway se agarra a golpes con el barman y Fitzgerald cae borracho al suelo), lo convierte en un narrador mucho m¨¢s sabio y preciso a la hora de establecer las justas coordenadas de las acciones y reacciones de sus personajes. En este sentido, James Salter es una aut¨¦ntica curiosidad: una mutaci¨®n para mejor, al tiempo que un virtual eslab¨®n perdido entre la Generaci¨®n Perdida y el Realismo Sucio. Quiz¨¢ por eso, al leer a Salter, se experimente la curiosa sensaci¨®n de estar paladeando a un cl¨¢sico atemporal dif¨ªcil de ser situado en un sitio preciso del mapa y del almanaque. La literatura de Salter es, al mismo tiempo, familiar en sus temas pero siempre novedosa en su maestr¨ªa. Su prosa de mot juste es en apariencia de una soberana placidez para descubrirnos, enseguida, que ese lago en perfecta calma es en realidad mucho m¨¢s profundo de lo que en principio pens¨¢bamos.
Juego y distracci¨®n, publicada sin pena ni gloria en 1967 (la editorial la lanz¨® en su momento con una pegatina en la portada donde se advert¨ªa: 'Atenci¨®n, lectores, no es un libro sobre baseball'), ha ido adquiriendo, sin prisa ni pausa, la categor¨ªa de cl¨¢sico norteamericano m¨¢s o menos secreto o 'de culto'. Un privilegio y condena que su inclusi¨®n en 1995 en la prestigiosa Modern Library as¨ª como su creciente n¨²mero de admiradores ha cambiado por la de cl¨¢sico norteamericano a secas. Aqu¨ª, Salter aparentemente abarca muy poco -el romance caliente entre un turista norteamericano y una joven francesa; Juego y distracci¨®n es una de las cumbres y un tour de force del erotismo elegante y no por eso menos expl¨ªcito- para acabar apret¨¢ndolo todo con una maestr¨ªa que no hace m¨¢s que confirmar el logro de lo que el autor, humilde, se hab¨ªa propuesto en un principio: 'Escribir un libro que fuera seductor en todas y cada una de sus p¨¢ginas y que contrastara lo ordinario con -aunque suene il¨ªcito- lo divino'. James Salter lo consigui¨® de sobra plantando una trama simple a la que rarifica -o vuelve t¨¦cnicamente admirable- a partir de un narrador en primera persona que se define como 'agent provocateur o doble agente' y 'persigue' desde fuera la historia de un hombre y una mujer a trav¨¦s de lo que ve, pero, tambi¨¦n, de lo que intuye o, qui¨¦n sabe, de lo que se inventa porque entiende a sus sue?os como 'el esqueleto de la realidad'. La maniobra es brillante y, de este modo, el lector de la novela lee a su vez a ese otro 'lector' que es quien se la cuenta. No falta ni sobra una palabra en esta novela cuyo ¨²nico defecto -el ¨²nico que se suele se?alar a las aut¨¦nticas e inequ¨ªvocas obras maestras- es el de tener un final, el de terminar.
Anochecer -fue publicado en
1988-puede leerse casi como un ap¨¦ndice a Juego y distracci¨®n en cuanto a que aqu¨ª se recuperan la mirada impresionista de Salter, el modo en que hace parecer extremadamente f¨¢cil de conseguir lo m¨¢s dif¨ªcil de lograr, y esa pasmosa elegancia para mover a sus personajes, que pueden ser tan diferentes como una mujer divorciada, los miembros de un equipo de filmaci¨®n, dos amigos de viaje por Europa o una joven que sufre un accidente de equitaci¨®n, pero que comparten una misma percepci¨®n del mundo. Uno de esos contados vol¨²menes de relatos norteamericanos que -como Nueve cuentos, de Salinger, o Adi¨®s, Columbus, de Philip Roth, o Hijo de Jes¨²s, de Denis Johnson, o P¨¢jaros de Am¨¦rica, de Lorrie Moore- acaba siendo mucho m¨¢s que sus partes configurando un todo perfecto e indivisible. En este sentido, Anocher es un libro de cuentos y no un simple y com¨²n libro con cuentos. Y su virtud extra -m¨¢s all¨¢ de todas sus muchas virtudes- es la de que su publicaci¨®n en Espa?a a deux con Juego y distracci¨®n ofrece, de inmediato, m¨¢s Salter. O tal vez haya que leer primero los cuentos y luego la novela. No importa. Da igual. Lo que no puede demorarse m¨¢s es el placer de entrar a ese bar y -mientras Hemingway grita que ¨¦l es el m¨¢s grande y Fitzgerald que ¨¦l es el m¨¢s sufrido- sentarse a esa mesa donde un hombre mira y fuma y escribe en uno de esos silencios que dicen m¨¢s que mil palabras.
El arte de juntar palabras
SUSAN SONTAG, John Irving (quien no deja de invocarlo en boca de uno de los protagonistas de su Un hijo del circo), Peter Matthiesen, Michael Herr, Frank Conroy y Richard Ford son algunos de los muchos escritores que juran por James Salter como si se tratara de Dios. Salter (Nueva York, 1925) fue piloto de combate y sobre esa experiencia escribi¨® sus dos primeras novelas. The Hunters (1956) y The Arm of Flesh (1961) -respectivamente revisadas y reescritas, la segunda con el nuevo t¨ªtulo de Cassada, en 1997 y 2000- lo animaron a 'dedicarse a juntar palabras'. Juego y distracci¨®n le descubri¨® su Tema: la diferencia entre el amor y el deseo contada con las letras justas. 'Yo soy una de esas personas a las que le gusta frotar entre ellas a las palabras, como si las tuviera en su mano cerrada. Sentirlas dar vuelta, chocar, y despu¨¦s elegir nada m¨¢s que a las mejores', dijo alguna vez. Esta intenci¨®n -mientras escrib¨ªa para el cine- sigui¨® siendo manifiesta en sus siguientes libros. A?os luz (de 1975, y tambi¨¦n editada por Muchnik en 1999) es la tan dulce como cruel cr¨®nica del fin de un matrimonio. Solo Faces -de 1979 y originalmente pensada como un gui¨®n para Robert Redford que nunca se film¨®- se ocup¨® del duelo de dos hombres empe?ados en escalar una monta?a invencible. 1997 fue el a?o de Burning the Days, autobiograf¨ªa que -cab¨ªa esperarlo, nada es casual- se lee y se disfruta como una gran novela. 'No hay hombre que -si es honesto consigo mismo- pueda evitar el sentir envidia ante la vida de Salter', dijo John Irving, quien, hasta entonces, como cualquiera, s¨®lo le envidiaba sus ficciones.
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