Einstein, Israel y Palestina
Algunos de mis mejores amigos son estadounidenses de origen jud¨ªo. Como historiador de la ciencia, una de cuyas supuestas especialidades es la f¨ªsica del siglo XX, entre los personajes que m¨¢s admiro figuran varios cient¨ªficos de origen jud¨ªo, alemanes, por supuesto, pero tambi¨¦n de otras nacionalidades, como austriacos, h¨²ngaros, holandeses o norteamericanos. Creo, asimismo, haber dejado constancia en mis escritos, cuando la ocasi¨®n lo requer¨ªa, de los sufrimientos, humillaciones y persecuciones con que se encontraron a lo largo de, sobre todo, la primera mitad de esa centuria muchos de esos cient¨ªficos jud¨ªos cuyas vidas y obras tanto tiempo me han ocupado; y tampoco olvid¨¦ esforzarme por intentar mostrar los ejemplos de grandeza moral que en ocasiones se pueden encontrar entre ellos. Como historiador s¨¦, asimismo, que el pasado que nos afanamos en reconstruir transcurri¨® las m¨¢s de las veces por territorios sinuosos, a trav¨¦s de escenarios m¨¢s propicios a los claroscuros que a rotundas luces y sombras, por, en definitiva, universos sociales en los que se enfrentaron muy diversos intereses y motivaciones, que no siempre es f¨¢cil -o posible- subordinar o enjuiciar desde los puntos de vista de la justicia, la ¨¦tica o la raz¨®n desapasionada. Y tambi¨¦n s¨¦ que si el pasado fue as¨ª, ?por qu¨¦ iba a ser diferente el presente?
Aclaro todo esto no porque pretenda dar ninguna lecci¨®n o desempe?ar alg¨²n protagonismo personal, sino, ¨²nicamente, por intentar dejar claro desde el principio que mi visi¨®n del mundo no es, creo, ni radical ni intransigente con respecto al universo humano, intelectual o hist¨®rico que se suele denominar, sin demasiada precisi¨®n, 'jud¨ªo'; que no me encuentro entre los que no se sienten, por decirlo de alguna manera, c¨®modos en, o ante, ¨¦l. Establecido todo esto, pasar¨¦ al punto concreto que deseo tratar.
La historia puede ense?arnos, como he se?alado, que la realidad humana, individual e institucional es compleja y no siempre libre de contradicciones, pero esto no quiere decir que no sea posible en ning¨²n caso establecer criterios o juicios morales; esto es, que sea imposible distinguir entre situaciones o posturas inaceptables o injustas. En mi opini¨®n, esto es lo que ocurre en la actualidad con las actitudes, planteamientos y actuaciones del Gobierno -y, a trav¨¦s suyo, del pueblo- de Israel con respecto a los palestinos. No ignoro, sin embargo, que es dif¨ªcil encontrar nuevos argumentos para defender semejante juicio; que la historia y las palabras, de tanto ser usadas, a veces se convierten para aquellos a los que pretenden convencer, a los que van especialmente dirigidas, en algo as¨ª como letan¨ªas, en voces lejanas, rutinarias y, en ¨²ltima instancia, vac¨ªas. Por eso quiero utilizar en esta ocasi¨®n la palabra de un jud¨ªo muy admirado y honrado en Israel: Albert Einstein.
