No somos asnos de Burid¨¢n
Se atribuye a Burid¨¢n, escol¨¢stico del siglo XIV, la invenci¨®n del c¨¦lebre 'asno de Burid¨¢n' (v¨¦ase el art¨ªculo Buridan, en el Dictionnaire historique de Pierre Bayle). En una de las versiones cl¨¢sicas, y probablemente ap¨®crifas, el asno equidista de un barre?o de agua y de una artesa llena de pienso. Como su hambre es id¨¦ntica a su sed, y carece de motivos para apagar ¨¦sta antes que aqu¨¦lla, o al rev¨¦s, el asno se hieratiza en una suerte de perplejidad l¨®gica y languidece hasta la muerte. Durante siglos, el infeliz cuadr¨²pedo ocup¨® un lugar sobresaliente en las discusiones que los te¨®logos morales sostuvieron en torno al contencioso del libre albedr¨ªo.
He resucitado a Burid¨¢n a ra¨ªz de la medida anunciada por Pujol para estimular la natalidad entre los funcionarios de su Administraci¨®n. La medida prev¨¦ que el progenitor disponga de un tercio de su tiempo laboral, sin mengua de sueldo, durante el primer a?o de vida de la criatura. La idea subyacente es que este plus inclinar¨¢ la voluntad de muchos padres que ahora vacilan entre las emociones de la generaci¨®n y la comodidad de seguir como est¨¢n. Un empujoncito... y el indeciso se pondr¨¢ en movimiento.
Que algo raro est¨¢ ocurriendo queda confirmado por la aparente desaparici¨®n de la familia tradicional
?Todo en orden? No. Los datos disponibles no acreditan la estrategia del desempate homeop¨¢tico. Las bonificaciones sirven de poco o nada, o incluso alojan efectos perversos. Olvidemos la iniciativa de Pujol, razonable dentro de lo que cabe, y vayamos al grotesco premio de 20.000 pesetas que cierta autonom¨ªa ha ofrecido por cada alumbramiento ocurrido dentro de su jurisdicci¨®n. Es claro que las parejas sensatas no dilatar¨¢n su descendencia por 20.000 pesetas. O que, si lo hacen, es que no valen para padres.
A principios de los noventa, la experiencia n¨®rdica indujo a pensar que una fabulosa inversi¨®n en guarder¨ªas y otras facilidades por el estilo ser¨ªa bastante a corregir la ca¨ªda en vertical de la natalidad. Entre 1989 y 1993, en efecto, la tasa de fertilidad creci¨® hasta colocarse un poco por encima de la tasa de reposici¨®n (dos reto?os por mujer f¨¦rtil). Pero despu¨¦s ha descendido de nuevo hasta niveles baj¨ªsimos. Todos los pa¨ªses de Europa Occidental est¨¢n por debajo de la tasa de reposici¨®n. Y en Estados Unidos lo est¨¢n los estratos de poblaci¨®n con renta superior a la media. ?Por qu¨¦? La respuesta conm¨²nmente aceptada es que el desarrollo y la incorporaci¨®n de la mujer al mercado de trabajo frena la natalidad. De ser esta hip¨®tesis correcta (y lleva visos de serlo), nos explicar¨ªamos por qu¨¦ no se seduce a las madres futuras con compensaciones materiales. Las madres han de elegir entre su realizaci¨®n profesional y veinte o treinta a?os de existencia volcada en el hogar o muy condicionada por los deberes dom¨¦sticos. Y entonces no vale la analog¨ªa buridanesca. Por muchas pijoter¨ªas que agreguemos a uno de los platillos de la balanza, siempre tirar¨¢ m¨¢s hacia abajo el platillo contrario.
En el supuesto, de suyo va, de que se estime que una carrera es m¨¢s valiosa o apreciable que el oficio de madre. Nos enfrentamos a eso que se llama una revoluci¨®n cultural, de imposible gobierno desde la covachuelas de los ministerios o los presupuestos del Estado. Que algo raro est¨¢ ocurriendo queda confirmado por la aparente desaparici¨®n de la familia tradicional.
En Suecia, m¨¢s de la mitad de los ni?os nacen de madres solteras. En Estados Unidos, uno de cada tres. En 1960, lo hac¨ªa s¨®lo uno de cada veinte. Cada vez es mayor el n¨²mero de madres que quieren permanecer solteras. En la ¨¦poca en que Rockwell pintaba a la familia popular americana congregada alrededor del descomunal pavo del D¨ªa de Acci¨®n de Gracias, el hijo prematrimonial sol¨ªa ser fruto de la pasi¨®n impremeditada. A la vuelta del milenio, cerca de la mitad de las madres solteras en Estados Unidos declaran que su embarazo ha sido voluntario.
Los franceses, misteriosamente, renunciaron a la natalidad despu¨¦s de la derrota de Sed¨¢n. La situaci¨®n actual es misteriosa en parte, y en parte, fruto de la mentalidad moderna. Ser¨¢ interesante ver, dentro de unas generaciones, cu¨¢ntos testigos quedan para relatar los hechos.
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