El autor como interlocutor
El escritor cuenta siempre con el futuro, una apuesta que desde su presente le enlaza con la posteridad. En el caso de Carlos Barral, emblem¨¢ticamente distinguido por su poes¨ªa, interfer¨ªan dicha vocaci¨®n las funciones de editor constante y de actividad social frecuente que represent¨® con variable intensidad a lo largo y breve de su vida. Pero qu¨¦ es la vida sino breve y, as¨ª, las llamadas interferencias posibilitaron una trama existencial compleja que redund¨® en la amplitud de visi¨®n y en la vigencia de su obra.
Tanto por lo variado de sus intereses como por la fluidez de una escritura que trasparenta la vivacidad y elegancia de un tono oral, sus p¨¢ginas restituyen el eco real de las pen¨²ltimas d¨¦cadas del siglo XX. A la vida escrita de Barral afluyen memorias, ensayos puntuales y un amago de novela como figuraci¨®n autobiogr¨¢fica lib¨¦rrima. Pero donde reside su intimidad y el sentido acendrado de su escritura es en los poemas. Su impronta verdadera arranca de ellos y, siempre al encuentro del lector, ofrecen una imagen del artista en marcha desde el enigma de la persona a la inteligencia de su estructuraci¨®n en el discurso po¨¦tico.
OBSERVACIONES A LA MINA DE PLOMO
Carlos Barral Lumen. Barcelona, 2002 345 p¨¢ginas. 16 euros
Estas Observaciones a la mina de plomo, coloquiales y cr¨ªticas a la vez, ilustran el devenir cotidiano del autor en contacto con los poemas, pues a su respecto suponen el comentario indirecto, o la anotaci¨®n paralela a su composici¨®n. Son art¨ªculos que aparecieron en la prensa diaria de 1979 y 1982. Recopilados para aparecer en M¨¦xico, donde no llegaron a publicarse, los ha recuperado el profesor Jordi Jov¨¦, quien apunta en su pr¨®logo la interacci¨®n entre poemas y art¨ªculos como caracter¨ªstica destacada; pero es adem¨¢s el tono general del comentario lo que singulariza estas prosas: la capacidad de un decir jugoso y sin ¨¦nfasis a prop¨®sito de hechos, dichos y personas. No es lo m¨¢s frecuente en las literaturas hisp¨¢nicas y tanto Carlos Barral como Jaime Gil de Biedma y Gabriel Ferrater suponen un caudal de perspectivas cr¨ªticas a tener en cuenta.
Ya el t¨ªtulo se?ala -mina y plomo- la intenci¨®n detallista y la gravedad reflexiva ante la realidad. Son notas c¨ªvicas de un barcelon¨¦s arraigado en su precisa latinidad rom¨¢nica, distante y c¨¢lido. Notas asimismo de un mirar atento a aperos de pesca, al deterioro del paisaje (Barral se opuso al trasvase del Ebro) y a utensilios descritos y valorados como signos de resistencia ante lo nuevo y reivindicaci¨®n de la memoria. Este aspecto -el de un objeto como fijaci¨®n concreta y propicia a reflexiones, o el de ¨¦stas materializ¨¢ndose en aqu¨¦l- es el m¨¢s significativo, por cuanto revela de su condici¨®n po¨¦tica irreductible. En Una espada votiva, asoci¨¢ndose a la admiraci¨®n que por ella sent¨ªa tambi¨¦n Juan Eduardo Cirlot, alude a la noble arma 'de frustrada gloria y hasta ahora un s¨ªmbolo de ininterrumpida frustraci¨®n', como imagen de unos tiempos pasados que algo idealizan, pero que le dan pie a comentar 'el tejido imaginario que subyace a los propios sentimientos nacionalistas y a la pasi¨®n pol¨ªtica que de ellos se alimenta'. Y pasa de inmediato al comentario puntual sobre 'un catalanismo anclado en el simb¨®lico tortel dominical de las clases medias y en la arqueolog¨ªa festiva de la ballada de sardanes y de los castellers de las populares'.
S¨ªmbolos y met¨¢foras del pasado es la secci¨®n que incluye las citas anteriores. Las restantes tratan de Bestias pasantes y rampantes, Apuntes para retrato, Del lenguaje y las orillas del habla y De los gestos y lo acostumbrado. Las enumero al rev¨¦s del orden del libro, porque S¨ªmbolos y met¨¢foras del pasado preside la corriente m¨¢s reveladora del texto.
Junto a dicha secci¨®n, las notas y sugerencias mejores abundan en la visi¨®n de gestos y de personajes en sus acordes rec¨ªprocos. Ah¨ª se advierte una sabidur¨ªa vital memorable. La constituci¨®n del yo -las funciones que ejerce, las ocurrencias u obsesiones que le habitan- se verifica en lo que entendemos por persona. La de Barral, cuya proyecci¨®n oral latente en estos art¨ªculos retorna su pasi¨®n vehemente por las palabras, precisaba de interlocutores porque con ellos tanto m¨¢s crec¨ªa y acendraba su figura. Y si la fuga asomaba, ah¨ª ten¨ªa, aparte de la realidad rasa y fija, a Gil de Biedma o a Ferrater, y a Joan Ferrat¨¦ y a Jaime Salinas, para volver sobre sus argumentos. Este jugo de la vida hablada ser¨¢ la retribuci¨®n justa que obtendr¨¢ el lector y, como en el caso de Juan Garc¨ªa Hortelano, vale la pena aprovecharlo.
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