Que Einstein contribuy¨® de manera destacada a la 'causa jud¨ªa' es un hecho tan conocido como innegable. Los ejemplos en este sentido son demasiado numerosos como para intentar siquiera resumirlos; citar¨¦, a modo de ejemplo, alguno: su primer viaje a los Estados Unidos lo realiz¨® en 1921 en compa?¨ªa de Chaim Weizmann, para conseguir fondos destinados a crear una Facultad de Medicina en la entonces Universidad Hebrea que se planeaba edificar en Jerusal¨¦n, la misma instituci¨®n a la que siempre ayud¨® (durante su ¨²nica visita a Palestina, en 1923, pronunci¨® la conferencia inaugural de la Universidad, a la que a su muerte dejar¨ªa, por legado testamentario, todos sus papeles y derechos de autor). Las fotograf¨ªas y otros documentos que nos han llegado muestran claramente la entusiasta, desbordante, recepci¨®n que la ciudadan¨ªa de Nueva York le brind¨®, con lo que el viaje adquiri¨® una importancia que se extendi¨® mucho m¨¢s all¨¢ de la mera recogida de fondos para una instituci¨®n acad¨¦mica. Y es que la principal aportaci¨®n de Einstein a la causa del pueblo jud¨ªo fue el que ¨¦ste haya podido contarle p¨²blicamente entre sus miembros, as¨ª como disponer sin reservas de su imagen, la imagen del sabio respetado y admirado mundialmente. Su palabra, que tantas veces utiliz¨® para defender a los jud¨ªos, fue importante, sin duda, pero seguramente menos efectiva que su imagen y ejemplo. No es sorprendente por ello que en noviembre de 1952, tras la muerte de Weizmann, el primer presidente del Estado de Israel, Einstein recibiese la oferta de sucederle en el cargo, oferta que en nombre del primer ministro Ben Gurion le transmiti¨® Abba Eban, entonces embajador de Israel en Estados Unidos, en una carta fechada el 17 de noviembre. El d¨ªa siguiente, Einstein rechazaba la propuesta: 'Estoy profundamente conmovido por la oferta de nuestro Estado de Israel', escribi¨®, 'y al mismo tiempo apesa-dumbrado y avergonzado de no poder aceptarla. Toda mi vida he tratado con asuntos objetivos; por consiguiente, carezco tanto de aptitud natural como de experiencia para tratar propiamente con personas y para desempe?ar funciones oficiales. S¨®lo por estas razones me sentir¨ªa incapacitado para cumplir los deberes de ese alto puesto, incluso si una edad avanzada no estuviese debilitando considerablemente mis fuerzas. Me siento todav¨ªa m¨¢s apesadumbrado en estas circunstancias porque, desde que fui completamente consciente de nuestra precaria situaci¨®n entre las naciones del mundo, mi relaci¨®n con el pueblo jud¨ªo se ha convertido en mi lazo humano m¨¢s fuerte'. El 21 del mismo mes de noviembre revelaba una raz¨®n suplementaria al director del peri¨®dico Ma'ariv: 'Tambi¨¦n pens¨¦ en la dif¨ªcil situaci¨®n que podr¨ªa surgir si el Gobierno o el Parlamento tomasen decisiones que pudiesen crear un conflicto con mi conciencia; ya que el hecho de que uno no pueda influir realmente en el curso de los acontecimientos no le exime de responsabilidad moral'.
En este ¨²ltimo punto nos encontramos con otra de las caracter¨ªsticas de la visi¨®n que Einstein pose¨ªa de la 'cuesti¨®n jud¨ªa': era la suya una visi¨®n cr¨ªtica, en absoluto incondicional. Precisamente por esto es por lo que merece la pena recordar sus opiniones en estos d¨ªas. Y lo primero que hay que decir es que el creador de las teor¨ªas especial y general de la relatividad se vio conducido al juda¨ªsmo como un acto de solidaridad. Un acto de solidaridad -que se ver¨ªa reforzado tras la llegada de Hitler al poder en 1933- con un grupo de personas que sufr¨ªan discriminaciones, y del que sab¨ªa que formaba parte, aunque a ¨¦l inicialmente no le atrajese la idea de 'formar parte de alg¨²n grupo'; si acaso, como repetidamente expres¨® a lo largo de su vida, se encontraba a gusto en Suiza, en donde estudi¨® y cuya nacionalidad adopt¨® en 1901, despu¨¦s de haber abandonado la alemana en 1896. 'Cuando viv¨ªa en Suiza, no me daba cuenta de mi juda¨ªsmo', respondi¨® en una entrevista publicada en el Sunday Express el 24 de mayo de 1931. 'No hab¨ªa nada all¨ª', continuaba, 'que suscitase en m¨ª sentimientos jud¨ªos. Todo eso cambi¨® cuando me traslad¨¦ a Berl¨ªn. All¨ª me di cuenta de las dificultades con que se enfrentaban
muchos j¨®venes jud¨ªos. Vi c¨®mo, en entornos antisemitas, el estudio sistem¨¢tico, y con ¨¦l el camino a una existencia segura, se les hac¨ªa imposible'. En el mismo sentido, con mayor brevedad y claridad a¨²n, si es que cabe, dos a?os antes hab¨ªa escrito: 'Hace 15 a?os, al llegar a Alemania, descubr¨ª por primera vez que yo era jud¨ªo, y debo ese descubrimiento m¨¢s a los gentiles que a los jud¨ªos'. De manera similar, m¨¢s de uno seguramente pensar¨¢ durante estos d¨ªas que debe a los jud¨ªos, al Gobierno de Ariel Sharon y todos aquellos que expl¨ªcita o impl¨ªcitamente le secundan o toleran, el descubrimiento y sentimientos de simpat¨ªa por el pueblo palestino, aun sabiendo que este pueblo, como el de Israel, acoge en su seno a personas que con sus actos no respetan ese tesoro que es la vida de otros humanos.
