El discurso de las tortugas
Con ser muy franc¨¦s -se present¨® en 1974 a su primera presidencial, pero tambi¨¦n Chirac, Arlette y otros llevan 30 a?os en la palestra p¨²blica, casi tanto como el acartonado Johnny Hallyday en el mundo de la canci¨®n- el fen¨®meno Le Pen no es s¨®lo franc¨¦s. Su ¨¦xito puede darle alas a su partido en las legislativas en junio, a la lista Fortuym en Holanda el 15 de mayo, o a otros movimientos similares en otros pa¨ªses. En Espa?a o el Reino Unido, los partidos conservadores han tenido el arte de integrar a la extrema derecha en su seno.
Le Pen es un s¨ªntoma de un malestar, cuyas causas, si no se atajan, pueden hacerlo crecer. O se abordan los problemas que alimentan a la extrema derecha, o ¨¦sta lo contaminar¨¢ todo, en detrimento, sobre todo, de la izquierda, m¨¢s temerosa que un centro-derecha que no tiene empacho alguno en jugar al polic¨ªa m¨¢s duro. Las razones del malestar son varias, pero hay dos esenciales que giran en torno a la p¨¦rdida de identidad y a la inseguridad ciudadana y laboral: la inmigraci¨®n, el miedo al otro. Estos miedos llevan a la pol¨ªtica de la tortuga, que, miedosa ante una sociedad abierta, se cree protegida por su caparaz¨®n. Es sabido que Le Pen ha ganado en las zonas de mayor influjo migratorio, en el sur y en el este, y que no s¨®lo ¨¦l, sino tambi¨¦n Chirac han contribuido a amplificar las preocupaciones por la seguridad ciudadana, que demasiado a menudo se vincula como en el caso del paro, a la inmigraci¨®n desbocada.
Hay algo m¨¢s que se ha tenido poco en cuenta: los efectos de la integraci¨®n europea, junto con la globalizaci¨®n. Es significativo que las primeras palabras de Le Pen tras lograr su hito fueran para se?alar que sacar¨ªa a Francia, no exactamente de la UE, sino de 'la Europa de Maastricht', y en un tono antialem¨¢n, definiera al euro como 'moneda de ocupaci¨®n'. Lo habitual es analizar el voto por el espectro pol¨ªtico izquierda / derecha. Pero en la dimensi¨®n pro o anti-Europa casi un 40% del voto en Francia fue para candidatos contrarios a una mayor integraci¨®n. Diez a?os despu¨¦s del refer¨¦ndum sobre Maastricht, ganado por los pelos, Francia sigue dividida respecto a Europa, con una duda vital desde 1989 sobre lo que es en esta Europa que puede doblar en n¨²mero de miembros y que ya tampoco sabe lo que es ni ad¨®nde va. El aviso estaba en el aire, pues, m¨¢s que la campa?a electoral de la primera vuelta, interes¨® el despido de Pierre Lescure de Canal + por Jean Marie Messier, el presidente de Vivendi que hab¨ªa declarado el fin de la 'excepci¨®n cultural francesa', a la que se aferra ahora Chirac.
Europa vive una crisis de liderazgo y de la pol¨ªtica en democracia que se ha quedado local, cuando las principales decisiones se toman en otros ¨¢mbitos. El liderazgo no consiste en seguir a la opini¨®n p¨²blica, sino en actuar y convencer, como hizo la generaci¨®n que desarroll¨® la Uni¨®n Monetaria, muchas veces en contra de lo que les dec¨ªa la demoscopia. La generaci¨®n siguiente ha utilizado demasiado a Europa para hacer pol¨ªtica nacional. La izquierda moderada no ha sabido utilizar estos a?os de dominio del Consejo Europeo para impulsar aut¨¦nticas pol¨ªticas europeas que respondan a estos retos desde los valores socialdem¨®cratas y hagan retroceder el discurso antimusulm¨¢n que, de una manera totalmente irresponsable, se ha exacerbado tras el 11-S. Pol¨ªticas europeas en materia de control de fronteras exteriores, de educaci¨®n de inmigrantes y poblaci¨®n receptora, y de ayuda e inversi¨®n en los pa¨ªses de origen contribuir¨ªan. El efecto Le Pen se ha dejado sentir ya en la decisi¨®n de no conceder ayudas a los pa¨ªses terceros que no combatan las migraciones ilegales. Pero mientras haya la disparidad actual en riqueza, seguir¨¢n viniendo. Es de temer que Le Pen y C¨ªa. contribuyan a generar esa coalici¨®n social contra m¨¢s Europa, cuando m¨¢s necesaria es una Europa m¨¢s integrada y generosa hacia el otro, que ya es parte de nosotros, a pesar de Le Pen y las tortugas.
aortega@elpais.es
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