Einstein era jud¨ªo por origen, s¨ª, pero m¨¢s importante para ¨¦l era ser, o intentar ser, una persona digna e independiente: 'Por herencia, soy un jud¨ªo; por ciudadan¨ªa, un suizo, y por mentalidad, un ser humano, y s¨®lo un ser humano, sin apego especial alguno por ning¨²n Estado o entidad nacional', escribi¨® el 7 de junio de 1918 a Adolf Kneser; y el 3 de abril de 1935 a Gerald Donahue, un estadounidense que le hab¨ªa escrito expresando la idea de que los jud¨ªos eran primero, y por encima de todo, ciudadanos de sus pa¨ªses: 'En ¨²ltima instancia, toda persona es un ser humano, independientemente de si es un americano o un alem¨¢n, un jud¨ªo o un gentil. Si fuese posible obrar seg¨²n este punto de vista, que es el ¨²nico digno, yo ser¨ªa un hombre feliz'.
Aun as¨ª, es cierto que tambi¨¦n se plante¨® preguntas que muchos, antes y despu¨¦s que ¨¦l, se han formulado: ?en qu¨¦ consiste ser jud¨ªo? Y en numerosos lugares ofreci¨® respuestas que, leg¨ªtima y razonablemente, fueron y son utilizadas por los defensores de la causa hebrea. As¨ª, en la revista estadounidense Collier manifest¨® en 1938: '?Cu¨¢les son las caracter¨ªsticas del grupo jud¨ªo? ?Qu¨¦ es, de hecho, un jud¨ªo? No existe una respuesta sencilla a esta pregunta... El jud¨ªo que renuncia a su religi¨®n (en el sentido formal del t¨¦rmino) contin¨²a siendo un jud¨ªo'. Tras lo cual a?ad¨ªa, en unas palabras que resuenan dolorosamente en la actualidad: 'Lo que une a los jud¨ªos y los ha unido durante miles de a?os es, en primer lugar, un ideal democr¨¢tico de justicia social y la idea de la obligaci¨®n de ayuda mutua y tolerancia entre toda la humanidad'.
?Y qu¨¦ pensaba sobre la posibilidad de que se crease un Estado jud¨ªo? Apoy¨® la idea, desde luego, del retorno institucional de jud¨ªos a Palestina. Pero es preciso detenerse en sus opiniones y en los diversos argumentos que utiliz¨®. As¨ª, en un discurso que pronunci¨® en Nueva York el 17 de abril de 1938, con motivo de un acto organizado por el Comit¨¦ Nacional de Trabajo para Palestina, reconoc¨ªa que 'el pueblo jud¨ªo ha contra¨ªdo una deuda de gratitud con el sionismo. El movimiento sionista ha revivido entre los jud¨ªos el sentimiento comunitario, y ha llevado a cabo un esfuerzo que supera todas las expectativas', y tambi¨¦n que los jud¨ªos se encontraban en una situaci¨®n dif¨ªcil en Palestina ('los campos que se cultivan durante el d¨ªa han de tener protecci¨®n armada durante la noche, a causa de los ataques de bandidos ¨¢rabes fan¨¢ticos'). Pero Einstein no terminaba su exposici¨®n ah¨ª, ten¨ªa m¨¢s cosas que decir, en las que mostraba temores que desgraciadamente no han resultado infundados: 'Quiero agregar unas pocas palabras, a t¨ªtulo personal, acerca de la cuesti¨®n de las fronteras. Desear¨ªa que se llegase a un acuerdo razonable con los ¨¢rabes sobre la base de una vida pac¨ªfica en com¨²n; me parece que esto ser¨ªa preferible a la creaci¨®n de un Estado jud¨ªo. M¨¢s all¨¢ de las consideraciones pr¨¢cticas, mi idea acerca de la naturaleza esencial del juda¨ªsmo se resiste a forjar la imagen de un Estado jud¨ªo con fronteras, un ej¨¦rcito y cierta cantidad de poder temporal, por m¨ªnima que sea. Me aterrorizan los riesgos internos que se derivar¨ªan de tal situaci¨®n para el juda¨ªsmo; en especial los que surjan del desarrollo de un nacionalismo estrecho dentro de nuestras propias filas, contra el que ya hemos debido pelear con energ¨ªa, aun sin la existencia de un Estado jud¨ªo'. ?Qu¨¦ habr¨ªa pensado y dicho sabiendo de la existencia de campos militares israel¨ªes de confinamiento de palestinos en Ofer, cerca de Ramala, en Salem, en Yen¨ªn? ?Campos de confinamiento de los que son responsables los hijos del Holocausto! ?Habr¨ªa resistido su coraz¨®n el viaje que ha conducido a su pueblo, utilizando la dram¨¢tica expresi¨®n empleada en este mismo peri¨®dico por Jos¨¦ Saramago, de las piedras de David a los tanques de Goliat?
Urg¨ªa Einstein, como vemos, una soluci¨®n del conflicto ¨¢rabe-jud¨ªo en Palestina basada en un mutuo acuerdo y comprensi¨®n, aunque bien es cierto que en 1948 se resign¨® a la idea de una soluci¨®n que implicase la partici¨®n del territorio. En cualquier caso, hasta pr¨¢cticamente los ¨²ltimos d¨ªas de su vida mantuvo estas preocupaciones. El 4 de enero de 1955, pocos meses antes de su muerte (falleci¨® el 18 de abril), escrib¨ªa a Zvi Lurie, un prominente miembro de la Agencia Jud¨ªa en Israel: 'El aspecto m¨¢s importante de nuestra pol¨ªtica debe estar siempre presente: manifestar el deseo de instaurar una completa igualdad para los ciudadanos ¨¢rabes que viven en nuestro medio, y darse cuenta de las dificultades inherentes en su situaci¨®n actual... La actitud que adoptemos hacia la minor¨ªa ¨¢rabe significar¨¢ la prueba verdadera de nuestros valores morales como pueblo'.
Albert Einstein no dej¨® nunca, es evidente, de apoyar la causa jud¨ªa, un aspecto de su personalidad que le ennobleci¨® por todo lo que significaba en una persona de su tipo ('una naturaleza de temple fino', manifest¨® en 1918, 'anhela huir de la vida personal para refugiarse en el mundo de la percepci¨®n objetiva y el pensamiento'), pero he intentado demostrar que, aunque sus simpat¨ªas, su solidaridad y su, aunque fuese primitivo, sentido de pertenencia perteneciesen inequ¨ªvocamente al 'pueblo' hebreo, no fue ciego a las razones y sentimientos de los ¨¢rabes palestinos. Se puede argumentar que, ante la violencia palestina que, sin duda, de ninguna clase existe y ha existido violencia terrorista (no tengo ning¨²n problema en calificarla de esa manera si es preciso, aunque s¨ª de adjudicar al pueblo palestino la propiedad exclusiva de tal violencia), Einstein habr¨ªa terminado justificando (o 'comprendiendo') actuaciones dr¨¢sticas por parte del Gobierno y pueblo del Estado de Israel con respecto a los palestinos; incluso se puede en este punto recordar que ¨¦l, el pacifista declarado de la Primera Guerra Mundial, termin¨® dirigiendo -porque tem¨ªa lo que Hitler pudiera llegar a hacer- la famosa carta de agosto de 1939 al presidente Roosevelt, misiva que ayud¨® a poner en marcha el Proyecto Manhattan, que condujo a la fabricaci¨®n de las bombas at¨®micas que se lanzaron sobre Jap¨®n. Personalmente, dudo mucho de que hubiese justificado o comprendido jam¨¢s semejantes actuaciones del Gobierno que una vez pudo presidir o del Estado que ayud¨® a formar. No encuentro en sus escritos palabras que sustenten semejante interpretaci¨®n, y s¨ª muchas que revelan de manera transparente su capacidad de ver los dos lados del problema, lo mucho que le desagradaba cualquier tipo de nacionalismo y violencia, y cu¨¢nto valoraba los sentimientos humanitarios, que es tanto como decir su capacidad de compasi¨®n y solidaridad para con los d¨¦biles. Por esa compasi¨®n y sentimiento de solidaridad hab¨ªa descubierto y aceptado, repito, su pertenencia al pueblo b¨ªblicamente legendario que es Israel.
Y cuando se compara la fortaleza de israel¨ªes y palestinos hoy d¨ªa, pocas dudas pueden caber de qui¨¦n es el m¨¢s d¨¦bil. Las im¨¢genes de las ruinas de Yen¨ªn, de puertas de hogares palestinos marcadas con cruces por soldados israel¨ªes, el aislamiento forzado (en Ramala) de un Gobierno que, aunque pueda ser cuestionado posee legitimidad, deber¨ªa hacer sangrar los esp¨ªritus de aquellos que sufrieron lo que hoy denominamos con toda propiedad Holocausto. A ellos m¨¢s que a ning¨²n otro. El d¨¦bil siempre tiene un poco m¨¢s de raz¨®n, aunque s¨®lo sea porque tiene muchas menos oportunidades de defender sus razones. Israel, recordemos, posee no s¨®lo los tanques de Goliat, sino tambi¨¦n armamento at¨®mico (un reciente estudio -1996- del International Peace Research Institute de Estocolmo eval¨²a el arsenal nuclear israel¨ª en entre 55 y 95 bombas at¨®micas).
El 19 de octubre de 1947, contribuyendo al acto en el que puso la primera piedra de un monumento a la batalla del gueto de Varsovia y a los jud¨ªos que perecieron en Europa que se iba a erigir en Nueva York, Albert Einstein escribi¨®: 'La solemne reuni¨®n de hoy posee un profundo significado. Pocos a?os nos separan del m¨¢s horrible crimen de masas que la historia moderna tiene que relatar; un crimen cometido no por una masa de fan¨¢ticos, sino en un fr¨ªo c¨¢lculo del gobierno de una naci¨®n poderosa. El destino de las v¨ªctimas que han sobrevivido de la persecuci¨®n alemana es el testimonio del grado en que se ha debilitado la conciencia moral de la humanidad'. Algunos pensamos que, rebajadas en la medida que haga falta, con todos los 'peros' y precisiones que sea preciso introducir, aceptando que Sharon y Arafat no son probablemente demasiado diferentes en cuanto a historial y estatus moral, esas palabras se podr¨ªan aplicar tambi¨¦n a algunos de los actos y pol¨ªticas actuales del Gobierno de Israel en Palestina.
Bastantes a?os antes de esas manifestaciones, el 25 de noviembre de 1929, Einstein escribi¨® a Chaim Weizmann otras frases que tambi¨¦n deber¨ªan estar, hoy acaso m¨¢s que nunca, en la mente del pueblo de Israel: 'Si no logramos encontrar el camino de la honesta cooperaci¨®n y acuerdos con los ¨¢rabes, es que no hemos aprendido nada de nuestra vieja odisea de dos mil a?os, y mereceremos el destino que nos acosar¨¢'.
Jos¨¦ Manuel S¨¢nchez Ron es catedr¨¢tico de Historia de la Ciencia en la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
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